Isle of Dogs – El viaje del héroe peludo (Reseña)

El trabajo de Wes Anderson se ha caracterizado desde el inicio por elementos narrativos y visuales muy puntuales. Por ejemplo, el uso de la simetría en la mayoría de sus encuadres, una paleta de colores determinada en cada uno de sus espacios y los juegos con una línea narrativa son elementos que se encuentran en su filmografía; su finalidad es acercar al espectador a un viaje de transformación recurrente en sus historias.

Su estilo y dominio particular del lenguaje cinematográfico fue construyéndose con sus primeras obras como The Royal Tenenbaums (2001)  Viaje a Darjeeling (2007), pero no fue sino hasta Fantastic Mr. Fox (2009) que Anderson pudo demostrar la plasticidad de su imaginario completo. Lo interesante de este recorrido que ha conformado al cineasta es que su último largometraje Isle of Dogs (2018) reúne la técnica de sus producciones anteriores para ofrecer una historia idealista y visualmente detallada.

Isle of Dogs cuenta la historia de Atari, un niño de doce años que decide rescatar a su perro guardaespaldas Spots, luego de que los perros son exiliados de la ciudad Megasaki por decreto de su tío, el alcalde, al enterarse de una extraña «fiebre de hocico». Después de realizar un aterrizaje forzado en la isla, Atari es asistido por un grupo de perros para emprender un viaje en busca de su compañero guardián para volver y restaurar el orden entre perros y los habitantes de Megasaki.

Uno de los aspectos más interesantes del filme es el ritmo narrativo que surge a partir de la relación entre imagen y banda sonora, pues la intención del director estadounidense es rendir un tributo al estilo contemplativo de Akira Kurosawa, lo cual podemos apreciar en la alternancia de encuadres generales para resaltar los espacios que envuelven a los personajes, y los close up utilizados para apreciar las reacciones de los personajes o un diálogo directo. Además, los espacios y el diseño de personajes que construye Anderson resaltan sin problema gracias a la animación stop motion, lo que transforma a la película en un viaje visual extravagante.

Es justamente a partir de la idea del viaje (un tema recurrente en el cine de Anderson) que la película se construye utilizando recursos narrativos como la alternancia de los tiempos como el prólogo o flashbacks que ayudan a la construcción de los personajes. Podemos apreciar el viaje del héroe para construirse a sí mismo a partir del reconocimiento de sus faltas, de lecciones por parte de maestros y de exámenes de conciencia en los que admite sus imperfecciones, parecido al viaje del samurái en la cultura oriental. Además, los motivos como la poesía (el haiku), la filosofía y la ética son tratados de una manera sencilla para facilitar la recepción de la obra.

Isle of Dogs es una obra que muestra la culminación del estilo de Anderson, una historia construida a partir de conceptos como la amistad, el honor, la bondad y la valentía, los cuales nos permiten una pequeña mirada a la cultura japonesa. También puede ser un buen punto de partida para quienes busquen adentrarse a la cinematografía de Anderson.

Un viaje animado que depara nuevos caminos y experiencias tanto para el espectador como para el director. Seguramente después de terminarla querrás abrazar a tu suave compañero, protector y samurái canino. 

Isla de perros (Isle of Dogs) (2018)
Director: Wes Anderson
Guión: Wes Anderson
Producción: Megan Ellison y Scott Rudin
Fotografía: Tristan Oliver
Casa productora: Annapurna Pictures
País: Estados Unidos y Alemania
Duración: 101 minutos

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