Emily Dickinson: el amor y la cotidianidad

 

Hace algún tiempo seguí las recomendaciones de Xavier Villaurrutia y comencé a leer a Emily Dickinson. Villaurrutia aseguraba que ella era la madre de la poesía moderna y como pareja de letras, mas no de matrimonio, iba a su lado Walt Whitman. El epíteto lo tiene más que merecido, sin embargo, no me dejó de sorprender pues la crítica literaria suele menoscabar el trabajo de las mujeres.

En ese sentido hemos visto que muchos críticos (no es el caso de Villaurrutia) superponen la vida de los autores sobre la obra misma. Sin embargo, al hablar de Emily Dickinson la cotidianidad es lo que resalta y no en un sentido tedioso o rutinario, sino que, en sus poemas, Emily vuelve apasionante eso que observamos todos los días.

Alberto Blanco habla sobre la solitaria vida de la autora estadounidense y menciona que no hubo grandes acontecimientos. Sin embargo, la intimidad y la soledad parecen ser los ingredientes principales de la obra de Dickinson aunados a una estructura poética poco tradicional. Blanco refiere lo siguiente:

Primero, es engañosa por hacernos creer que se trata de una poesía tradicionalista [la de Emily]- en un sentido peyorativo y atildada, cosas que no es verdad, pues encontramos con frecuencia irrupciones de una poética sumamente moderna, tanto en la rima como en el metro, tanto en la sintaxis como en la puntuación.[1]

De la mano de lo anterior, Blanco comenta que, pese a que se tildó de religiosa a la obra de Emily -cabe señalar que su padre era un hombre “puritano de rancio abolengo, muy estricto y distante”- la obra de la poeta estadounidense tiene sus contradicciones y muchas veces pareciera caer en el escepticismo.

A continuación, analizaremos breves poemas que tienen como tema la intimidad y la soledad.

The Robin for the Crumb

Returns no syllable

But long records the Lady’s name

In silver Chronicle

Por las migajas que recibe

El petirrojo no dice nada

Pero anota el nombre de la Dama

En su Crónica plateada

Las aves, en especial el petirrojo, son recurrentes en la poesía de la escritora de Massachusetts y suelen servir para generar la imagen poética del amante no correspondido. Como veremos en los siguientes versos, el amor es aquello inalcanzable que con el tiempo se puede volver una reliquia o algo anticuado.

We outgrow love, like other things

And put it in the Drawer –

Till it an Antique fashion shows –

Like Costumes Grandsires wore

 

Guardamos el amor en el Armario

Pues también el amor nos queda chico  –

Hasta que cobra un aire de Anticuario –

Como las Ropas de algún Viejo Rico.

El amor no correspondido y la de la soledad se vuelven presentes en el poema anterior, ya que esa pérdida del interés y la idea de lo desechable nos hace pensar que podemos simplemente desencantarnos del amor cual si fuera ropa vieja.

Este tópico de guardar el amor no sólo nos habla de soledad o desapego sino que el concepto es más cotidiano de lo que solemos verlo representado en la literatura, es decir, no es Psique (la razón) quien combate a Eros, sino es la misma cotidianidad o la costumbre quien lo derrota.

Este es un breve acercamiento a la poesía de la madre de la poesía estadounidense moderna. La invitación es a seguir descubriéndola en las facetas donde tuvo que escribir para iluminar los espacios en los que habitó. Emily Dickinson es quien prueba que la poesía es lo único que nos puede salvar.

[1]Dickinson, Emily. (2010). 55 poemas, trad. Alberto Blanco, Hiperión: España p13

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