Remedios Varo, entre el exilio y la intimidad

Era 1936 cuando Remedios Varo salió de Barcelona para no volver jamás, impulsada por el deseo de encontrarse en París con Benjamín Péret, el vínculo afectivo que la incluyó también en el surrealismo. No tardó mucho en integrarse por completo al movimiento, una vez establecida en París tuvo la oportunidad de acercarse a todos esos artistas y fue así que para 1937 presentaba su primera obra titulada “El deseo”.

Si bien no era incluida como parte del grupo, sus obras comenzaron a presentarse dentro de las exposiciones, posicionándola de una forma inicial en el movimiento.  Sin embargo, este comienzo se vería algo nublado por el contexto europeo de la época. En 1939 Francia e Inglaterra entraron en guerra contra Alemania y al mismo tiempo sucedió la evacuación de París. Lo anterior pondría en alerta a Remedios Varo ya que podía ser deportada a España en plena dictadura franquista. Adicional a eso, su compañero fue detenido lo cual complicaba su situación.

De manera afortunada, Remedios Varo pudo salir de París junto con Péret, con rumbo al continente americano. El gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas ofrecía protección a los exiliados españoles y a los miembros de las Brigadas Internacionales que se encontrasen en Francia. Así, Varo y Péret llegaron a México en diciembre de 1941.

La presencia de los exiliados en México trajo consigo una revolución artística, misma que se encontró a la par de los trabajos realizados ya en el país. Si bien, ellos encontraron un refugio en el país es cierto que no existían diferencias entre los representantes de cada corriente. Por un lado, estaban los muralistas y por el otro los surrealistas, grupo al que Remedios Varo se afilió por default. Pero más que “unirse” por corrientes artísticas, se unió a este grupo porque, al igual que ella, muchos de ellos venían de países en conflicto y fue en México en donde encontraron la paz que no había en sus países.

Una de las amistades que le permitió reconocerse como una artista en el exilio fue Leonora Carrington quien ya radicaba en México. Así como con ella, el círculo al que comenzó a pertenecer le dio esa libertad de no estar sujeta a reglas europeas pero tampoco a las mexicanas. Lo que le permitió libertad artística para autoexplorarse.

Una vez en México, y ante la necesidad de obtener recursos económicos, Varo al lado de Péret comenzó a trabajar en distintos sitios siempre enfocados a la cultura. Uno de sus ingresos más seguros fue el de ilustradora. Realizó los dibujos para unos folletos publicitarios del farmacéutico Bayer y fue a partir de este trabajo que su pintura se vería influenciada por bacterias. Por curioso que suene, así fue, la imagen de las bacterias en un microscopio fue el inicio de su estilo al momento de pintar.

Todo este recorrido una vez instalada en México le permitió adentrarse a conocer otras regiones del continente. Remedios Varo, a la par de su trabajo y esos vínculos afectivos que estableció con otros profesionistas, tuvo oportunidad de salir del país y volver. Es en la década de los años 50 cuando se acerca de lleno a sus obras pictóricas, impulsadas por sus lecturas sobre alquimia y conocimientos filosóficos de magos medievales y el Renacimiento.

Lo anterior cobra sentido cuando pensamos en algunas de sus pinturas con castillos y personajes cuya apariencia nos hacen recordar aquellos estereotipos de magos. Los fenómenos de la naturaleza eran trascendentales para Remedios (eclipses, fuerzas telúricas…). Estaba fascinada por la lógica causal que enlaza los fenómenos causa-efecto. Los avances de la ciencia, la botánica y la biología, la física, ocuparon sus horas, especialmente la astronomía.

Varo creó una arquitectura en sus pinturas, un plano onírico de todo aquello que la apasionaba y de lo que conoció durante sus trabajos. Los personajes de Remedios Varo encarnaron sus intereses a través de los lienzos, entre las características y apariencias siempre se vislumbraban los universos interiores. Se hicieron presentes los sueños, el conocimiento, la naturaleza y hasta el temor.

Las pinturas de Remedios Varo eran íntimas, eran lienzos pequeños que invitaban a la contemplación y a la reflexión. Puede ser que no hayan sido gigantes pero cada uno de los detalles de los mismos te hace entrar en un universo, uno del cuál la pintora te hace partícipe. Remedios Varo creó una complicidad con los espectadores, sin darse cuenta, generando un interés en cada uno de sus trazos y compartiendo los sentimientos que le inspiraron a pintar con aquellos que se detienen a ver cada una de sus obras.

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