Helena Beristáin: la mentora que todos necesitamos


Yo soy egresada de Letras. Quizás esta sentencia no dice mucho, pero quienes han pasado por esa licenciatura o aún lo están saben lo que significa. Como en muchas carreras universitarias, los estudiantes entran con estándares «muy elevados», creyendo incluso que serán los siguientes Cortázar o Borges – porque ¡claro! se les llama por su apellido-, pero no hay pensamiento más ingenuo que el de un novato.

Esta idea un tanto pueril por el sueño de entregar un título universitario en casa comienza a desdibujarse cuando nos enfrentamos al plan de estudios. Vi los rostros de decepción y desesperación de compañeros que no eligieron Letras como primera o segunda opción, de aquellos de quienes fue su segunda elección y también los de los otros que por decisión propia estaban ahí.

Todos asustadizos buscaban urgentemente alguien que los ayudara a comprender los tecnicismos de la clase: ¿la meta qué?, ¿el narrador omni… por qué? y más etcéteras. Ahora bien, cuando se hablaba de analizar un cuento o un poema la desesperación se convertía en ansiedad, en especial si era un poema de métrica apenas aprendida y de temas muy complejos semánticamente. Las «alegorías» y las «metáforas» eran palabras atemorizantes para esas generaciones (y no olvidemos que también eran las menos comprendidas y peor utilizadas).

El panorama suele parecer poco prometedor para las futuras generaciones, sin embargo, el nombre que un estudiante de Letras o un interesado en la literatura no debe olvidar es Helena Beristáin. Ella, quien fuese no sólo la mentora de muchos «famosos», sino también una eminencia para la UNAM, fue y será la que funja como Virgilio y Beatriz en este gran viaje rumbo al título de Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas.

Beristáin, la de las muchas respuestas

Helena Beristáin no fue mi profesora, sino que los de mi generación la conocimos como lectura obligada para entender lo que estábamos haciendo. Nació un 15 de noviembre de 1927 y falleció un 5 de diciembre de 2013 cuando yo apenas estaba en los primeros semestres. Vi muchas caras tristes entre mis profesores y en ese momento no sabía bien el porqué.

Según la Enciclopedia de la Literatura en México (ELEM), Helena Beristáin se graduó de la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas, tenía dos maestrías, una en Biblioteconomía y otra en Letras, y se doctoró con la Gramática Estructural de la Lengua Española. Fue profesora e investigadora en la UNAM, tanto en preparatoria como en los institutos más importantes como el de Filológicas.

Hasta este punto no he dicho por qué ella es la institución de las letras en sí misma. Sé que esto suena a mucha zalamería como se acostumbra en los periódicos o medios digitales, pero no lo digo solamente yo, lo dicen muchos. En esta ocasión, elegí las palabras de Carlos Monsiváis para comenzar a explicar su legado:

Recuerdo […] a doña Helena que nos lanzaba por los vericuetos de la literatura universal. Me acuerdo de su cuaderno de notas, y del énfasis con que nos invitaba a la lectura. Ella resumía con cuidado los libros que recomendaba, en ese momento casi todos de la literatura española del siglo XIX y sus alrededores: Pérez Galdós (mi gratitud por Doña Perfecta), Leopoldo Alas Clarín (mi gratitud imperecedera por La Regenta), el padre Coloma (un leve resentimiento que se disipó hace mucho), Emilia Pardo Bazán (aquí debía funcionar el Alzheimer selectivo pero me acuerdo de Los pasos de Ulloa), y luego, Pío Baroja y falsos próceres como Pereda.

Es inútil que yo le exija demasiado a la memoria. Sé que gracias a la maestra inicié sesiones maratónicas de lectura a fin de cuentas muy formativas; sé que mis compañeros no leían prácticamente nada (y que me digan que ahora es cuando no se lee), y sé que gracias a tres maestros comprobé lo evidente: sin la lectura jamás se unifican las palabras.*

Muchos son los elogios que recibió en vida y múltiples los premios que merecidamente le otorgaron. Esta simple nota se llenaría con la cantidad de dichos galardones y por eso nos saltaremos esa parte. Ahora, iremos a lo verdaderamente importante, es decir, su obra. Aquí me permitiré con mucha subjetividad cómo es que sus libros me guiaron en el camino de las letras.

Diccionario de Retórica y Poética (1985)

Este diccionario es una gran compilación no sólo de tecnicismos literarios, sino de teoría y autores que, semestre tras semestre, conoceremos. Es el Baldor para los que se quieren adentrar desde lo básico hasta lo complejo en términos tanto de lingüística como de literatura. Lo mejor de esto es que lo edita Porrúa y muchos logramos conseguirlo.

Gramática estructural de la lengua española

Como se mencionó, este libro fue la tesis doctoral de Helena Beristáin. Lo editó la UNAM y suele ser accesible.  A mí me ayudó a comprender esas categorías gramaticales que desde primaria nos enseñan, pero de las que no solemos ser muy conscientes hasta que llegamos a estudiar la lengua. Quizás no es la gramática que los profesores prefieren, pero sus explicaciones son valiosas.

Gramática Helena Beristáin

Análisis estructural del relato literario ( 1982)

Este libro es el que salva a todo estudiante de letras cuando de análisis se trata. La claridad con la que logra transmitir al alumno el paso a paso que muchos otros autores han implementado para el análisis disfraza la complejidad que hay detrás de sus ideas. Realmente la labor teórica de este texto es enorme y tristemente es difícil de conseguir.

Análisis e interpretación del poema lírico (1989) 

Además del despliegue de sabiduría y teoría literaria donde Roman Jakobson es explicado con verdadera lucidez, es un texto al que personalmente le tengo gratitud. Sin él mi tesis no hubiera sido posible. Desde el inicio tomé su mano imaginaria con el Diccionario y me aferré hasta este libro donde encontré las respuestas que para mí eran muy difíciles. Trágicamente este texto también es complicado de conseguir.

Después de analizar la labor teórica, literaria, editorial, docente y más de Helena Beristáin me hace pensar que, como en algún momento leí, las verdaderas madres de la literatura están disfrazadas de profesoras en un salón de clases, pensando y repensando sus maravillosas teorías para forjar verdaderos profesionales.

Hoy, después de una tesis, quise escribir este texto por gratitud a la eminencia que fue doña Helena, pero también por un sentimiento de esperanza de ayudar a quienes, como yo, están librando sus batallas literarias. Ojalá los ejemplares sean suficientes en las bibliotecas.

 

* Texto leído durante el homenaje a Helena Beristáin en el marco de la celebración de los 30 años del Seminario de Poética. Tomado de: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-30822008000200025

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