Edvard Munch ante la muerte

La enfermedad puede entenderse como una alteración que perturba el bienestar de un ser vivo; un movimiento discontinuo que deforma la percepción, pues en ella está latente y visible la presencia de una muerte que se suele olvidar. Los rostros de la vida y de la muerte son representaciones de lo absoluto que quizá nunca llegaremos a tocar, pues el continuo movimiento que lo anima todo nos impide acercarnos. No poseemos el tiempo en el que nos sostenemos y los instantes son apenas chispazos que recordamos con imprecisión.

La deformación de la normalidad cotidiana constituye para Edvard Munch la búsqueda de lo esencial, lo que perdura de la fugacidad. La pintura es un testigo de momentos súbitos que poseen en sí mismos un testimonio de ese absoluto; en ese sentido, el pincel y la paleta son la palabra que lucha por nacer y transmutar en emoción y belleza lo indescifrable de la experiencia vivida.

Edvard Munch solía decir, “Yo no pinto lo que veo, pinto lo que he visto.” Este detalle es clave en su obra, ya que define la línea hacia la que apunta la creación: recuperar el instante exacto en que un hecho impacta el alma. No hay visiones iguales, pero se puede intentar reproducir la emoción causada.

Por esta razón, los temas de las pinturas de Edvard Munch son de una intimidad brutal en el sentido de la experiencia, pero son también universales, por lo que el hombre y las profundidades de su alma están siempre presentes. Quizá por ello algunas de las imágenes que más recordamos son rostros sin rasgos definidos, figuras desdibujadas semejantes a fantasmas, encarnaciones puras de una emoción.

La búsqueda del propio rostro es guía en la enfermedad, en la que se separa la mente del alma permitiendo a fantasmas y demonios anidar en el sistema nervioso de un ser sin fronteras. La imagen, único vestigio de lo real, se convierte en el medio y el fin para mirarse y comprender.

Pero el afán de capturar un momento estático y poderoso no termina cuando la realidad se reproduce, por ello, aunque Munch tenía una gran pasión por la fotografía, nunca dejó de pintar.

“La cámara fotográfica no podrá competir con el pincel y la paleta mientras no pueda utilizarse en el cielo y en el infierno.”

Pintura y fotografía son caminos diferentes en la comprensión de lo humano desde la lente y el color del sí mismo; punto focal que direcciona la luz y la estructura del mundo en fragmentos dispuestos de tal manera que los contornos se desvanecen y se transponen cosas, ideas y entidades en el tejido de la creación.

La enfermedad es probablemente algo con lo que nacemos o algo que más tarde nos envuelve, es una herida abierta que, sin embargo, permite vivir en ámbitos diversos, transformarse, reescribirse y crear mundos, visiones o cicatrices, huellas de lo absoluto en nuestro cuerpo.

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