Le Corbusier y la novedad de habitar  

 

Si bien dicen que nada es lo que parece, nos sorprendería que uno de los nombres más reconocidos en la arquitectura no haya sido precisamente un arquitecto de profesión. Incluso, que su apellido no sea el que conocemos: Charles-Édouard Jeanneret-Gris, mejor conocido como Le Corbusier, el arquitecto que revolucionó la arquitectura (el mote de Le Corbusier proviene del juego de palabras entre cuervo en francés –corbeau– y el apellido de su abuelo materno, Lecorbésier).

Le Corbusier (6 de octubre de 1887 – 27 de agosto de 1965) es una de las mayores influencias de la arquitectura del siglo XX. La innovación de Le Corbusier radicó en el funcionalismo de su habitar. La novedad de la obra de este arquitecto estuvo expuesta en su forma de ver cada uno de los materiales de sus construcciones. La modernidad se hizo presente y con ello su forma de ver cada uno de sus trabajos, pues para ese tiempo él estaba consciente que sus obras deberían ser una respuesta a esas transformaciones.

Así pues, era absolutamente necesario crear también una nueva arquitectura, y Le Corbusier la fundó en torno a cinco puntos básicos: utilización de pilotis (elementos de sustentación), jardines en el tejado, libre conformación de las plantas, ventanales continuos y libre formación de la fachada, todo ello dentro de un estricto orden geométrico como único generador de «volúmenes puros».

Estas soluciones pasarían a ser las características fundamentales y paradigmáticas del racionalismo arquitectónico, de quien Le Corbusier sería una de las principales figuras. Propuso una nueva manera de hacer arquitectura desde una perspectiva que combinaba a las artes con las matemáticas, el diseño y las letras.

La idea de conservar las estructuras lo más sobrias posibles y sustituir la ornamentación por naturaleza fue uno de los estandartes del arquitecto, además de la importancia de la geometría y su necesidad de orden para regular las formas y la línea como elemento integrador.[1]

Su pensamiento giraba en torno a las matemáticas y las artes;  se basaba en la proporción áurea —cuando la relación entre dos magnitudes es la misma que la de la suma de ambas y la mayor de las dos—, que calificaba como “una herramienta de medidas lineales u ópticas, similar al guión musical”.[2]


Un habitar utópico

Entre sus objetivos (porque aunque utópicos, lo fueron), fue el de reestablecer las ciudades. Un ejemplo de eso fue la propuesta de las ciudades-jardín en donde se mezclaba la naturaleza con la arquitectura. Le Corbusier concebía el urbanismo como interacción del espacio de la civilización en el espacio de la naturaleza y su ciudad ideal, como una conjunción que le permitiría una mejor interacción. De igual forma planteó la idea de generar casas cuyas conexiones fueran corredores y jardines de manera elevada y aunque esta idea nunca logró concebirse, sí le permitió sentar las bases para una de sus mejores herencias: las ciudades/unidades habitacionales.

Le Corbusier nunca estuvo en México, al menos no de forma presencial pero sí en las ideas. Jamás visitó este país pero sus enseñanzas fueron ejecutadas en buena parte en la arquitectura mexicana, gracias a los arquitectos que tomaron y pusieron en marcha todos sus modelos. Mario Pani, uno de los nombres más conocidos en el ámbito arquitectónico mexicano, fue discípulo de Le Corbusier y a través de él sus modelos fueron usados y aplicados en el país. Pani adoptó las enseñanzas de Le Corbusier para implementarlo en México, retomó sus postulados para la creación de la arquitectura mexicana.

Por ejemplo, las unidades habitaciones, tan comunes para nosotros, son el resultado de las propuestas arquitectónicas de Le Corbusier en donde se buscó la funcionalidad, edificios dotados de los servicios necesarios para constituirse como unidades autosuficientes, “una ciudad dentro de la ciudad” para una mejor calidad de vida.

Los inmuebles como la U. habitacional Nonoalco-Tlatelolco o el conjunto habitacional Miguel Alemán fueron diseñados y construidos bajo el modelo del arquitecto francés, con la intención de darle a la comunidad una mejor calidad de vida.

No sólo fue Mario Pani quien desarrollara las ideas de Le Corbusier. Además de él, nombres como Juan O’ Gorman, Teodoro González de León o Luis Barragán desarrollaron y materializaron muchas de las ideas que se mantenían en papel. Sí, es cierto que Le Corbusier no visitó México pero dejó en el país una huella que otros arquitectos lograron manifestar.

Una arquitectura tan singular y que se volvió una imagen de la identidad, una arquitectura funcional en pro de ese habitar. El Movimiento Moderno se hizo presente durante la década de los 30, justo en el momento de la necesidad de un discurso, y por ello, había que dar respuestas.

Los arquitectos del siglo pasado tuvieron a los maestros modernos como referentes y no son pocos los que se podrían destacar. Sin embargo, la influencia de Le Corbusier los estigmatiza y sus rasgos aparecen en la obra de modo manifiesto: Juan O’Gorman inauguró la modernidad mexicana con los estudios de Diego Rivera y Frida Kalho, Luis Barragán capturó toda su poética, Mario Pani hizo realidad las utopías urbanas de Le Corbusier y Teodoro González de León fundió la monumentalidad mexicana con el expresionismo corbusiano.[3]


La máquina de habitar

Le Corbusier destacó siempre una apuesta por la edificación abierta que permitiera la concentración de viviendas en altura para dejar espacios abiertos pero ocupados por jardines. Además buscó seccionar la ciudad, en donde existieran áreas especializadas (comerciales, administrativas, de ocio).[4]

De la forma en que el arquitecto entendía a la ciudad, entendía a los hogares con esa intención de verlos como “máquinas de habitar”. Aunque un poco confuso ese concepto de máquina, este sólo respondía a la idea de que la casa tendría que ser funcional a las necesidades, de que tenía que ser humana para atender estos requerimientos, de que cada casa tendría que ser útil para todo aquel que la ocupara. Un esquema funcional en cualquier contexto para ser habitado por cualquier habitante.

En una vivienda los elementos naturales (sol y vegetación) unidos a la arquitectura (espacio), permiten la introducción de valoraciones humanas al proceso arquitectónico, especialmente en la vivienda. Esta relación es habitar.[5]

[1] Laura Chaparro, “Le Corbusier, arquitectura geométrica a la medida humana”, Asociación BBVA, consultado en línea el 19 de julio de 2021 en https://www.bbvaopenmind.com/ciencia/grandes-personajes/le-corbusier-arquitectura-geometrica-a-la-medida-humana/

[2] Ibíd.

[3] Miquel Adriá, Le Corbusier y la Conexión Mexicana, X Seminario Docomomo Brasil, Arquitectura Moderna e Internacional: conexoes brutalistas 1955-75, Curitiba, octubre 2013, p. 13, consultado el 18 de julio de 2021 en https://docomomo.org.br/wp-content/uploads/2016/08/CON_02.pdf

[4] Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Le Corbusier. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/corbusier.htm el  15 de julio de 2021.

[5] Juan José Cuervo Calle, “Le Corbusier y la noción de habitar en la arquitectura moderna”, Brasil, Arq.Urb, número 18, enero- abril 2017, p. 96

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