Nahui Olin, transgredir para vivir

 

¿En dónde encontramos hoy a Nahui Olin? ¿Qué nos dejó para que pudiéramos seguir hablando de ella? ¿O porque se habla ahora de ella? Quizá no nos percatamos, pero Nahui fue una pionera para muchas, fue una pionera del deseo. En donde el deseo, además de expresarse por medio del cuerpo, fue también el motor para realizar cada una de sus actividades. Ese vehículo, que difícilmente pudo entenderse en su tiempo, es lo que desata cada uno de los propósitos que se tienen en la actualidad.

Nahui era la batuta del saberse una mujer deseada y guapa, exploró y plasmó todas esas características a través de la pintura, la poesía, la fotografía y el arte en general, ya que ese fue su principal medio por donde se desenvolvió y la vía por la cual explotó todas aquellas restricciones que tenía su género para los inicios del siglo XX.

El primer nombre con el que se le bautizó a Nahui Olin fue el de Carmen Mondragón, quien nació en 1893 en el barrio de Tacubaya. Nahui vivió en España los primeros años de su vida por el trabajo de su padre, el general Manuel Mondragón. Años después regresaría a la Ciudad de México para contraer matrimonio con Manuel Lozano (miembro del grupo de los Contemporáneos) en 1913 de quien se separaría casi 10 años después. Su matrimonio lejos del tormento también sería una posibilidad de  apertura al mundo del arte, donde coincidió con figuras destacadas del sector artístico de aquella época.

Este conocimiento del mundo artístico no sería nuevo para Carmen Mondragón, la educación y posición de su familia le permitió tener acceso a distintas artes. Sin embargo, en este momento de su vida, su personalidad sería quien le dejaría claro a más de uno que sus ideas eran demasiado distintas a los cánones de la época. Nunca tuvo problema en reconocer su belleza, es probablemente el mejor acto de deseo que podemos ejercer y del cual, Mondragón fue maestra. Fue tal el impacto de su belleza que, como bien dicen en algunos cuentos, tuvo un flechazo a primera vista con Gerardo Murillo quien la bautizaría por segunda ocasión.

Nahui Olin nació en 1921, cuando Gerardo Murillo “Dr Atl” la nombró así haciendo alusión al perpetuo movimiento en náhuatl. A partir de este momento apropiaría ese nombre para su desarrollo artístico. En ese entonces sólo se le consideraba de dos formas, una mujer provocadora y una mujer adelantada. Si bien, este último carácter puede denotar muchas otras cosas, lo cierto es que Nahui tenía un gusto y poder admirable sobre su cuerpo, y su capacidad de hacer de él un medio del arte. Fue la modelo de varios pintores que conoció, el retrato de lo erótico en los cuadros de Diego Rivera por ejemplo y el retrato de unos ojos azules profundos que Murillo pintó durante mucho tiempo.

El espacio que compartió con el Dr. Atl en la ciudad le permitió desarrollar su etapa fructífera de poeta.[1] El claustro del ex convento de la Merced, en la zona oriente del centro histórico, fue el escenario de su desarrollo y del espacio artístico compartido con Murillo. Se les permitió vivir a ambos en la azotea del inmueble en donde cada uno convertiría ese lugar en su taller. Nahui tendría el lugar y el tiempo para desarrollar su faceta de escritora, una de las tantas profesiones que tuvo.

Sin duda sus fotografías fueron uno de los escenarios que se mantienen más vivos de Nahui Olin, una serie de fotos tomadas por Antonio Garduño mostrarían una cara de la poeta de la que nunca tuvo reparto en mostrar. La sexualidad de una mujer como Nahui así como el retrato de lo erótico fue el distintivo de aquellas fotografías. Por otro lado, Edward Weston se dedicaría a hacer los retratos más conocidos de la modelo, en los cuales sus ojos y corta cabellera destacan entre todo lo demás.[2]

Cada una de las fotografías de la artista dejó ver su modo de entenderse, los arcos que hacía con su cuerpo, las poses, la muestra de su cuerpo sin ninguna restricción era también como ver su personalidad. Un temperamento fuerte tenía que ser el ideal para una mujer como ella, que no permitió los engaños de Murillo, fue la poesía el arma que le dejó vaciar todo ese coraje, la escritura siempre fue su aliada y lo dejó claro con todas las notas que posteriormente fueron expuestas. Así como ese método le dejó desahogarse, sería también la manera en que dejaría pequeñas muestras de sus emociones. Se dice que Nahui Olin siempre fue una mujer misteriosa, mágica, “loca”, muy al borde de la melancolía, aspecto que probablemente desarrolló en sus últimos años en plena soledad.

Este carácter artístico y literario, le permitió también enseñar. Es probable que eso haya sido uno de los momentos más sutiles de la vida de Nahui, su pasión por la enseñanza y el gusto por la misma. El ámbito de la educación le dejaría tener una vida más tranquila pero no por eso menos pasional. El deseo nunca desapareció, ni por ella ni por lo que hacía. Nahui, dejó un legado, una cronología de ese gusto a través de sus pinturas, de la representación de los cuerpos, de los sitios en donde amo, en donde sufrió y por supuesto, de todo lo anterior englobado en sus ojos.

Nahui Olin, considerada como una transgresora de su época, es en realidad una de las pocas escritoras que gozó con la sexualización de las palabras, porque para ella la vida no se explicaba sin la pasión de rebasar los límites establecidos.[3] En cierto sentido, Nahui guarda cierta semejanza con Pita Amor, una mujer que también fue la representación del deseo, que deambuló por las calles y que lamentablemente, al final de sus días, el reconocimiento que se les dio fue casi nulo. Pasaron décadas para que se les diera el reconocimiento que siempre merecieron, para que se le diera una lectura distinta a la vida de una artista como lo fue Nahui. Ella por fortuna fue una transgresora, sin el propósito de serlo, sino por el mero hecho de abrazar y vivir de todo aquello que deseaba.

[1] Javier Aranda Luna, “La otra Nahui Ollin” en https://www.jornada.com.mx/2018/05/30/opinion/a04a1cul consultado el 10 de enero de 2021

[2] Osorio, Alejandra, “Nahui Olin: ¿Una mujer de tiempos siempre por venir?” en Revista de Humanidades: Tecnológico de Monterrey [en línea], 2004, p. 9, Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=38401707, consultado el 12 de enero de 2021

[3] Patricia Rosas Lopátegui, “Nahui, Antonieta y Nellie: transgresoras del siglo XX” en http://www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/28_iv_feb_2010/casa_del_tiempo_eIV_num28_02_06.pdf, consultado el 10 de enero de 2021

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