Voltaire y la audacia de sus pensamientos

“Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos que buscan casa, sabiendo que tienen una.” – Voltaire

Al hablar de Voltaire se suele pensar en el epítome de hombre intelectual, pues resulta casi imposible no relacionarlo directamente con el ideal del hombre ilustrado, de la razón y de la inteligencia gracias a la manera en la que estructuraba sus pensamientos. Sin embargo, ¿qué tanto se conoce de él y sobre qué base se puede decir que realmente es un ícono de la ilustración y no sólo porque vivió durante esa época? Para ello, se debe iniciar conociendo un poco de él.

François Marie Arouet (1694-1778), mejor conocido como Voltaire, nació un 21 de noviembre de 1694 en París, lugar donde también murió un 30 de mayo en plena Ilustración. Fue hijo de François Arouet, un notario que también desempeñó labores en la corte, lo cual lo convertía en miembro de una familia acomodada. Dicha situación permitió que gozara de varios privilegios como contar con una educación jesuita para después convertirse en abogado.

Desde joven, se distinguió por ser curioso, cuestionar su entorno y confrontar lo que no le parecía, lo cual tuvo como consecuencia que en repetidas ocasiones fuera a prisión en la Bastilla o que lo desterraran de París, e incluso de Francia. Esta situación hizo posible que a temprana edad tuviera contacto con grandes pensadores como fue John Locke, quien permeó en su forma de pensar durante su estancia en Londres.  

También, a corta edad François Marie, un poco desencantado, decidió cambiar su nombre por un pseudónimo que era el acrónimo de Auoret L. J., del cual después de algunos ajustes y cambios de letras derivó en el famoso nombre que todos conocemos de Voltaire.  

Del mismo modo, sus inquietudes hicieron que explorara nuevas alternativas para expresarse como lo fueron la filosofía, la historia y, por supuesto, la literatura. Todo enmarcado en un alto nivel de compromiso ético personal, lo que posteriormente daría a conocer como parte del “amor propio” que lo caracterizó por el resto de su vida.

En este sentido, a lo largo del tiempo se ha generado una gran discusión respecto a cómo o en qué apartado se debería considerar a Voltaire. Hay quienes creen que sólo debería incluirse como literato ya que, la mayoría de sus obras son de ese género y como muestra está Cándido (1759), además de ser su obra más conocida. Otros apelan a que fue más un filósofo precursor de la Revolución Francesa debido a que influyó para realizar el cambio social.

Sin embargo, suele perderse de vista que con él se podrían considerar todas las anteriores, pues además de insertarse en el llamado Siglo de las Luces, contaba con las herramientas intelectuales y las inquietudes necesarias para llevar a cabo su tan deseada pasión: escribir y dedicarse a las letras, cuales quiera que fuera.   

De hombre a filósofo ilustrado 

“No siempre podemos agradar, pero siempre podemos tratar de ser agradables.” – Voltaire

Se sabe grosso modo sobre la importancia del legado de Voltaire, sobre las grandes enseñanzas principalmente en el ámbito de la moral y la ética, así como su apasionada inclinación por la historia y aspectos filosóficos como la metafísica. No obstante, resulta triste que pese a ello es un autor poco leído, pero altamente citado o referido como lo menciona Martí Domínguez.

Ahora bien, ¿qué hace tan perturbadora la premisa anterior? Pues se podrían enumerar varias respuestas, como que por momentos leer sus textos pueden resultar abrumadores debido a la gran cantidad de críticas mordaces que hace. Y a pesar de ello, no se puede dejar de lado que su pensamiento era muy atractivo para el momento, además de continuar vigente en la actualidad. Al grado de haber formado y moldeado a muchos de los intelectuales y revolucionarios tanto de la Francia del siglo XVIII como de otros países de la época.    

Voltaire se distinguió por ser un pensador libre, altamente audaz, crítico y con una sátira punzante que en compañía de su hábil pluma logró afianzar su estilo particular, también logró marcar toda una tendencia literaria que le valió varias visitas a la Bastilla por abordar temáticas inapropiadas y escandalosas, mas no por ello poco atractivas para sus lectores.

Dicha situación no impidió que su producción literaria parara o que sólo se limitara a la narrativa e históricas, pues también realizó escritos filosóficos. Ante tal situación, se ha generado una gran controversia ya que, para algunos los estos textos no son realmente filosóficos al no contar con el rigor característico de esa disciplina. Incluso, Voltaire se caracterizó por cuestionar y no dar por hecho los lineamientos dados por los autores clásicos o contemporáneos. Tal fue el caso de las fuertes críticas hechas hacia Descartes o el replanteamiento de postulados sociales realizados por Rousseau.

Del mismo modo, se distinguió por ponderar su firme creencia en que el hombre era bueno sin importar su condición y estrato social, es decir, creía en el sentimiento universal e innato de justicia y por ello, la ley debería ser igual para todos sin importar nada más. En este sentido, se puede observar que una de las principales inquietudes de Voltaire sobre la sociedad y lineamientos morales son el motivo por el cual se cuestiona su postura filosófica por una más de corte social.

De igual manera, se puede destacar la incansable lucha y defensa por un pacto social intrínseco del hombre sin importar su condición. Esta idea quizá sea por inspiración del pensamiento liberal de John Locke quien también abogaba por la defensa de los derechos naturales del hombre y, al mismo tiempo, defendía la tolerancia y el respeto por igual.

En este sentido, se puede decir que el filósofo ilustrado tomaba como directriz de su forma de pensamiento conductas éticas y morales muy marcadas que, ante todo, permitían el buen entendimiento y el posterior desarrollo en diferentes ámbitos. Asimismo, su mente crítica al igual que sus incansables cuestionamientos de todo mediante el humor y la sátira, permitieron que Voltaire consolidara un estilo narrativo que se puede apreciar no sólo en textos como Cartas filosóficas (1734) o Diccionario Filosófico (1764), sino en otros escritos como Cándido (1959) o El Siglo de Luis XIV (1751).

 

“La idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás.”- Voltaire

 

Bibliografía

Domínguez, Martí (2010). “Estudio introductorio”. En Voltaire (XVII-CIX). Madrid: Gredos.

 

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