Alfonso Reyes y su Apolo o de la literatura

“Mientras exista una palabra hermosa, habrá poesía”

Alfonso Reyes

Desde el inicio de su historia, la literatura ha acompañado a la humanidad como testigo de su conciencia y evolución. El registro literario más antiguo lo tenemos con el poema épico de La epopeya de Gilgamesh, que data aproximadamente del año 2500 antes de Cristo y relata en verso las aventuras del rey Gilgamesh. 

Es así como la primera gran intención literaria nace con un desarrollo de personaje, una historia que marca un camino pero, sobre todo, con una intención de utilizar la lengua como algo más que sólo un sistema de comunicación.

Hasta este punto podríamos preguntarnos: ¿qué es lo que hace que algo sea literatura? ¿Existe un ingrediente secreto para que un texto o una conversación cualquiera puedan ser considerados como literarios? Muchas han sido las personas encargadas de reflexionar  estas cuestiones. Desde los clásicos como Platón, hasta voces más cercanas como Jean Paul Sartre, María Zambrano, Terry Eagleton, Roberto Calasso, entre muchos otros nombres. Pero, por supuesto, esta intención no trata de reducir la literatura a un conjunto de reglas estériles, sino de dilucidar las casi imposibles fronteras de una de las artes más importantes de la humanidad. 

Bajo esta visión, el poeta, ensayista y diplomático mexicano Alfonso Reyes escribió uno de sus textos más recordados y que ha servido como base de numerosos estudios literarios, me refiero al ensayo «Apolo o de la literatura» (1940) (que puedes leer aquí). Tras varios años de amasar una vasta obra que se encarga de la literatura clásica griega y la poesía de los Siglos de Oro, el “regiomontano universal” dio forma a sus reflexiones en 32 importantes puntos que conforman el ensayo. 

«Apolo o de la literatura» apareció por primera vez en el libro La experiencia literaria de Alfonso Reyes

Los 32 puntos del «Apolo o de la literatura» de Alfonso Reyes

A continuación repasamos las ideas generales de cada argumento que Reyes establece en su ensayo para acercarse a la definición de lo literario.

1. Las principales actividades del espíritu son la filosofía, que se ocupa del ser; la historia y la ciencia, que se ocupan del suceder real; y la literatura, que se ocupa de un suceder imaginario pero integrado de elementos de la realidad. En cuanto a la literatura, ésta se conforma de un valor de significado y un valor formal. Es decir, mientras que el valor de significado se ocupa del suceder imaginario o la ficción, el valor formal se ocupa de una intención estética. Así puede definirse que la literatura está conformada por dos grandes intenciones: la ficción y la forma.

2. El término ficción es ideal porque no sólo imita, sino que añade nuevas estructuras a una historia (improbables o probables). Además, su intención es desentenderse del suceder real y producir una realidad subjetiva. Así, Reyes llama a la literatura: “la verdad sospechosa”.

3. La intención de la ficción no es contar algo porque realmente existiera, sino por lo interesante de que haya acontecido. Esa es la diferencia de la historia frente a la literatura.

4. Sin intención estética no hay literatura. Así Reyes señala que puede haber una intención estética en cualquier otra disciplina, pero sólo la literatura puede calificarse como tal por su carácter humano.

5. La experiencia contenida en la literatura aspira a ser comunicada. Aunque hay una intención estética que apunta a la expresión, la intención literaria es también comunicativa. Reyes explica que nadie escribe poemas para leerlos en soledad a menos que sea una sesión parapsicológica.

6. La expresión y comunicación que genera la literatura crea como efecto la belleza. Esto también es posible gracias al uso del lenguaje y su triple valor: la gramática, la fonética y la estilística.

7. Todo ente literario está destinado a reinventarse con cada lectura, pues las representaciones y procesos mentales y lingüísticos son distintos para cada persona. No hay una fórmula o una regla establecida en la literatura.

8. En este punto el autor hace una pausa para establecer una convención verbal y llamar indistintamente al hecho literario o poético como literatura y al creador como poeta.

9. Es importante distinguir la diferencia entre emoción poética y poesía. La primera es anterior al poema, mientras que la segunda es la emoción concretada. Para el poeta es importante saber transformar su emoción en poema para que este efecto pueda ser transmitido al lector por medio del poema.

10. La poesía es un desajuste en el lenguaje, un combate que busca crear un lenguaje dentro del mismo. Asimismo, la poesía trata de inventar las palabras para lo que no ha podido ser dicho.

11. Existen tres funciones en la literatura: drama, novela y lírica; y, a su vez, existen dos modos: verso y prosa. Las combinaciones son interminables y brindan a la literatura una gran versatilidad de temas y tratamientos.

12. No hay que confundir las funciones drama, novela y lírica con géneros. Estos últimos sólo son maneras de estratificar las costumbres de la época o de una escuela literaria. Por ejemplo, el drama heroíco, la novela costumbrista o la lírica creacionista.

13. Reyes aprovecha el punto para argumentar por qué el drama ateniense es el más perfecto, ya que contiene las tres funciones literarias: el drama, que representa las acciones que realizan los héroes; la novela, que brinda al lector los sucesos no escénicos o pasados que se representan con los prólogos o mensajes; y la lírica, que se representa con el coro y expresa los sentimientos de los personajes involucrados.

14. En este apartado el autor vuelve a advertir sobre las confusiones entre emociones y ejecuciones y plantea las posibilidades de hibridismo entre el drama, la novela y la lírica.

15. A pesar de la tendencia a una lírica pura y que la expresión sea la prioridad de la poesía por medio del verso, también es importante atender cada una de las cualidades de las funciones literarias (punto 11): la acción del drama, la psicología de la novela y la expresión de la lírica.

16. El drama y la novela se emparientan por su naturaleza episódica, mientras que la lírica se aparta de ambas para definirse por su función entre el sueño y el pensamiento.

17. La lírica no es libertad puesto que se sujeta a las leyes más difíciles de la lengua, y aún más cuando se piensa en el verso. Más bien es liberación, una exigencia de imponerse cánones sin necesidad práctica. Es así como la Poesía Pura es la Servidumbre Voluntaria (las mayúsculas son de don Alfonso).

18. Es importante conocer la naturaleza del verso y la prosa. Mientras que la primera se encarga de asuntos plenamente líricos, la segunda está más enfocada en la función discursiva de la lengua.

19. No hay una preferencia jerárquica entre verso y prosa, más bien, se diferencia por el uso de la lengua. El verso es conocido por su intención estética, mientras que la prosa por su acercamiento a la lengua común.

20. A diferencia del lenguaje poético y el coloquio, existe el lenguaje científico, cuyo objetivo es esclarecer la subjetividad que provoca la palabra y reconocer la realidad en algoritmo y fórmulas, como, por ejemplo, el lenguaje matemático.

21. Hay que tener presente también la historia literaria, sin embargo, no hay que ceder ante las divisiones generales por épocas o por nacionalidades, más bien, el ejercicio de identificar géneros, escuelas, movimiento y hasta modas sirve más para identificar el fenómeno literario.

22. Sobre el punto anterior, pueden destacarse cuatro puntos importantes: 1) la literatura universal como un catálogo utópico de todo lo que se ha escrito. 2) Las historias literarias de épocas, movimientos, temas o corrientes mentales. 3) La literatura comparada, que atiende a las influencias literarias en otros textos. 4) La literatura mundial, es decir, aquellas obras que aún influyen en nuestra sociedad.

23. A pesar de la naturaleza vocal de la poesía, en el que la canción y el poema son los únicos vestigios de las historias, es necesario un índice y nombres de obras que conformen estos registros. Si no, la memoria no será suficiente para albergar toda la evidencia literaria.

24. El acto anterior hace que se comience a leer. El poeta sabe que sólo así su poema llegará a un público, a una audiencia. El acto poético se transforma en un acto de lectura solitario.

25. Este punto es de suma importancia, puesto que Alfonso Reyes nos regala grandes lecciones para la lectura. Sin embargo, la que más destaca es su recomendación para la experiencia lectora, cuyo material puede dividirse en tres: el libro, los comentarios y las guías o manuales de estudio.

26. Hay que saber leer y, para ello, el primer punto es entender el significado del texto. Si entendemos lo que se dice y por qué se dice, tendremos el primer paso asegurado.

27. Hay que estar atentos a la recepción sensorial de la lectura. No sólo se lee con los ojos, sino que también somos testigos de las vibraciones, el ritmo y los sonidos.

28. También hay que prestar atención a las cargas sensoriales producidas por las “imágenes” de los textos.

29. Es importante saber también que las emociones del lector pueden influir en la recepción de la obra, como, por ejemplo, sentirse identificado de manera negativa y, por ello, juzgar el texto a partir de sus prejuicios, algo alejado de la experiencia literaria a la que se refiere Reyes.

30. Por último, la sentimentalidad y la inhibición por una obra o su autor nos pueden llevar a sobreestimar o desairar el texto sin ser objetivos en nuestra lectura.

31. Aún hay mucho que decir sobre la lectura, pero algo que todo lector respetará es la capacidad de la literatura para confortar, liberar y mostrarnos muchas posibilidades de la realidad.

32. En este último punto de su «Apolo o de la literatura», Alfonso Reyes reflexiona sobre el futuro de la literatura y el libro frente a las nuevas generaciones. Frente a ello, augura nuevas posibilidades de historias, de géneros, pero nunca un fin de las posibilidades de la poesía.

«Apolo o de la literatura» es uno de los ensayos que Alfonso Reyes escribió con mayor lucidez gracias a sus años de trabajo y a su inquietud incansable de trabajar por y para la literatura.

Tal vez las palabras de don Alfonso sigan resonando no sólo en las cabezas de los creadores del porvenir, sino también en los lectores que entusiasmados encontrarán una guía incomparable en la voz aún presente del “regiomontano universal”.

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