Picasso antes de los cubos

“Si yo supiera qué es el arte, no se lo diría a nadie”
Pablo Picasso

 

Al hablar de los movimientos artísticos de la primera mitad del siglo XX, resulta imposible no pensar en el Cubismo y, a su vez, es inevitable traer a la memoria a  Pablo Picasso, cofundador de dicha vanguardia, además de ser uno de los personajes más importantes del ámbito artístico mundial. Por tal motivo, la mayor parte de la obra que se conoce de Picasso suelen ser de su etapa cubista, como  Las señoritas de Avignon (1907) o el Guernica (1937),  y se dejan de lado otras etapas artísticas que lo consolidaron como el gran genio que conocemos.  

Pablo Diego José Francisco de Paila Juan Nepomuceno Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz Picasso,[1] como lo registraron legalmente sus padres, nació en el seno de una familia de clase media acomodada de la ciudad de Málaga. Su padre, José Ruiz y Blanco, siempre mostró interés por el arte, razón por la que fue curador del Museo de Bellas Artes de Málaga, así como maestro de la Real Academia de San Telmo, un puesto modesto en una escuela provincial. Dichas actividades hicieron que, desde temprana edad, Pablo mostrara interés artístico y las aptitudes necesarias para hacerlo. 

Se sabe que los primeros dibujos de Picasso los hizo a los 8 años de edad y que ello impulsó a sus padres a darle una orientación artística adecuada, la cual derivó en su matrícula en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, donde estuvo en constante contacto con las grandes galerías de arte de la capital sin dejar de lado el majestuoso Museo del Prado. Picasso desarrolló afinidad y admiración por las obras de Francisco de Goya, El Greco y Toulouse-Lautrec, pues más allá de la técnica, le maravillaba la gestualidad y maestría con la que plasmaban las formas.

Sin embargo, lo que verdaderamente hizo un cambio en el pensamiento y formación artística de Picasso fue su traslado a Barcelona, tras haber dejado la academia de San Fernando, y sus frecuentes visitas a los cafés de la época, así como su participación en la Exposición Universal de París de 1900 donde presentó sus primeros lienzos como lo fue su Autorretrato (1900) en el cual se vislumbra lo que, posteriormente, sería el estilo que todos conocemos.

Autorretrato (1900)

De los colores al protocubismo

Tras la Exposición Universal, Picasso continuó realizando obras con la influencia parisina y catalana e ingresó en una etapa artística que dio paso a la experimentación y formación del cubismo como lo entendemos. Dicha etapa abarca unos cuantos años de 1901 a 1907 y fue conocida como los Periodos azul y rosa, que terminó con la creación de Las señoritas de Avignon, obra considerada el parteaguas de toda su producción al ser protocubismo. Por tal motivo, a continuación, se realizará un pequeño recuento de la producción artística de los 2 periodos ya que sin ellos no se hubiera gestado la necesidad creativa que tanto recordamos de Picasso, además de conocer los antecedentes de uno de los grandes artistas del siglo XX. 

En el Periodo azul (1901 a 1904) Picasso continuó con su producción artística enmarcada por tonalidades en dicho color y comenzó a evidenciar personajes con cierta deformidad corpórea como alargamientos y extrema delgadez en los que predominaba una retórica gestual inclinada a la melancolía, pobreza y soledad, temáticas acordes con la gama tonal. Según algunos estudiosos, la razón del Periodo azul se debió a que en esos años su buen amigo Carlos Casagemas se suicidó y mediante la pintura logró hacer su catarsis.[2]

Dentro de las obras más significativas de este periodo se encuentran Autorretrato azul (1901) en el cual contaba con 20 años de edad, Mujer de brazos cruzados (1902), El guitarrista viejo (1903), La vida (1903) y La tragedia (1903), las cuales comparten rasgos de desesperanza, soledad y preocupación donde se puede distinguir que los personajes son marginados por la sociedad de ese entonces. Asimismo, el resto de la producción de dicho periodo también está enmarcado por la desigualdad social que se podía apreciar en diferentes lugares de París y Barcelona y que protagonizaba la clase baja.

Autorretrato azul (1901)
Mujer de brazos cruzados (1902)
El guitarrista viejo (1903)
La tragedia (1903)
La vida (1903)

Para 1905, Picasso inició el segundo de sus periodos de color, el llamado Periodo rosa, en el cual, y como su nombre lo indica, predominaba una gama rosácea mucho más cálida que la de su periodo anterior, pues para ese momento Picasso ya radicaba en París y con ello se involucró directamente en la bohemia que estaba en boga, además de conocer a nuevos círculos de artistas e intelectuales quienes le proporcionarían temáticas para los próximos años.[3]

Al contrario de las obras del Periodo azul donde las temáticas eran predominantemente sombrías, en el Periodo rosa se destacaron tópicos carnavalescos, e incluso frívolos, con personajes de la farándula circense de ese momento, además de dramas y tristeza con finales felices.[4] En ese sentido destacan las obras Familia de saltimbanques con mono (1905), La mujer del abanico (1905), Madre e hijo (1905) y Autorretrato como saltimbanque (1906) en las cuales se aprecia la ya mencionada gama cromática cálida, sin dejar de lado el estilo de deformación corpóreo que, desde el periodo previo, Picasso había desarrollado.

Familia de saltimbanquis con mono (1905)
La mujer del abanico (1905)
Madre e hijo (1905)
Autorretrato como saltimbanque (1906)

Protocubismo y el fin de lo convencional

Para 1906, Picasso había logrado consolidar su propio estilo gracias a las transiciones artísticas que tuvo en los años anteriores, además de haber expuesto varias de sus obras del Periodo rosa en la Galería de Sérurier, lo cual le brindó renombre gracias a las buenas críticas que recibió su trabajo. Asimismo, en ese año, comenzó la transición estilística más importante de todas, el tránsito al cubismo con los bosquejos de Las señoritas de Avignon (1907). A este periodo se le ha denominado protocubismo,[5] el cual estuvo influido por el arte africano, el cual, en la época, circulaba en Europa y con el que se apoyó para romper las representaciones realistas que, hasta el momento, eran parte de las convenciones artísticas.[6]

En Las señoritas de Avignon, se logra apreciar la influencia del Periodo rosa, pero en esta obra se destacan dos factores importantes: el primero es la manera en la que trató los cuerpos femeninos con una notable deformación de la silueta humana y el segundo es la importancia que las mujeres tendrían tanto en su futura producción como en su vida personal.

De esta manera fue como Pablo Picasso, un hombre polifacético y multifuncional (ya que también incursionó en otras disciplinas artísticas como la escultura y grabado, por mencionar algunos), abrió el camino a una nueva vanguardia artística, la cual, junto con George Braque se consolidaría en uno de los movimientos artísticos con mayor trascendencia y vigencia gracias a su amplia adaptación temporal.  

Referencias

[1] Tomado de https://canalhistoria.es/perfiles/pablo-picasso/

[2] Ibid

[3] Tomado de https://web.archive.org/web/20150710154312/http://www.gencat.cat/culturcat/portal/site/culturacatalana/menuitem.be2bc4cc4c5aec88f94a9710b0c0e1a0/es_ES/indexe945.html?vgnextoid=571eef2126896210VgnVCM1000000b0c1e0aRCRD&vgnextchannel=571eef2126896210VgnVCM1000000b0c1e0aRCRD&vgnextfmt=detall2&contentid=2500110e279d7210VgnVCM1000008d0c1e0aRCRD&newLang=es_ES

[4] Lozano Fuentes, José Manuel (1982). Historia del Arte. Mexico: Editorial Continental. P. 552

[5] Que para algunos estudiosos de las vanguardias históricas también es conocido como el Periodo negro de Picasso.

[6] Tomado de https://www.unprofesor.com/ciencias-sociales/las-senoritas-de-avignon-comentario-breve-2058.html

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