Manuel Rodríguez Lozano, el más versátil de Los Contemporáneos

 

La primera mitad del siglo XX en México es conocida por diferentes acontecimientos históricos y artísticos de gran importancia como la Revolución Mexicana, el movimiento muralista y nuevas corrientes pictóricas o el auge del cine mexicano. Por tal motivo, resulta inevitable asociar a los tres grandes (Rivera, Siqueiros y Orozco), Frida Kahlo, Emilio “El Indio” Fernández o Dolores del Río de manera inmediata.

Sin embargo, hubo otro espacio igualmente importante dentro de la escena intelectual de ese tiempo: los grupos y revistas literarias. Dichos espacios funcionaron como trampolín para muchos jóvenes artistas que buscaban sitios de libre expresión que no compaginaban por completo con los grupos ya establecidos.

Tal fue el caso Manuel Rodríguez Lozano, un joven y talentoso artista que fue miembro destacado no sólo del grupo de los Contemporáneos por compartir gustos, ideas o crear comunidad, sino porque también fue un activo dibujante y un colaborador incisivo de la revista del mismo nombre.

Sin embargo, resulta triste que, cuando se habla de los artistas mexicanos más destacados del siglo XX, no se haga mención de Manuel Rodríguez Lozano pues, aunque fue parte de un círculo de intelectuales influyentes y tuvo el valor de contraponerse a la postura política predominante del Muralismo, no suele dársele el lugar que merece. Por tal motivo, las siguientes líneas tratarán de hacer una semblanza de su legado.

Los cimientos de Manuel Rodríguez Lozano

Manuel Rodríguez Lozano nació en la Ciudad de México el 4 de diciembre de 1896[1], sin embargo, dicho año se ha tomado a manera de consenso ya que se desconoce el año concreto de su nacimiento y es común encontrar variaciones entre 1891 y 1897. Manuel creció en un entorno acomodado donde sus padres realizaban tertulias con pintores, músicos y literatos por lo que, desde temprana edad, se vio envuelto en un medio intelectual[2].

Tanto su condición familiar, su formación militar así como su cercanía con algunos círculos del momento le permitieron conocer a Carmen Mondragón, mejor conocida como Nahui Ollin, hija del general porfirista Manuel Mondragón con quien contrajo matrimonio en 1913.

Dicha unión facilitó que ambos se trasladaran a Europa y vivieran por algunos años en París donde se sabe que comenzaron a estudiar dibujo y arte. Se relacionaron directamente con varios artistas ya consolidados como George Braque, Pablo Picasso, Henri Matisse, André Salmon, quienes les brindaron un panorama diferente sobre el arte en Francia.

Asimismo, se trasladaron por una temporada a San Sebastián donde también estudiaron y aprendieron de manera más autodidacta. Sin embargo, durante su estancia en Europa, enfrentaron la muerte de su único hijo, lo cual provocó el distanciamiento de la pareja y su posterior separación en 1921, bajo los rumores del adulterio de Carmen, el homicidio del hijo y, sobre todo, la homosexualidad de Manuel.

Cabe destacar que durante la estancia de Rodríguez Lozano en Europa, estuvo en contacto directo con Alfonso Reyes[3], quien lo introdujo en los círculos bohemios e intelectuales de la época, por lo que no sólo se rodeó de los artistas parisinos, sino de compatriotas mexicanos y latinoamericanos.

Retrato de Salvador Novo (1924)

La ingenuidad del retorno

Gracias a la convivencia con artistas de las vanguardias del momento, nuevas técnicas y tendencias artísticas, su regreso a México se dio con la esperanza de realizar cambios estructurales sobre los rígidos lineamientos que tenían las escuelas mexicanas de arte, deseo que no sólo fue suyo, sino de varios pintores mexicanos.

De este modo, cuando regresó a México, al igual que otros artistas, intentó incorporarse al proyecto muralista, pero la propuesta planteada por José Vasconcelos no aceptó la postura de Rodríguez Lozano. Como él mismo hizo mención en un texto, en el proyecto de Vasconcelos solo hubo espacio para los muralistas consagrados.

Además de que los tres grandes, sólo idealizaban la mexicanidad, lo mexicano y, por tanto, canonizaron un tipo de mexicano descartando automáticamente todo aquello que fuera diferente y que no cumpliera con una línea política evidente.

Ante tal situación, Manuel Rodríguez Lozano no aceptó esa negativa, por el contrario, al darse cuenta que el proyecto vasconcelista estaba negado para él, decidió buscar alternativas para plasmar su propuesta. De esa manera, encontró lugar en las Escuelas de Pintura al Aire Libre y se dispuso a llevar a cabo su propio proyecto.

Si bien, Rodríguez Lozano no pretendía descubrir el hilo negro de la mexicanidad, sí tenía claro que no se apegaría a la senda de la idealización del mexicano hecha por los tres grandes.

Por el contrario, gracias la influencia plástica que obtuvo en Europa, su proceso autodidacta y su conocimiento sobre México, se propuso buscar y plasmar al mexicano real, sin idealización. Así fue como Manuel tomó como modelo de sus obras a los hombres y mujeres que conforman este país: el mestizo, los personajes del pueblo, sin filtros y con defectos.

Pintura de Manuel Rodríguez Lozano
El velorio (1927)

En este punto, resulta interesante señalar que, pese al avance y evolución pictórica de Manuel Rodríguez Lozano, su obra se puede dividir en tres grandes etapas las cuales son: la etapa de arquetipos mexicanos, la etapa monumental y la etapa blanca o del dolor. En todas ellas se encuentra la constante búsqueda de lo mexicano sin caer en el exotismo o idealización que planteaba el Muralismo.

Su relación de amistad con Alfonso Reyes se mantuvo por varios años y ello hizo posible que para 1931 tanto él como sus alumnos participaran en la exposición de arte organizada por el Círculo de París para América Latina y gracias a la buena aceptación, el catálogo de las obras lo realizó su amigo André Salmon[5].

Con el pasar de los años, Rodríguez Lozano consolidó su estilo y, al mismo tiempo, adquirió reconocimiento y fama en México y fuera del país, no sólo por su labor artística, sino por sus ya abiertas preferencias sexuales, pues se relacionó laboral y sentimentalmente con algunos de sus pupilos como Abraham Ángel y Julio Castellanos. Incluso, se vio envuelto en el drama del suicidio de Abraham Ángel, quien, se dice, se quitó la vida por la indiferencia de Rodríguez Lozano.

Asimismo, se le relacionó estrechamente con Antonieta Rivas Mercado (1900-1931) ya que, gracias a su evidente fortuna y posición social, lograron realizar varios proyectos como la creación del Teatro Ulises, el cual fue la segunda parte del principal desarrollo cultural, la revista homónima en la que participaron Salvador Novo, Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia, Manuel Rodríguez Lozano, entre otros, personajes que posteriormente serían reconocidos como los Contemporáneos.

Consolidación de su estilo

Para 1940, Manuel Rodríguez Lozano fue nombrado director de la Academia de San Carlos como parte de un nuevo proyecto académico de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sin embargo, en dicha institución ocurrió un trágico suceso, pues tras el robo en 1941 de unos grabados de Durero y Guido, se responsabiliza a Rodríguez Lozano y fue encarcelado por alrededor de 4 meses en Lecumberri.

Sin embargo, no todo fue malo, pues su estancia en la penitenciaría le brindó la oportunidad de pintar uno de los murales más importantes e icónicos de toda su trayectoria: La piedad en el desierto (1942). Algunos críticos y especialistas consideran que dicha obra fue una especie de autorretrato de su situación actual y de la manera en la que se percibía.

Pintura de Manuel Rodríguez Lozano
La piedad en el desierto (1942)
El holocausto (1944)

Del mismo modo, resulta interesante mencionar que la temática de la piedad también fue una constante en sus representaciones, pues según algunos críticos de arte, el mural que se encuentra en el actual Hotel Downtown México del Centro Histórico retoma la misma temática, donde el papel protagónico es de la mujer y así continuó en el resto de su producción.

Los años transcurrieron y su participación artística continuó tanto en la pintura como en la literatura con las fuertes constantes de la búsqueda de lo mexicano y su férrea idea de la falta de reconocimiento hacia su persona y su trabajo, lo cual, tristemente fue cierto.

A causa de los estragos del enfisema pulmonar, el 27 de marzo de 1971, falleció en la Ciudad de México uno de los pintores e intelectuales más controvertidos del siglo XX. Algunos de sus amigos más cercanos comentaron que los últimos días del pintor fueron muy dramáticos e intensos como lo fue el general de su vida, pues casi rayó en la locura.

 

[1] INBA (2011). Manuel Rodríguez Lozano. Pensamiento y pintura 1922.1958. México: Instituto Nacional de Bellas Artes. P.9.

[2] Tomado de https://inba.gob.mx/prensa/14865/manuel-rodr-iacuteguez-lozano-muralista-y-pintor-representativo-de-los-contempor-aacuteneos

[3] Visto en https://www.youtube.com/results?search_query=manuel+rodriguez+lozano+

[4] Tomado de https://www.youtube.com/watch?v=6PqO77LFDgs

[5] Tomado de https://www.youtube.com/watch?v=6PqO77LFDgs

 

Bibliografía

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