El Principito de Antoine de Saint-Exúpery, lecciones para niños no tan niños

Dedico esta nota a todos los niños que ahora son adultos y a todo aquel que necesite de consuelo.

El Principito es uno de esos libros que recibimos de regalo cuando somos niños, cuyas lecciones y contenido cobran sentido una vez hemos crecido. Indudablemente, es un libro al que debemos acercarnos, más allá de su valor como lectura obligada de la literatura universal. A título personal, considero que  nunca se es muy niño o muy adulto para leerlo, pues siempre podremos encontrar ideas nuevas para cada momento de nuestra vida.

Si bien nos encontramos frente a un libro infantil, las temáticas que aborda y el cuidado que pone el autor en prevenir a los niños de los problemas de la vida adulta llaman mucho la atención, pues pareciera que es también una invitación a los adultos para volver a ver la vida con la inocencia de un niño.

El libro cuenta, a grandes rasgos, el encuentro de un piloto que aterriza accidentalmente en el desierto con el Principito, un peculiar personaje, proveniente del asteroide B 612. No demoramos mucho en descubrir que dicho personaje ha emprendido un viaje por el universo, motivado por una relación difícil con la misteriosa flor que habita su planeta. Así, somos testigos, junto con el piloto, de sus travesías y de los curiosos personajes que conoció.

El Principito relata la rutina que llevaba a cabo en su planeta, del cual cuidaba muy bien, cortaba los brotes de los baobabs, árboles que serían dañinos para el pequeño planeta de el Principito, pues terminarían destrozándolo por completo. La vida de este personaje gira alrededor del cuidado de su propio planeta, quitar el hollín de sus tres volcanes y mirar el atardecer cuando está triste. Esta rutina se ve alterada con el brote de una flor peculiar, hermosa, nunca antes vista por él. Comienza a cuidar de ella, pero pronto se torna una relación conflictiva, y es por ello que decide abandonarla e irse de viaje.

“No supe comprender nada entonces. Debí haberla juzgado por sus acciones y no por sus palabras (…) Debí haber adivinado su ternura, detrás de sus pobres astucias ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla”.

Me aventuro a dar mi lectura, quizá la relación del El Principito con su flor simbolice el amor.

En su travesía, conoce a otros personajes que viven solos en sus propios planetas, enfrascados en las actividades que realizan: un Rey que vive obsesionado con dar órdenes y tener súbditos a los cuales ordenar. Este episodio tiene varios elementos que nos llevan a la reflexión, como el momento en el que el Rey nombra a nuestro viajero ministro de Justicia. El Principito le cuestiona sobre quién ejercerá dicha labor, ya que no hay más habitantes en el planeta. A lo que el Rey le responde:

«Te juzgarás a ti mismo. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio”.

El Principito decide marcharse, argumentando que juzgarse a sí lo puede hacer en cualquier lugar y no vivir ahí. Durante estos episodios en los que se encuentra con adultos, nuestro viajero recalca la frase: “Las personas mayores son bien extrañas”.

Se encuentra con un vanidoso, un bebedor, un hombre de negocios y un farolero. Dichos personajes caen en conductas y contradicciones que causan repulsión en el Principito. Para él, se enfrascan en sí mismos, y sus labores no tienen sentido, como el hombre de negocios que posee estrellas para comprar más estrellas. Ahí, el Principito le hace notar a este hombre que no le es útil a aquello que posee. El farolero, sin embargo, le parece un poco menos ridículo, pues su labor es ajena a sí mismo.

Es cuando visita al geógrafo (otra peculiar visita, pues descubrimos que esta persona no abandona su escritorio y no conoce nada por cuenta propia) que el Principito comienza a extrañar a su rosa, pues aprende que las flores son efímeras (característica que las hace poco atractivas a los geógrafos). Es por recomendación de este personaje que El Principito decide ir a la Tierra.

Cae en África, en el desierto, donde se encuentra con una serpiente y reflexiona que en el desierto se está un poco solo. La serpiente le contesta que también con los hombres se está un poco solo y le hace una oferta: si algún día El Principito extraña a su rosa, ella puede llevarlo de regreso, pues tiene esa capacidad.

Sólo se conocen las cosas que se domestican

Comienza a recorrer el planeta, y ahí se lleva una gran desilusión al encontrar que había miles de rosas como la suya. Después, se encuentra con un zorro, quien le enseña el término “domesticar”, que significa “crear lazos”:

“Si nos domesticamos, tendremos necesidad uno del otro. (…) Serás para mí único en el mundo y yo seré para ti, único en el mundo”.

Dejo a continuación las siguientes frases:

“El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”.

“Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa”.

Con estas frases sencillas, pero contundentes en significado, comprendemos que para El Principito es ya vital retornar a su planeta para cuidar nuevamente de su rosa, pues aunque había muchas como ella, para él su rosa era única en el mundo y debe cuidar de ella.

No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos

Quizá el viaje del Principito le valió para valorar a su rosa. Quizá, le valió para descubrir lo verdaderamente importante, quizá se buscaba a sí mismo, buscaba sentido a la soledad que vivía en su planeta, quizá El Principito buscaba un amigo… Quedará abierta la interpretación para cada uno de ustedes, pues “los ojos están ciegos, es necesario buscar con el corazón”.

Este libro, finalmente, puede ser un consuelo para todo aquel que necesite de él, sobre todo, en momentos como este que atravesamos como humanidad. Pues, al mirar a las estrellas, sabremos que El Principito estará ahí, brindándonos su risa, sus preguntas y, muy posiblemente, esté cuidando de su rosa.

Autora: Bárbara Olguín

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