Divas del melodrama mexicano: Dolores del Río, María Félix y Columba Domínguez

 

Hace un tiempo, platicaba con mi madre sobre películas mexicanas y me comentó que algunos de sus filmes preferidos son de la llamada Época del Cine de Oro, por lo que fue inevitable recordar a las grandes personalidades de la época como Pedro Infante, Silvia Pinal, Pedro Armendáriz, Lilia Prado, Jorge Negrete, Blanca Estela Pavón, Tin Tan, Miroslava, Katy Jurado, por mencionar algunas y, sin duda, relucieron 3 nombres que todos conocemos, en mayor o menor manera: Dolores del Río, María Félix y Columba Domínguez.

Dicha conversación se volcó sobre la calidad de las producciones de la época y de las interpretaciones de las actrices, pues los melodramas son de lo más representativo de las creaciones fílmicas de la época, donde se tomó como referencia la tradición teatral que en México se tenía desarrollada con gran anterioridad.

En este punto, un comentario de mi madre me hizo reflexionar en torno a la predilección de sus películas favoritas ya que Dolores del Río, María Félix y Columba Domínguez representaron papeles icónicos que las consolidaron como piezas claves dentro de la industria cinematográfica nacional y extranjera, gracias a que las tres fueron dirigidas por EmilioIndio” Fernández y transmitieron, cada una a su manera, el papel de la mujer indígena mexicana característico de ese entonces.

Por tal motivo, se retomará “a vuelo de pájaro” la carrera de las 3 divas antes mencionadas y se recordará el motivo por el cual son, fueron y serán toda una institución para el género melodramático tan ampliamente explotado.

Dolores del Río

Dolores Asúnsolo López Negrete (1905- 1983), mejor conocida como Dolores del Río, tomó su apellido artístico de su primer esposo Jaime Martínez del Río con quien se casó a la edad de 15 años. Dolores nació y creció en el seno de una familia acomodada del México de ese entonces gracias a que su padre era gerente bancario y ello permitió que, con motivo de la Revolución Mexicana, su familia completa se trasladara a Estados Unidos donde continuó su acomodado estilo de vida en medio de tertulias con figuras intelectuales y directores de cine.

De esa manera fue que conoció al entonces reconocido cineasta estadounidense Edwin Carewe, quien al interactuar con ella decidió invitarla a interpretar un pequeño personaje en una película del cine mudo. Dicha interpretación le abrió las puertas en Hollywood, pues pese a no contar con formación profesional, Dolores comenzó a recibir ofertas laborales[1].

Resulta importante mencionar que, a diferencia de otras divas del cine mexicano, Dolores del Río se dio a conocer primero en Hollywood, en el año de 1925, donde vivió la transición del cine mudo al cine sonoro. Por tal motivo, Dolores es de las pocas actrices mexicanas que conquistó los Estados Unidos, sin embargo, para 1943, del Río decidió regresar a México para comenzar su trayectoria nada más y nada menos que con la película Flor Silvestre (1943) dirigida por Emilio Fernández. No obstante, muchos críticos y especialistas consideran que su obra maestra fue María Candelaria, del mismo año, igualmente dirigida por Emilio, donde también compartió el protagónico con Pedro Armendáriz. Ahí representa a una hermosa mujer indígena oriunda de Xochimilco que se ve involucrada en un terrible malentendido.

 

De ese modo, la carrera de Dolores del Río se catapultó en México, donde realizó más de 20 películas y  la mayor parte  fueron de talla internacional, en las que destacan María Candelaria (1943), La Malquerida (1949), Doña Perfecta (1951), El niño y la niebla (1953), La cucaracha (1959) y Los hijos de Sánchez (1966). Asimismo, participó en producciones internacionales como Historia de una mala mujer (1947) producción argentina, Flaming Star (1960) donde fue coestrella de Elvis Presley en Estados Unidos y C’era una volta (1967) de Francesco Rossi en Italia.

María Félix

María bonita, como también fue conocida la actriz María de los Ángeles Félix Güereña (1914-2002), recibió ese apelativo de su segundo esposo (1945-1947) el famoso compositor Agustín Lara, quien le compuso y dedicó la icónica canción del mismo nombre. María Félix fue una de las actrices más solicitadas de la cinematografía nacional e internacional amasando 47 películas en su trayectoria.

María Félix nació en Álamos, Sonora en el seno de una familia tradicional de la época y, posteriormente, la familia completa cambió su residencia a la ciudad de Guadalajara, Jalisco, donde María cursó sus estudios y deslumbró tanto por su belleza como inteligencia, motivos por los cuales sería recordada a lo largo de su vida.

Para 1931, a la edad de 17 años, se casó con Enrique Álvarez Alatorre con quien tuvo a su único hijo, Enrique Álvarez Félix. Sin embargo, siete años después se divorció de Enrique y, tras regresar su natal Sonora, María Félix fue presa de críticas por su condición civil. Dicha situación endureció su carácter y al mismo tiempo lo definió en el fuerte temperamento que siempre la caracterizó[2].

Su debut cinematográfico se dio en 1942 gracias a la película El peñón de las ánimas, una película de Miguel Zacarías y donde compartió el protagónico con Jorge Negrete (con quien entabló una mala relación durante el rodaje e irónicamente diez años más tarde se casaría), pero fue en 1943 cuando realmente se catapultaría su fama gracias a la película que también la bautizaría con otro de los apelativos que tanto la distinguen, Doña Bárbara.

Sin embargo, la verdadera etapa de éxito de Félix se dio de la mano de Emilio Fernández, pues en 1946 la llamó para realizar la icónica película Enamorada al lado de Pedro Armendáriz en la que se inmortalizó la mirada y suspicacia de María. Asimismo, Emilio Fernández continuó solicitando de ella y protagonizó sus aclamadas películas Río Escondido (1947) y Maclovia (1948). En esta última, interpretaba a una bella mujer indígena del pueblo de Janitzio que pasa muchas adversidades gracias a los rumores realizados por otra mujer de su comunidad, Sara, interpretada por su colega Columba Domínguez.

Columba Domínguez

Por último, y no por ello menos importante, en este grupo de divas se encuentra Columba Domínguez Alarid (1929-2014). Nació en Guaymas, Sonora y durante su infancia su familia se trasladó a la Ciudad de México donde recibió su primera educación y mostró sus dotes histriónicos.

Fue descubierta por el director Emilio Fernández, quien quedó cautivado por sus fuertes rasgos mexicanos, motivo por el cual se le conoció como un ícono de la belleza nacional y ello le dio cabida en las producciones características de Fernández como fueron sus apariciones en La Perla (1945) y Río Escondido (1947), lo cual le permitió tener el antagónico de María Félix en Maclovia (1948) y, posteriormente, el protagónico en la película Pueblerina (1949).

 

Su carrera profesional y su vida personal estuvieron estrechamente relacionadas con Emilio Fernández, pues se casaron (1947-1952) y como resultado de esa relación nació Jacaranda Fernández Domínguez. Sin embargo, la relación laboral de Columba y Emilio terminó debido a que ella no estaba conforme con que sólo la encasillaran en papeles de índole indígena.

Columba Domínguez participó aproximadamente en 54 películas en México, España e Italia de entre las que destacan Pueblerina (1949), L’Edera (1950), Reportaje (1953), Ladrón de cadáveres (1956), Río y Muerte (1955), Pan, Amor y… Andalucía (1959), Ánimas Trujano (1961), Víctimas de la pobreza (1986), sin mencionar su  trayectoria y el aporte que realizó en la pantalla chica como fue el caso de las telenovelas El carruaje (1972) y Los ricos también lloran (1979).

Bajo la batuta de “el Indio Fernández”

Como se pudo observar anteriormente, las tres divas trabajaron con Emilio Fernández y, gracias a ello, se dieron a conocer o su carrera se catapultó no sólo en México, sino en América Latina. Por lo que, de cierta manera, se podría decir que “el Indio” fue quien les ayudó a conseguir la internacionalización o las apoyó  en el camino hacia otros países. Asimismo, otro factor que tienen en común las tres actrices, además de su espectacular y característica belleza, fue que sirvieron de musas de Fernández durante su cruzada en la filmografía nacional mediante el género ranchero o de la temática revolucionaria ya que, como es sabido, fueron dos temáticas que le interesaban y plasmó ampliamente, pues también fue ferviente promotor de la corriente intelectual del indigenismo.

 En este punto resulta interesante cómo fue la incursión de cada una de las divas en sus películas, pues en el caso de Dolores del Río, cuando se instaló en México, en Estados Unidos era considerada la versión femenina de Rodolfo Valentino, uno de los mayores sex symbols de la época, además de que, según algunos biógrafos de Fernández, sentía cierta admiración por su trabajo en Hollywood, motivo por el cual, decidió otorgarle papeles protagónicos que romperían, de cierto modo, el estilo de película y personajes a los cuales estaba acostumbrada a interpretar.

Para María Félix, la situación fue un poco diferente, pues ella estaba más familiarizada con las temáticas que se abordaban en el cine mexicano, mas eso no fue motivo para tener un gran desafío en las películas de “el Indio”. Debido a la estilizada belleza de María Félix, logró representar con mayor facilidad las temáticas relacionadas con la Revolución Mexicana, momento de suma importancia para Fernández, ya que él participó activamente en el movimiento armado, y  el fuerte temperamento de “la Doña” la colocó como todo un ícono femenino que daba vida a mujeres poderosas. Sin embargo, su interpretación de Maclovia en la película homónima hizo posible que María Félix se diversificara profesionalmente.

El caso de Columba Domínguez fue diferente ya que, ella fue descubierta y encaminada por Emilio Fernández en los subgéneros indigenista y  posrevolucionarios en los que, por un tiempo, se le encasilló y gracias a los cuales adquirió la experiencia y herramientas histriónicas suficientes para trabajar con otros directores de la talla de Julio Bracho, Ismael Rodríguez o, incluso, Luis Buñuel, con quienes desarrolló el resto de sus habilidades y, con ellas, el reconocimiento internacional.

Por último, es importante recordar que, así como sus musas inspiradoras y actrices principales, Emilio Fernández no sólo creó a los míticos personajes de sus películas, sino que ayudó a crear el mito viviente de cada una de ellas, pues es difícil creer que sin el apoyo y empuje que el cine mexicano tuvo a mediados del siglo XX las carreras de Dolores del Río, María Félix y Columba Domínguez hayan llegado tan lejos o tenido el alcance internacional que trabajar con él les brindó, por lo que, si bien, él no las creó, sí aportó parte de él mismo para que ellas brillaran y destacaran más.

Bibliografía

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/rio.htm

http://www.mariafelix.com.mx/vida.html

https://elpais.com/cultura/2018/04/08/actualidad/1523172333_865535.html

https://www.ecured.cu/Columba_Dominguez

https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/emilio-el-indio-fernandez

[1] Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/rio.htm

[2] http://www.mariafelix.com.mx/vida.html

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