Obito Uchiha: el hombre sin identidad

El antagonista es una parte relevante en todo texto o creación narrativa. Participa en la historia y gracias a sus acciones todo se desarrolla con mayor riqueza de guion, es el que se opone a las acciones del protagonista y le dificulta actuar; asimismo, posee sus propias convicciones. Por ello, el presente trabajo busca trazar las características de un antagonista. El escogido: Obito Uchiha del ánime Naruto. La razón es simple, el alcance que ha generado en la cultura pop actual es mayúscula. Además, es una contraparte a las figuras occidentales de Superman o Batman y complemento de otro héroe del Oriente: Gokú.

Este texto es también una vía de acceso a descubrir la relevancia de la buena construcción de la serie. Escogí la teoría de Paul Ricoeur desarrollada en Sí mismo como otro porque sirve para la tesis del ensayo. En última instancia, indagaré en las partes que construyen a un villano porque éste tiene más de auténtico que el héroe.

Para contextualizar, la serie apareció en 2007 y fue escrita por Masashi Kishimoto. Obito Uchiha pertenece al clan del cual ostenta el apellido; es el ejemplo más sobresaliente de un villano, dada la transformación que sufre en los tres niveles que puede tener un personaje: psicológico, sociológico y fisiológico. Durante el ánime se llamó también a sí mismo Tobi y Madara Uchiha. Así, son tres las personalidades que utilizó y, más que personalidades, fueron heterónimos con los que pudo adaptarse a las circunstancias. Por ser un personaje complejo, dividiré este estudio conforme a la aparición de sus nombres.

Para asumir otra personalidad necesitó usar diversos tipos de máscaras, rasgo que resalta. Este objeto tiene un propósito. Así como el rostro nos identifica y singulariza, la máscara oculta la individualidad, pero también “La máscara suprime y reemplaza (…) la cara cede su plaza al personaje que encarna”[1] Esto es precisamente lo que hace este personaje, actúa conforme una interpretación teatral. Siguiendo este hilo de la pérdida de identidad de Obito, el uso de la máscara lo reafirma: “La máscara implica una transubstanciación de la intimidad personal, esto es, la evasión del sujeto respecto de sí mismo.”[2] Incluso podía tomarse la decisión de Obito como un acto ascético, como una renuncia a su personalidad. En todo caso sigue siendo un acto de evasión de su yo.

Obito es el personaje más parecido al protagonista (Naruto), su construcción está basada en el cómo pudo haber sido si se hubiera vuelto malvado. Su infancia está basada en una rivalidad con Kakashi y también en un amor imposible: Rin. La competencia y los celos son los dos sentimientos que prevalecen.

El no poder superar a su rival lo hace esforzarse, pero también entristecerse; de igual forma, el no ser correspondido le genera otro tanto de frustración. Todos estos sentimientos se acumulan en él, lo llenan y lo desbordan como un vaso con agua. Pensemos en Obito como un niño de nueve años al que le ocurren estos hechos que vienen a darle forma a su vida. Esta composición insana crea en nosotros, los espectadores, un ambiente de empatía con él, con que logre sobreponerse.

En el puente Canabi, lugar de su última misión, la pérdida de su ojo y el salvar a su amigo-rival lo hace merecedor del título de héroe. Si este fuera su fin como personaje, tendríamos la construcción de un personaje heroico, pero no es así.

Ahora es conveniente que hable de su segunda personalidad: Madara Uchiha, a quien a partir de aquí nombraré como Obito-Madara. Su nacimiento está sometido al encuentro con el verdadero Madara quien lo rescata de morir y con base en manipulación y persuasión logra transmitirle sus ideas. Pero es la contemplación de la muerte lo que lo hace cambiar.

Su conversión es igual, o si no con un gran grado de similitud, con otro personaje de la cultura pop: Darth Vader. Las analogías son varias: muere la mujer que ama y también sufre un daño en su cuerpo. Obito pierde dos extremidades: la pierna y el brazo izquierdo, la mitad de su cuerpo es dañada. En el caso de Vader, sobrevive gracias a un traje especial y Obito-Madara lo hace gracias a la ayuda de Zetsu quien le brinda la capacidad de moverse. Incluso, al asumirse como Madara y atacar Konoha lleva puesta una túnica que recuerda la escena de un Darth Vader recién nombrado.

Entonces notamos que esta segunda personalidad está asociada a una representación: Obito representaba a Madara. Para que esto fuera posible siguió un hilo de reconocimiento. Ricoeur propone el siguiente esquema: poder decir, poder hacer, poder contar y contarse. El autonombrarse fue el primer paso, el dominar al Kyubi el segundo y, finalmente, tiene que ver con el reconocimiento de otro.

Lo que aplica Obito es una hermenéutica de la personalidad de Madara. Al morir éste, él asume su persona y la hace suya, la apropia. Todo ocurre con gran precisión: él en su anterior nombre como Obito también ha muerto y lo que le queda es tomar prestada la existencia de alguien más.

Después aparece la tercera personalidad, la más satírica, la cual recuerda a Tartufo de Moliere o al Burlador de Sevilla. Su actitud está basada en la ingenuidad y la comedia. Tobi es el más entrañable de las personalidades. La organización llamada Akatsuki no pudo haber tenido a un integrante más contrario. Esta personalidad fue hecha o creada para pasar desapercibido. Semejante a un Columbo, Tobi es la encarnación de un buen actor que representa un papel inventado por sí mismo. La inteligencia y sagacidad que esto implica es lo que demuestra de su voluntad.

 

Hasta aquí vemos que una condición es clave para el villano: el sufrimiento. Quien tenía todas las condiciones para ser un héroe es convertido en un antagonista, semejante a Harvey Dent con “Dos Caras”, quien cambia por la intervención del Joker. De la misma manera, Obito fue mutado por la intervención de Madara. El parecido es igual de inmenso. La pérdida del objeto amado genera una angustia y tristeza que van hacia la venganza.

Este villano posee un trasfondo bastante amplio. Al contrario de otros, no busca venganza ni poder, lo que busca es esperanza. El proyecto “Ojo de Luna” es la única razón de vida que le queda. Desea que todos vivan felices, que obtengan lo que quieran. Para ello, el sumergirlos en un sueño indefinido es el lugar donde pueden estar con sus objetos amados, la felicidad perpetua basada en una mentira.

Obito es un personaje que ha perdido su esencia, su autenticidad. De esto, Paul Ricoeur da algunas precisiones con respecto al sentido de la individualidad: “En cuanto a los nombres propios, éstos se limitan a singularizar una entidad no repetible y no divisible sin caracterizarla (…) sin dar ninguna información”.[3] Esto sugiere un dato interesante: el significado de un nombre.

En español tenemos que un Óbito es una muerte o un deceso, lo que sucede con este personaje al inicio de su historia. Tobi, por otro lado, es un “trifelio”, es decir, una palabra que al decirse en voz alta y repetirse da lugar a la palabra Obito. Kishimoto dio la respuesta de la identidad de este personaje desde el inicio, sugiriéndolo a través de su nombre.

Existen dos posturas para la individualidad de una persona: la referencial y la reflexiva. La primera se asocia al nombre y se compone, como señalé antes, de los significados que un nombre puede generar en el individuo. No en balde muchos nombres significan algo. Así, en el caso presente con Obito, Tobi y Obito-Madara, existe este proceso de referencia.

La segunda postura tiene que ver con el acto de enunciación, el de nombrarse a sí mismo. Podemos decir que el segundo funciona por el primero. Para que Obito probara ser Madara tuvo que hacer un acto que sólo éste último podía hacer: controlar al zorro y atacar Konoha. Este acto le da credibilidad, lo vuelve más auténtico y a su vez más verosímil.

Minato, para reconocer que él era en verdad quien decía ser tuvo que mirar más sus acciones, y dado que Obito-Madara logró hacer algo que solo Madara podía, asumió que ese individuo era Madara.

La figura de Madara es incluso semejante a la de un dios, o más bien a un demonio, al igual que en el ensayo sobre Death Note donde hablé de este proceso de apoteosis. El ser Madara impone un respeto semejante al de una deidad, aunque él mismo se identifique más como un salvador o profeta.

Obito al tomar esta personalidad se hace líder de una organización; para mostrar este rasgo de divinidad pide a su primer miembro Pain, quien se autodenominó dios: “Id y reclutad otros siete”. La alusión bíblica se hace presente por la analogía con los apóstoles de Jesús.

Después, al igual que la vuelta de Vader a Anakin, Obito regresa a ser quien era antes. Al igual que Vader, retoma el camino que tuvo al inicio como personaje. Tuvo que pasar por tanto y verse reflejado en Naruto para reconocerse de nuevo y recuperar su identidad perdida. Es hasta el final donde logra apropiarse, hacerse de su existencia por un último instante.

Autor: José López Avendaño

 

[1] Página 34 de “El individuo y sus máscaras” texto de Belén de Altuna.

[2] Página 5 de “Sociología de la máscara”, texto de Mariano Hurtado.

[3] Sí mismo como otro, texto de Paul Ricoeur.

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