Rastros de Truman Capote: la autobiografía

 

En la memoria guardo mi propio cementerio personal, mi propia galería de retratos. Enmarcados en negro. 

Svetlana Alexievich[1]

La autobiografía ha sido instaurada como los sucesos que viven los seres humanos en los campos socioculturales. Campos que han permitido conocer sus posturas culturales, políticas, económicas y sociales, frente a una nación o el mundo. Desde esa perspectiva, los sujetos adquieren posturas críticas y propositivas de los eventos que los permean.

Lo anterior lleva a recordar que la biografía equivale a: bios = vida y graphein = descripción, posesionándose como una narración sobre la vida de una persona que es realizada por un tercero. Es decir, que el autor de la biografía se le conoce como biógrafo y al sujeto estudiado como biografiado. Entonces, el biógrafo cuenta todo lo que le ha sucedido a una persona desde que nace hasta que muere. Eventos como la historia de su familia, estudios, amores, posturas sobre la vida, etc.

Además, Pujadas (2002), establece en palabras de la doctora en Sociología Aurora Rojo que:  

El género biográfico tiene una larga tradición en la historia de la cultura, que se remonta a las épocas griega y latina, aunque sea en el siglo XVII cuando entra a formar parte de la terminología científica. Las primeras manifestaciones literarias de carácter biográfico, que se remontan a varios siglos antes de Cristo, recreaban la vida de determinados tipos humanos o de personajes insignes. Se podía considerar que se ajustaban a lo que hoy denominamos biografías. La aparición de la autobiografía, otro de los materiales biográficos más importantes, es más tardía, y corre paralela a la formación de la identidad en el ser humano mediante un proceso de autoconciencia que se manifiesta en la escritura.  Pero históricamente la definición de la biografía es: “una elaboración externa al protagonista, normalmente narrada en tercera persona, ya sea sobre una base exclusivamente documental, ya sea mediante una combinación de documentación, entrevistas al biografiado a otras personas de su entorno” p. 37

En esa misma línea, la autobiografía es la biografía de una persona escrita por ella misma. Se diferencia de la biografía en que ya no es un tercero el que averigua la vida del otro, sino que el sujeto habla acerca de sí. De esa manera la autobiografía se convierte en un espejo. Un espejo que puede ser peligroso si se tiene en cuenta que en la biografía el biógrafo podrá desenmascarar o estar en desacuerdo con su biografiado, pero en la autobiografía, quizás lo más seguro es que no se hable mal de sí mismo.

De esas circunstancias nace el hecho que voces como la del escritor norteamericano Truman Capote narre su autobiografía así:

“Mi vida, al menos como artista, puede proyectarse exactamente igual que la gráfica de la temperatura: las altas y bajas, los cielos claramente definidos. Empecé a escribir cuando tenía ocho años: de improviso, sin inspirarme en ejemplo alguno. No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese. Pero el caso era que sólo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar zapateado y hacer dibujos. Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse.

Pero, por supuesto, yo no lo sabía. Escribí relatos, aventuras, novelas de crímenes, comedias satíricas, cuentos que me habían referido antiguos esclavos y veteranos de la Guerra Civil. Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil, pero brutal.  ¡Y, después de aquello, cayo el látigo!  Así como algunos jóvenes practican el piano o el violín cuatro o cinco horas diarias, igual me ejercitaba yo con mis plumas y papeles. Sin embargo, nunca discutí con nadie mi forma de escribir, si alguien me preguntaba lo que tramaba durante todas aquellas horas, yo le contestaba que hacia mis tareas. En realidad jamás hice los ejercicios del colegio. Mis tareas literarias me tenían enteramente ocupado…

Al cumplir diecisiete años, era un escritor consumado. Si hubiese sido pianista, habría llegado el momento de mi primer concierto público. Según estaban las cosas, decidí que me encontraba dispuesto a publicar.  Envié cuentos a los principales periódicos literarios trimestrales, así como a las revistas nacionales que en aquellos días publicaban lo mejor de la llamada ficción “de calidad” …, Y en tales publicaciones aparecieron puntualmente mis relatos.”  P. 25

En efecto, la autobiografía es una narración de hechos reales que adquieren un toque fantástico e inspirador en los lectores. Esto ocasiona que no sólo se convierta en una relación de fechas y momentos, sino una introspección, un viaje entre el pasado y el presente lleno de lugares encantadores y, en algunos casos, insondables. Se recordará, por último, que las autobiografías son acontecimientos que les permite a los lectores acceder a mundos reales y mágicos.

Es decir, que la autobiografía se posesiona como una narración retrospectiva en la que un narrador se identifica plenamente con el personaje principal, develando su identidad actual sobre sus vivencias pasadas. Vivencias que se construyen desde una imagen previa del autor, abarcando todo el desarrollo de su vida compuesta por recuerdos y contradicciones que genera una consolidación de ese “yo, “logrando posesionar una postura crítica y propositiva del mundo.

En conclusión: aciertos y desaciertos de su camino. La invitación es leerlas y adentrarse en mundos posibles que es finalmente, el proceso de lectura.

Referencias bibliográficas

Bolaños, C. S.; Cadavid, M. J. H; Martínez, L. J. y Sánchez, L.C. F. (1996). Lengua Castellana 11. Bogotá: Grupo Editorial Norma Educativa S.A.

Capote, Truman. (1984). Música para camaleones. Barcelona: Editorial Bruguera.

Pujadas, J.J. (2002). El método biográfico: el uso de las historias de vida en las ciencias sociales. Madrid: Centro de investigaciones Sociológicas. Segunda edición.

[1]Escritora, novelista y periodista ucraniana, autora de La guerra no tiene rostro femenino (1983), Últimos testigos (1985), Los muchachos de zinc (1991), Voces de Chernóbil (1997) y El fin del Homo sovieticus (2013).

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