Edward Gorey: el ilustrador de lo macabro

 

La obra de Gorey puede clasificarse en el género de lo siniestro. Gorey fue lector de Poe, Shelley y Stoker, es decir, de lo gótico, lo cual tiene cierta influencia en sus ilustraciones. En su libro Los pequeños macabros muestra un abecedario donde se retratan diversas formas en las que puede morir un niño. Los protagonistas son infantes y el nombre de cada uno de ellos comienza con una letra distinta. La narrativa de sus dibujos tiene mucha libertad por sus finales abiertos. El siguiente ensayo mostrará alguna parte de su obra para que el lector entre en contacto con el trabajo de este artista.

La definición de lo siniestro que usaré será la de Sigmund Freud:

“No se refiere a cualquier experiencia del miedo sino específicamente a aquella suerte de espanto que se aloja en el intersticio entre lo familiar y lo oculto, cuando lo que debiera aparecer velado, súbitamente se nos revela.”[1]

Se dice entonces que se manifiesta a través de una dualidad: atracción-repulsión. Lo siniestro tiene ese toque de “monstruoso encantador”, una combinación extraña y única, que es a donde apunta el estilo de Gorey.

Influencias en Gorey

Todo autor ya sea escultor, escritor, pintor o cineasta tiene un estilo, una propuesta artística-poética y Gorey no es la excepción. Su influencia está representada por tres ilustradores: Alan Alexander Milne, creador de Winnie The Pooh; Jhon Tenniel, ilustrador de Lewis Carrol y Gustave Doré, quien se encargó de ilustrar la Divina Comediay El Quijote.[2] Con ellos en su mente, Gorey recoge y crea su propia poética, que es tanto una reivindicación de los trabajos de sus maestros como una renovación para crear su propio estilo. Esto se hace más palpable al momento de estudiar su obra como en el presente trabajo.

Asimismo, todo hecho pictórico cuenta algo y tiene una narrativa en sí misma que se sustenta de forma autónoma; es decir, las figuras y formas que la componen tienen una relación. Obedece entonces a un carácter especial: trata de aprehender una parte de la realidad. La fotografía y la pintura ofrecen esa intensidad que demanda una construcción narrativa breve y es algo que ocurre en, por ejemplo, el cuento.[3]

Estos dibujos corresponden al libro de Gorey titulado Pequeños macabrosde 1963. Es una combinación entre narrativa escrita y visual que, como se verá más adelante, es una característica de la estética del ilustrador.

En esta obra destaco algunas de las ilustraciones que me inspiraron más inquietud: “Ida, que se ahogó en un lago” y “Xerxes, devorado por ratones”.

Después de su respectiva contemplación, se puede extraer un estudio de ellos. Como notamos, las ilustraciones son sencillas en su composición: utilizan sólo el blanco y negro, los niños son del primer color, mientras que el fondo y los demás objetos son del segundo. Las ilustraciones cuentan con un alto nivel de iconicidad,[4] por tanto, no dan pie a una variedad de interpretaciones. Cada dibujo viene acompañado de una sentencia que es al mismo tiempo su título.

La primera ilustración es una niña que está sobre una balsa, ella se inclina hacia su reflejo que está en el agua. Esto tiene un tinte intertextual que corresponde a la rememoración de un mito, me refiero al de Narciso quien se enamoró de su propio reflejo.Se infiere, por la posición en la que está, que ella se ahogó en este propósito de alcanzar su imagen.

El segundo dibujo nos muestra a un niño acorralado por ratones, los animales llegan en grupo, el cuarto donde está el infante es liso: no se le ven ventanas ni hay algo que adorne las paredes. El mensaje del autor es claro: quiere retratar los momentos antes de la muerte.

En lo que se refiere a la posición que ocupan los niños en el dibujo, tenemos que la primera está en la esquina inferior izquierda y el segundo en la esquina inferior derecha, con ello cumplen un efecto de espejo. En el primer trabajo, Gorey parece retratar la felicidad por alcanzar el objeto amado, mientras que en el segundo muestra la idea de miedo o temor en su esencia pura.

Hay cierta belleza oculta en el horror que provoca la muerte y el espectador lo descubre con estos dibujos. Ésta es la esencia de lo siniestro y, como sucede a toda interpretación simbólica, se condiciona por la cultura en que vivimos.

La intertextualidad e influencia notamos que el uso de los colores blanco y negro corresponde a los autores que he señalado antes: Doré y Teniel que también tuvieron esa predisposición en su estilo, mientras que en los temas se destacan las apreciaciones de Milne y Teniel con esa afición a lo infantil.

Gorey y lo siniestro infantil

En Los pequeños macabros encontramos un diccionario de muerte. La relación entre ésta y lo infantil es el estilo o la marca del autor. Para mostrarlo, citaré:

“Normalmente al referirnos al niño lo que menos viene a la cabeza es la idea de lo siniestro, siendo que este ser está asociado a una serie de conceptos que podríamos denominar positivos, como son: la inocencia, la bondad, la pureza […]  Desde las antiguas creencias al enfoque freudiano, el niño se muestra como un ser egoísta y cruel.”[5]

Esta cualidad sería la que Gorey usaría en este libro. La atracción radica en la dualidad y en ese aspecto perverso de ver morir a personas jóvenes. Este argumento es semejante al que Poe usaba, ya que para él la muerte de mujeres jóvenes y bellas resultaba el más “poético de los argumentos posibles”. Visto así, la influencia de Poe está también en el trabajo de Gorey.

Existe un enfoque histórico-literario que estudia al niño, al infante, en sus connotaciones negativas. Es visto, por ejemplo, como un parásito que vive en la madre, cuando su concepción es producto de una violación, las dudas del progenitor o la bastardía.[6] Así, este hecho daba al niño un toque monstruoso.

Doré puso en uno de sus grabados del infierno la representación del “maligno” en la figura de un niño.

“No es que Doré nos quisiera decir que el maligno sea un niño, sino más bien que el mal, la maldad, se encuentra en la inocencia misma del hombre.”[7]

Aquí se explica que la verdadera maldad radica en la pureza del corazón.

Gorey en El huésped incierto

Si continuamos con las obras de este autor, tenemos que El huésped incierto es quizá su trabajo narrativo más sobresaliente. Este libro, publicado en 1957, cuenta una historia al mismo tiempo que se ilustra. Este relato presenta a un ser parecido tanto a un animal como a un humano, el cual llega a invadir una casa. El ser indefinible llega al hogar de forma aleatoria y, sin avisar ni pedir permiso, se queda ahí. Los habitantes tratan de ahuyentarlo o hablar con él pero es inútil, porque parece no entender el lenguaje humano o se hace el desentendido. Funge así como antagonista en la narración porque les causa molestias a los habitantes de la casa, es decir, se opone a ellos y genera el conflicto. En este personaje ambiguo se retrata la incertidumbre, ya que llega a un lugar sin avisar, así como lo desconocido, porque no hay una exacta definición de lo que es y lo monstruoso porque es antropomórfico.

La obra está escrita en verso y es esta unión tan inusual, tan imaginativa, que hace de Gorey un grandioso artista. Es semejante, en este sentido, a un creador de manga o cómic al usar la narrativa gráfica. Gorey se consideraba más escritor que ilustrador y, si lo vemos desde este punto de vista, encontraremos que se esfuerza por mostrar su talento en las letras.

 

La propuesta poética de Gorey

Como notamos, su obra abarca temas que resultan ser quisquillosos e inquietantes, lo cual le da ese toque atrayente, seductor. Gorey tuvo una vida igual de interesante que su obra: vivió hasta los 75 años, le gustaba vestir y pasearse con atuendos extravagantes, le gustaban los gatos, vivía entre libros y nunca se casó. Su estilo puede definirse como siniestro, ya que une la inocencia de la infancia con el horror de la muerte en sus diferentes variantes: lo desconocido, lo innombrable, el non plus ultra.

Gorey recoge la influencia de sus tres maestros: Teniel, Doré y Milne. Al mismo tiempo, une sus lecturas del género gótico-romántico como Poe, Shelley y Stoker para agregarle ese toque sombrío y taciturno a sus creaciones. Además, todas sus ilustraciones son en blanco y negro ya que él consideraba al color como un gasto excesivo.

Adentrarse en la obra de Gorey es una aventura que responde al descubrimiento de la parte más oculta del ser humano al recorrer el origen del miedo, de la repulsión por la muerte, pero también del amor por la vida y la juventud.

Autor: José de Jesús López Avendaño

 

Bibliografía

Gorey, Edward (1963) Pequeños macabros. Sonmiox

Ibáñez González, Alejandra Mayte (2015) Presencia de la figura del niño a partir de la estética de lo siniestro Edward Gorey. UNAM.

[1] Ibáñez González, Alejandra Mayte (2015) Presencia de la figura del niño a partir de la estética de lo siniestro Edward Gorey y Jhonen Vásquez. UNAM. Pág.10  . Recuperado de http://oreon.dgbiblio.unam.mx/F/LRXAEERPKM61LVE2G33G635J9NPG5QRV8N8KBEM1LG7RCT7QN8-47112?func=find-b&REQUEST=Gorey&find_code=WRD&ADJACENT=N&local_base=TES01&x=0&y=0&filter_code_2=WYR&filter_request_2=&filter_code_3=WYR&filter_request_3=

[2] Esta aseveración la da Alberto Chimal en un video titulado “El genio de Edward Gorey”. https://www.youtube.com/watch?v=kp5noZjCA2k&t=1633s

[3] Semejanza que Cortázar señala en su texto “Aspectos del cuento”.

[4] El nivel de iconicidad es la semejanza que un objeto pictórico tiene con un objeto real. Mientras más semejante es, mayor nivel de iconicidad tiene. Definición basada en la de Abraham Moles puesta en La imagen (1981).

[5] Op. Cit. Pág. 11

[6] Op. CitPág. 39

[7] Ibíd. Pág. 56

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