Rufino Tamayo, el artista cotidiano

En más de una ocasión hemos visto que en las biografías de algunos escritores, pintores o artistas en general llegan a existir términos como contracorriente o ruptura. Aunque a veces ese tipo de términos pueden alertarnos o hacernos pensar en algo negativo, pareciera que en el caso de las artes sólo se trata de una corriente distinta, un estilo que difiere pero que no demerita los demás. Por ello, en más de una ocasión nos encontramos con la maravilla que significan estos estilos.

Un artista englobado en la contracorriente de su época fue Rufino Tamayo (1899-1991). En la época en la que Tamayo comenzaba a consagrarse como pintor, se desarrolló el Muralismo Mexicano. La mayoría de nosotros conocemos al Muralismo como una de las etapas del arte mexicano más reconocidas. Esta representación artística, que cobró presencia durante la época posrevolucionaria, fue la forma en que los pintores se manifestaron para dar mensajes sociales pero, también, como un método de enseñanza respecto a lo que había pasado durante los inicios del siglo XX. Esta manera monumental de mostrar lo que sucedía se plasmó en varios recintos importantes de la Ciudad de México por artistas como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.

¿Pero qué pasa con esos artistas que se desprendían de su “época”? Tamayo, quien está considerado dentro del gran movimiento muralista en México, se diferenció por representar lo cotidiano más allá de las manifestaciones sociales. Para él, no hubo como mostrar aquello que lo rodeaba, sus orígenes, la tradición que reconocía en su persona a través de sus lienzos con una técnica y uso de colores irreconocible en nuestros días. No había una forma de mostrarse como era sino a través de sus paisajes, de sus colores, de elementos característicos de su natal Oaxaca.

Decidió salir de Oaxaca para venir a la Ciudad de México a estudiar en la Academia de San Carlos. Sin embargo, abandonó la escuela para volverse autodidacta, lo que años después le permitiría tener su primera exposición en Nueva York a pesar de los comentarios de sus profesores. Antes de eso, tendría que recorrer un camino de aprendizaje y autoconocimiento respecto a sus pinturas. Tamayo sabía cuál era su intención, no compartió el interés del muralismo sino que él prefirió mostrarse a través de sus trazos. La obra de Tamayo refleja su fuerza emocional e instintiva, plasmada en animales, en paisajes, en frutos.

Amigo de los pájaros

Sus primeros estudios formales los realizó en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda. En 1921, ingresó al Departamento Etnográfico del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía para el que elaboró dibujos de piezas de arte popular y prehispánica.[1] A partir de este momento, comenzó a relacionarse más de lleno con el arte prehispánico que, si bien ya venía arrastrando ciertos elementos tradicionales en sus obras, éste fue un momento cumbre. Tal vez la novedad de Tamayo repose justo en su equilibrio: la interpretación de una historia doméstica (regional y nacional), mejor aún de una vocación, transfigurada por los aportes y las facetas de aquellos otros que, siendo diferentes, nos resultan próximos, desvaneciéndose la distancia del tiempo y la lejanía de la geografía.[2]

En 1926, presentó su primera exposición de pinturas. Ese mismo año se trasladó a Nueva York, donde expuso sus obras en el Art Center. Estuvo tres años allí y regresó en 1929 para convertirse en profesor de la Escuela de Bellas Artes. La mayoría de su trabajo se expuso en el extranjero, pero algo es cierto, su trabajo siempre fue la representación de su identidad como mexicano y la tradición que lo contempló.

Es por eso que no importó esa lejanía geográfica, aspecto que en algún momento le fue criticado a Tamayo, “el haberse apartado” del país para mostrar su trabajo en otros países. Sin embargo, él siempre resultó próximo al país en sus retratos, los colores, todos los aspectos que engalanaron su día a día, su ser cotidiano, su ser apegado al cobijo de los cielos y escenas oaxaqueñas. La intuición de lo vivo apareció en el territorio expansivo de su producción: frutas, instrumentos musicales, soles, lunas y estrellas, animales varios, parejas y retratos solitarios.

Una de las obras más reconocidas es la que se encuentra en el Museo Nacional de Antropología, en el vestíbulo Jaime Torres Bodet: “Dualidad” (1964). Es una representación de la cosmogonía náhuatl en la que se muestra la lucha del bien y el mal, la luz y la obscuridad, el encuentro entre Quetzalcóatl (serpiente turquesa) y Tezcatlipoca (jaguar). El uso de los colores es lo que muestra las acciones contrarias, una lucha entre el día y la noche, un mural impresionante por las dimensiones y las luces que lo acompañan en uno de los museos más representativos de México. Un impacto del enfrentamiento desde la sensibilidad de un pintor como Tamayo.

Es curioso pensar cómo una obra de ese impacto no sólo por el tamaño sino también por lo que refleja, esté ubicada en un sitio que la mayoría de los capitalinos hemos visitado. En el momento que haya sido, hemos estado en contacto con esa forma de mostrar los aspectos de una tradición compartida con Tamayo.

Hay temas que se abordaron en sus pinturas que todos hemos tocado en pláticas, en nuestro día a día, porque, claro, el que Rufino Tamayo decidiera ocuparse de lo cotidiano no sólo atiende a las escenas de sus obras sino también a nuestras emociones, preocupaciones, inquietudes porque ese modo de vivir es parte de lo que consideramos habitual, es una forma de abordar nuestro sentir a diario; en un fruto, en una noche, con algunos animales.

Los contenidos de la obra de Rufino Tamayo transitan de un polo a otro, de la nación al mundo, del camposanto a la plaza pública y los aposentos privados, de ida y vuelta. Su obra es un verdadero testimonio de tolerancia y respeto a lo diverso; constituye un puente entre realidades únicas e irrepetibles pero válidas. Un creador libre.

Moon Dog

 

[1] INBAL, https://inba.gob.mx/prensa/12861/la-obra-artistica-de-rufino-tamayo-una-de-las-mas-importantes-a-nivel-mundial-refrenda-su-valor-a-120-anos-de-su-nacimiento

[2] http://www.uam.mx/difusion/revista/dic99/sainz.html

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