Agustín Víctor Casasola y el periodismo fotográfico

 

En la actualidad estamos acostumbrados a ver fotografías que retratan todo tipo de escenarios, desde aspectos sociales hasta el desayuno de alguien. La cultura visual  nos es tan familiar que se ha convertido en algo cotidiano para la mayoría de nosotros. El camino de esta cultura se ha construido desde muchos lados y uno de ellos es la fotografía.

Existen situaciones que son documentadas para mostrarse a la sociedad, momentos que permiten ser conservados para convertirse en testimonio de lo sucedido. Sin duda, una de las épocas más interesantes y conocida a través de un lente fue la del siglo XX en México, donde se capturaron momentos como la Revolución Mexicana y los protagonistas de la misma. ¿El autor de esas fotografías que nos muestran a un Francisco Villa y Emiliano Zapata al centro de una multitud habrá tenido conciencia del impacto de su fotografía para años futuros?

Agustín Víctor Casasola - Villa y Zapata

Agustín Víctor Casasola nació en 1874 en la Ciudad de México y su principal profesión fue el periodismo, que se completó con su faceta de fotógrafo. Una combinación ideal, ya que fue a finales del siglo XX cuando decidió complementar sus notas con las fotografías.

Los medios periodísticos de la época le permitieron colaborar en sus páginas, mismas que años posteriores nos dejarían acercarnos a los acontecimientos de esos momentos, como testigos fieles de lo sucedido (en la mayoría de los casos). En 1890 ingresó en El Mundo Ilustrado, un semanario del periódico El Imparcial, donde consolidó su figura como fotógrafo y dio paso así a un camino que le permitiría reconocer mejor sus profesiones.

Al ser un exponente de la fotografía de su época, las motivaciones por cuidar esta actividad fueron en aumento. Casasola se convirtió en un gestor del archivo fotográfico de sus años. Durante la década de los veinte estuvo al frente del Departamento Central de Fotografía de la Nación en donde se encargó de registrar imágenes fotográficas de la vida política y social de México.[1]

El trabajo de Víctor Casasola comenzó en los suplementos de periódicos. Durante el inicio de siglo, el Semanario Ilustrado comenzó a darle los créditos de las fotografías a uno de sus colaboradores. Casasola, además de ser periodista del medio, decidió comenzar a ilustrar estas notas con sus propias fotografías, una labor que, reitero, fue completamente motivadora durante la época.

Según Daniel Escorza, uno de los principales especialistas del trabajo de Casasola, calificó el inicio de su trabajo de fotografía y periodismo como “un complemento gráfico del texto noticioso y una especie de dispositivo nostálgico de la realidad”.[2]

Escorza hace hincapié en que el material de Casasola además de ser informativo y complementario (texto e imagen) usó también su capacidad fotográfica para mostrar los hechos de esa historia presente: la degradación del “México viejo”, como se le conocía, y la forma en que la ciudad se transformaba de manera gradual. Se dice que “buscaba recordar el recuerdo”, lo cual cobra sentido si ponemos sobre la mesa hechos como la Revolución Mexicana, pero también las imágenes de una ciudad en ruinas en proceso de cambio, tanto en aspectos sociales como políticos y, por ende, económicos.

A inicios del siglo XX, la ciudad se preparaba para una serie de sucesos que vendrían a transformar el aspecto y la realidad humana, un conflicto que se vendría desarrollando con una ciudad cambiante de fondo. La mayoría de sus fotografías publicadas en estos primeros años del siglo acompañan las crónicas y noticias sobre novilladas y corridas de toros; kermeses en los alrededores de la ciudad como en Mixcoac, Tacubaya, o en Coyoacán; notas referentes a los ferrocarriles eléctricos, a instituciones como el Hospital General[3], porque sus notas estaban más apegadas al día a día, sucesos que permitieron su entusiasmo por ilustrar cada una de sus notas.

Casasola fue un reportero fotógrafo que se permitió visitar otros estados, como encomienda por parte de los periódicos, para “cubrir” una serie de eventos que en su momento demandaron el lente del periodista. Uno de los eventos a los que asistió fue a la inauguración de los trabajos del puerto de Veracruz, donde la figura principal que necesitaba ser tomada en cuenta por su lente fue Porfirio Díaz. Ahí demostró que sus imágenes se convirtieron en el complemento perfecto de sus notas, a veces como testigos, otras como meros documentos puestos a la interpretación, pero siempre como imágenes con una intención.

En estos primeros años Casasola concibió a la fotografía como un certificado de veracidad que refuerza al texto del periódico.[4] Esa forma de concebir a la fotografía le permitiría también comenzar a ser más visible para los medios. Durante esos años las portadas de ciertas revistas estaban reservadas para “fotógrafos de estudio” y no para reporteros que incursionaban en esta profesión.

Por ejemplo, El Semanario Literario Ilustrado le concedió la portada con una de sus fotografías. En 1903 el semanario mostró la imagen del Arzobispado de Guadalajara con motivo de una peregrinación de fieles a la ciudad de México donde puede verse el interior de la iglesia.

Si bien Agustín Casasola no fue reconocido junto con otros reporteros como “fotógrafos de estudio”, su trabajo sí le permitió construirse como un referente para las notas periodísticas ilustradas.

Durante las celebraciones del Centenario de Independencia, el trabajo de Casasola fue variado. La producción fotográfica del momento detonó en demasiadas imágenes, por lo que las tomas del fotógrafo reportero se volvieron fáciles de identificar. Para ese momento se expidieron tarjetas para los fotógrafos que cubrirían el evento, fue entonces cuando se le entregó un carnet a Casasola para su trabajo.

“Agustín Casasola fue registrado como fotógrafo de El Imparcial, junto con su hermano Miguel, con el propósito de que se les permitiera circular libremente por las calles de la ciudad de México durante septiembre de 1910”.[5]

El trabajo de Casasola se difundió de tal forma que en la actualidad no podemos dejar de pensar en él como uno de los precursores de la fotografía periodística y, sobre todo, como el gestor de estos documentos con la intención de ser procurados y conservados.

La fotografía de Agustín, además de ilustrar sus reportajes, fue parte de la noticia presente, de lo instantáneo más allá de quedar encapsulado sólo como fotógrafo de gabinete. Sus imágenes buscaron dar una respuesta inmediata sobre los hechos del momento.  Su obra fue tal que en menos de 10 años se le reconoció como uno de los mejores “fotorreporteros” de la época.

Gracias a su labor, al día de hoy su producción fotográfica es parte de unos de los archivos más conocidos: el Archivo Casasola localizado en la Fonoteca Nacional en Pachuca, Hidalgo.

En 1917, El Imparcial dejó de editarse y el periodista recuperó los archivos del diario para crear el Album histórico gráfico, en el que se exponían varias de sus fotografías capturadas durante la Revolución Mexicana.

Estas imágenes que se han vuelto parte del imaginario de la sociedad gracias a la forma en que han sido difundidas por varios medios, por el impacto memorial de los mismos.

El archivo Casasola expone dos etapas históricas relevantes: el Porfiriato y la Revolución  Mexicana, momentos en los que, de forma intencional y no, fue partícipe. Su trabajo presenta alrededor de 70 años de la historia mexicana, desde aspectos sociales, hechos comunes hasta eventos políticos, culturales y conflictivos como todo proceso. Todo su trabajo es resguardado como parte del patrimonio fotográfico del país, de la memoria instantánea de un fotoperiodista como Agustín Víctor Casasola.

[1] Agustín Víctor Casasola en https://fotografica.mx/fotografos/agustin-victor-casasola/ consultado el 16 de marzo de 2021

[2] Daniel Escorza Rodríguez, El itinerario fotoperiodístico de Agustín Víctor Casasola, 1901-1910 consultado en http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0101-90742007000200003&lng=es&tlng=es el 17 de marzo de 2021

[3] Ibíd.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.

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