El espectro en El zoo de cristal de Tennessee Williams

 

“Porque el tiempo es la distancia más larga entre dos lugares”

Tennessee Williams

A través del cristal los recuerdos emanan luz, su fuerza es tal que se mantienen vivos: espectros. Recorren los escenarios, actúan por sí mismos; la sangre los llama, se mueven fuera del tiempo y hacen de él su espacio. El espacio posee memoria, huecos que llenan los nuevos huéspedes. Nos atrapan. Nos encontramos de pronto, bloqueadas las salidas, encerrados sin poder asomarnos a la calle so pena de desintegrarnos. Si huimos de los fríos pecados de nuestros ancestros, en el país del sol un destino desgraciado nos perseguirá, aun sin conocerlo. Inevitablemente volveremos a casa.

Escribí esto hace un par de años, después de leer Espectros de Henrik Ibsen y El zoo de cristal de Tennessee Williams, y ahora que vuelvo a este último, me parece adecuado rescatar mis notas de entonces, esencialmente porque sobre ellas sigue escribiendo el fantasma de una mano.

Una figura fantasmal que está presente en cada palabra escrita y leída porque “lo fantasmal es un fenómeno íntimamente ligado a la naturaleza de la ficción literaria y de la narrativa en general” (Ribas-Casasayas, 2019, p. 9). Pero también busca un “acercamiento desde la crítica cultural a una serie de cuestiones que escapan a paradigmas epistemológicos comunes, como la dialéctica presencia/ausencia, o la comprensión del presente como marco fenomenológico discreto y autocontenido”.

La crítica espectral puede definirse como:

Un estudio del presente en su flujo asincrónico con pasado y futuro, la interrogación de la ausencia que se hace sentir, de presencias imperceptibles, de apelaciones transgeneracionales que refutan la representación ideológica del presente como momento estanco, insensible a la huella de traumas e injusticias del pasado bajo el imperativo pseudoterapéutico de no abrir viejas heridas (Ribas-Casasayas, p. 9).

El origen de la crítica espectral puede hallarse en Spectres de Marx de Jacques Derrida (1993), que plantea una intersección entre el enfoque deconstructivista y la teoría marxista; aunque la propuesta buscaba apuntalarse dentro del campo filosófico o político, su recepción en la literatura fue muy fructífera.

Dentro de la crítica literaria sus aplicaciones no se limitan al estudio de literatura de horror donde el espectro aparece concretamente, sino que también permite análisis sociológicos, psicológicos, e incluso es interesante destacar la línea de investigación que se ocupa del legado o impacto del espectro, más que en el espectro mismo. Dicho impacto, conocido como asedio, permite establecer una relación entre lo psicológico y lo histórico o político.

De esta manera, es posible tomar la figura del espectro como una estructura o un cronotopo que sostiene la existencia de una realidad literaria. O también, de acuerdo con Tennessee Williams (2006, p. 35) como un “arquetipo del inconsciente universal”. Arquetipo aplicable a un contexto específico, en el caso de El zoo de cristal, el del periodo de entreguerra norteamericano.

Saint Louis, Missouri, un departamento donde los Wingfield viven su cotidianidad con el asedio espectral originado por la huida del padre, quien era también el sustento familiar en varios sentidos. No obstante el origen, cada personaje carga con esa imagen de manera diferente: Amanda, la madre, vive en un pasado esplendoroso que coincide también con una mejor época para el país; Tom, el hijo, atrapado por la sed de emociones y libertad que apuntan a un futuro diferente; Laura, la hija, instalada definitivamente en la fantasía por su incapacidad de vivir en el mundo “real”.

Laura además tiene un defecto en un pie que la hace diferente y que, en conjunto con su historia, la ha hecho exageradamente tímida; el problema que representa Laura para la familia va poco a poco definiendo el rumbo de una vida que no alcanza a tener destino a donde llegar. Aunque Amanda hace todo lo posible por que las cosas sean mejores para ella, viviendo en el pasado no puede siquiera tocar a su hija, y Tom, con el cuerpo y el alma en el futuro tampoco logra mucho.

El asedio presente, pasado y futuro se concreta en la búsqueda de un candidato matrimonial para Laura: una simple imagen, una esperanza y un espectro. La aparición del candidato, Jim O´Connor, será determinante, aunque inesperada para los Wingfield.

Por otra parte, dado que se trata de una obra dramática, la puesta en escena también propone líneas de análisis por sus posibilidades de lectura y de representación con todo lo que implican. En las notas para la representación, Tennessee Williams (2006) dice que se trata de una “comedia de recuerdos” y que por ello se puede representar con “insólita libertad”. Con ello busca proponer ángulos de enfoque nuevos con los que pueda existir un mayor acercamiento a la verdad (p. 9), aunque no elude la responsabilidad de la realidad.

Por ejemplo, en la escenografía el uso de cortinas de gasa que permiten al espectador observar la acción a partir de capas que suceden y están a la vez; este recurso rompe la oposición entre visión y ceguera, y entre realismo e ilusión. A su vez se puede entender como síntoma del asedio espectral y del flujo cronotópico entre niveles simultáneos que deviene en interrogación.

Las cortinas de gasa dejan ver a través de los espacios y  en conjunto con la iluminación enfocan lo que en apariencia no desempeña un papel central, pero que sigue recibiendo el peso de todo cuanto sucede. Por ejemplo, cuando Tom y Amanda pelean, la luz enfoca a Laura en la otra habitación porque ella es la materialización del espectro, es una figurita de cristal, transparente, lumínica y frágil; en suma, un prisma. En este sentido puede decirse que la iluminación constituye un haz de sentido que al enfocar trae a la realidad la presencia de lo ausente, lo descompone, lo refleja y lo refracta.

La música también es importante, pues ese vaivén es el latido del tiempo atrayendo hacia sí espacios y recuerdos. Su aparición es un puente entre lo literario y lo extraliterario, o como el mismo Williams (2006) lo dice, entre el narrador y la nostalgia (p. 10). Además “expresa la vivacidad superficial de la vida, con la veta subyacente del dolor inmutable e inexpresable” (p. 10). Así, el latido es el pulso del espectro.

Como vemos, estos elementos pueden entenderse a la luz de la crítica espectral porque insinúan enfocar el punto ciego entre lo visible y lo invisible, entre lo presente y lo ausente, entre la ilusión y la realidad, entre el ser y el no ser. Lo que existe pero no está permite comprender, por ejemplo, el retraimiento de Laura, la paranoia de Amanda o la decisión final de Tom, aunque no definitivamente, pues la explicación continúa en cada representación y en cada espectador. No hay final ni cierre, solo un telón que cae, y la condición para atravesarlo es cristalizarse.

Referencias

Williams, Tennessee. (2006). El zoo de cristal. Losada.

Ribas-Casasayas, Alberto. (2019). El espectro, en teoría. iMex. México Interdisciplinario. Interdisciplinary Mexico, 2 (16) 8-20. https://scholarcommons.scu.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1021&context=mod_lang_lit

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