Fullmetal Alchemist Brotherhood: Alphonse y la representación de la realidad

En textos anteriores como lo son Óbito: el hombre sin existencia, Ciudadano Kane: una existencia inauténtica y Rorsarch: una existencia auténtica, indagué sobre la forma en que estos personajes percibían su entorno, su vida, a través de las posturas de Heidegger y Paul Ricoeur. A diferencia de estos artículos, en el presente me enfocaré en la noción general de todo el ánime llamado Fullmetal Alchemist Brotherhood y, en particular, en el personaje Alphonse Elric.

El manga de Hiromu Arakawa se comenzó a publicar en 2001 y está clasificado en el género shonen.[1] La historia se centra en los hermanos Alphonse y Edward Elric, alquimistas que tratan de recuperar sus cuerpos, los cuales perdieron al cometer un pecado, un tabú: intentaron revivir a su madre. Todo es una búsqueda por conseguir la piedra filosofal y usarla para recuperar sus cuerpos.

Fullmetal Alchemist[2] es una obra de corte existencialista: plantea, entre otros temas, cómo sería la vida si perdiéramos alguna parte de nosotros. La percepción y, por supuesto, la visión general del mundo depende de nuestra forma de ser, por lo que cualquier cambio en nosotros afecta nuestra recepción. Aquí entra entonces un concepto importante: la representación. La realidad, aquel entorno que nos rodea y al cual estamos sometidos desde que tenemos conciencia hasta nuestra muerte, es única para cada individuo. La personalidad y la fisiología impregnan un toque especial (podría decirse que es un estilo) y esto ocasiona que varíen las formas, los colores y los sonidos que recibimos del exterior. No es la misma realidad para una y otra persona.

Esta idea, en concreto, se encuentra en el libro El mundo como voluntad y representación de Arthur Schopenhauer. Para este autor, el punto de partida del conocimiento inicia desde el cuerpo: primer objeto de nuestra interacción.

El cuerpo y el alma

Schopenhauer afirmó que: “No existe el cuerpo propiamente como objeto, sino solamente los cuerpos que sobre él actúan.”[3] Esta idea, aparte de la que el mundo es representación de la voluntad, será el punto de partida de nuestro presente trabajo.

La convicción, la voluntad por cambiar los acontecimientos mueve a los dos hermanos Elric. Edward ha perdido sólo el brazo derecho, mientras que Alphonse, el cuerpo entero. La percepción del mundo, para ambos, ha cambiado. A su paso por esta búsqueda de la piedra filosofal, la herramienta de su salvación, tienen que saltar los obstáculos del guion y enfrentarse a las problemáticas que engendra la idea de la alquimia.

Es precisamente la alquimia lo que recubre con su manto todo el ánime creado por Arakawa. Esta ciencia presenta una tesis principal: nada sale de la nada. Para hacer una transmutación se necesita hacer un intercambio equivalente. Por tanto, el principio de esta ciencia no es sino la del trueque.

Al querer invocar a su madre muerta, los hermanos Elric tuvieron que dar su cuerpo. Mas, según se ve, el hombre no es sólo cuerpo sino también alma. Antes de que Alphonse desaparezca en la nada, Edward logra transmutar su alma en una armadura. Así, logra salvarlo de dejar de existir.

Schopenhauer pensaba que ese ente invisible que nosotros nombramos como alma pertenecía a una de sus clasificaciones y la nombra sustancia, un ente abstracto. El filósofo afirma que todos los objetos subyacen en el sujeto, lo que hace posible que Alphonse pueda existir en un cuerpo, en un espacio material que no es el suyo.

El cambio en la representación de la realidad

Al estar en un cuerpo distinto, Alphonse es otro. Es otro en relación a lo que percibe, ahora es metal, es objeto, es una cosa. Ha cambiado de ser un Ser a una cosa. Esta coseidad no es total sino a medias, puesto que es una armadura pensante. Nociones como frío, hambre, sueño, dejan de pertenecerle: le son ajenas. Mientras, tiene otras preocupaciones que lo dominan: la oxidación, la pérdida de partes, el salvaguardar su alma y que no se vaya.

Es un sello de la alquimia lo que permite que siga existiendo, algo que se podría interpretar como un dibujo sin sentido o un garabato hecho al azar. Por obviedad, su entorno le es diferente. Alphonse va rememorando de continuo cómo era cuando tenía cuerpo humano y lo compara con su momento actual. La tristeza y la nostalgia se hacen presentes y aunque no puede manifestar lágrimas, sudor ni ninguna expresión facial, sabemos qué sentimiento está presente.

Ahora que vive en una armadura es virtualmente inmortal, ya que el mismo mecanismo que se usó para transmutarlo ahí puede usarse para trasladarlo a otro objeto. Sin embargo, ésta no es una dicha. Alphonse quiere regresar a ser un frágil humano.

La noción de castigo

En el mundo de Fullmetal Alchemist aparece algo llamado “La verdad”, ser consciente que decide los intercambios en la alquimia. Es una suerte de Dios que juzga y mantiene en orden la realidad. Es al que los hermanos Elric conocen en aquel viaje astral donde trataron de recuperar a su madre.

Si lo vemos desde este punto de vista, lo que les pasó fue un castigo. Obedeció a la ley de causalidad que Schopenhauer postula. La sucesión y la causalidad son los dos conceptos con los cuales está constituida la realidad, son los que determinan el tiempo y el espacio, respectivamente, son a priori a la intuición. Estos forman parte de todo lo que existe. Así, entonces, “La verdad” vendría a ser aquel agente que representa a ellos, a la sucesión y la causalidad.

En esta línea sale a relucir la semejanza que tiene Fullmetal Alchemist con la doctrina de la trasmigración de las almas. Se sabe que el mismo Schopenhauer la conoció, puesto que en su propia introducción cita la importancia de las lecturas de la cosmovisión hindú para su pensamiento. Tanto Schopenhauer en su libro como Arakawa en al ánime rescatan la inmortalidad del alma. Es lo que, al fin y al cabo, permite la existencia de Alphonse en una armadura y a otros personajes que aparecen en condiciones semejantes.

Se cita comúnmente que Fullmetal Alchemist es un ánime de culto. Incluso, se llega a decir que es el mejor shonen de la historia, afirmación que podría hacernos entrar en terreno pantanoso, ya que, como toda obra artística, se juzga de forma subjetiva. Pero lo que es innegable es su buena construcción argumental, sus personajes y también los temas que desarrolla, como en este caso que se mostró la noción de representación de la realidad.

Autor: José López Avendaño

[1] Tipo de ánime dirigido a adolescentes entre 12 y 18 años.
[2] Término al que me referiré de aquí en adelante para abreviar el nombre completo del ánime.
[3] El mundo como voluntad y representación, Artur Schopenhauer, 1818, Editorial Tittivilus. Pág. 52

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