Charles Bukowski: en persona y personaje

A lo largo de la historia de la literatura encontramos autores con ideas que, si bien no logran conectar con nosotros, tampoco nos resulta del todo ajeno su discurso. Hay otros que conocemos por recomendación de amigos y, finalmente, existen aquellos a quienes logramos amar con cada línea leída. Charles Bukowski es, quizás, el escritor en el cual se mezclen estos pensamientos, sin embargo, resultaría difícil mantenerte tan firme en el gusto cuando te enteras que lo escrito es muy similar a lo vivido.

Lo anterior mencionado va en contra de todo el estructuralismo literario, en específico, aquel que está en pro de la muerte del autor, es decir, Roland Barthes y sus secuaces. Pienso que ir a la contra en este texto es lo menos que se puede hacer cuando hablas de uno de los máximos exponentes del dirty realism.

Henry Charles Bukowski nació en Andernach, Alemania, pero su familia se dirigió a Estados Unidos cuando era muy pequeño. Él ha sido uno de los exponentes más importantes de la literatura norteamericana en su género, pues fue un prolífico narrador y poeta, además realizó adaptaciones para guiones cinematográficos como es el caso de la película Barfly.

Entonces, ¿qué se puede decir ya de Bukowski? La respuesta es amplia, hay quienes dirán que era un buen o mal escritor, otros mencionarán que no había mucho de inteligente en su obra pues era un retrato de su vida y algunos más lo tacharán de fascista, porque sí, ya varios lo hicieron antes. Sin embargo, hay una línea que Henry o Hank, como le gustaba que lo llamaran, supo sobrepasar y esa es la de la ficción.

Es verdad que mucho de lo que Hank Bukowski escribió en sus relatos y novelas tiene que ver con su vida, pero esta vez interpretada por un tal Henry Chinaski y si quisiéramos hablar sobre cada aspecto de ella, podríamos recurrir a leerlo, sin embargo, hoy estamos aquí porque, después de cien años del nacimiento de tan tremendo escritor, hay un diálogo que se pierde y ése es sobre su poética.

Líneas arriba mencioné el género dirty realism sólo que, en lugar de recurrir a la voz de algún estudioso para definirlo, será preciso ir a la entrevista que lleva por título Lo que más me gusta es rascarme los sobacos[1], la cual fue realizada por Fernanda Pivano y es ahí donde Bukowski nos habla de cómo él entendía el arte de escribir.

Muchos académicos le atribuyen a Raymond Carver y a John Fante el nacimiento del realismo sucio. Más allá del origen, Charles Bukowski sí atribuye que su estilo se gesta con la influencia de Fante y menciona que, para él, escribir tiene que ser sencillo hasta que se sienta que ya no habría nada que escribir y, sin más, atina a decir lo siguiente:

Siempre lo digo en entrevistas, sí. Lo leí [a Fante] cuando tenía unos dieciocho años y me dije: “Este sí que sabe escribir”[…] Lo primero que leí fue Ask the Dust. Y me gustó tanto que hace poco me puse a hablar de él y ahora John Martín, mi editor, lo ha reeditado.[2]

Aquí está un primer vestigio de aquello que hizo que Hank comenzara a percibir aquel estilo o género. Ya entrados en materia, Bukowski revela un poco más sobre cómo se debía escribir: “Pues sí, Fante tiene ese modo de escribir fácil y permite que entren un montón de emociones”.[3]

Aunado a lo anterior, Charles comentaba que el único fallo de John Fante era que no estaba loco y, afirmó, que la locura debía ser algo distintivo en un escritor. Si recordamos un poco las novelas de Bukowski, podríamos encontrar un tipo de locura muy particular, la cual se conjunta con el alcoholismo. Dicha mezcla es la locura del hombre que se siente realmente fracasado y, cuando logra ser relativamente respetado entre el gremio intelectual, decide continuar con los mismos hábitos y con la misma personalidad.

Con todo lo mencionado, lo que podemos decir es que, en efecto, Charles Bukowski sí narra sucesos de su vida en las novelas y, más allá del pacto ficcional que el lector hace con el texto, está el hecho de que tanto Chinaski como Bukowski parecieran la misma persona y es ahí donde se encuentra el genio de este viejo indecente, es decir, el escritor construyó a su personaje a su imagen y semejanza. Sin embargo, el personaje cobró “vida” a través de la persona con cada entrevista de televisión donde se emborrachaba o en cada lectura de poemas donde diversos grupos iban a gritarle alguna maldición o, simplemente, cuando escribía ebrio y a máquina:

Oh no, nunca escribo a máquina por las mañanas […] subo un par de botellas y me pongo a escribir a máquina. Empiezo a eso de las nueve y media y sigo hasta la una y media, las dos, las dos y media de la noche y así. Sí, al final lo reescribo sin beber para que quede más claro porque cuando lo he escrito por vez primera estaba borracho, luego me emborracho de nuevo para ajustar la parte que he escrito cuando estaba borracho. Me emborracho para corregir la parte borracha y funciona.[4]

La cita anterior es la forma en la que el autor describe su proceso creativo, sin embargo, como mencioné, pareciera que hay una casi inexistente línea entre autor y personaje:

Estaba intentando escribir mi primera novela. Me bebía una botella de whisky y una docena de cervezas cada noche mientras escribía. Fumaba puros baratos, le pegaba a la máquina de escribir y escuchaba música clásica en la radio hasta que amanecía. Me había fijado un mínimo de diez páginas por noche, pero hasta el día siguiente, nunca podía saber cuántas páginas había escrito. […] Por supuesto, el trabajo de cada noche tenía que ser corregido o tirado a la basura. Me llevó veintinuna noches escribir mi primera novela.[5]

Las poéticas no son más allá que la forma de cómo un autor concibe su método de escritura y a la literatura misma, sin embargo, no hay nada más satisfactorio para el lector que cuando puede confrontarla con la obra misma y darse cuenta de qué tan cierto es lo que dice con lo que escribe, no sólo al establecer datos biográficos, pues Bukowski no está haciendo una biografía, sino que logra ficcionalizar sus vivencias hasta el punto donde autor y personaje se funden en uno mismo y, cual Quijote, hace que la aburrida realidad tome esos tintes de literatura que todo perdedor busca en su senda del día a día.

[1] Pivano, F. (1982). Lo que más me gusta es rascarme los sobacos. F. Pivano entrevista a Bukowski. Anagrama, Barcelona.

[2] Ibid p 82

[3] Ibid p 87

[4] Ibid p91

[5] Bukowski, Charles. (1979). Mujeres. Anagrama, Barcelona, pp 5-6.

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