De mérito en mérito: Manuel Tolsá

Al hablar de Manuel Tolsá es probable que sólo se tenga como referencia la calle que lleva su nombre y que se encuentra a espaldas de la Ciudadela en la Ciudad de México o quizá, de la plazuela que se encuentra justo enfrente del Palacio de Minería donde actualmente se realiza la Feria Internacional del Libro de dicho palacio. Sin embargo, Tolsá es uno de los hombres más importantes relacionados con la formación artística de nuestro país, pues su llegada a México tenía como principal propósito formar a los artistas en la recién hecha Real Academia de San Carlos de las Nobles Artes de la Nueva España, la cual cambiaría la vista de la metrópoli virreinal y, además, sería el lugar donde varias de sus obras se conservaran hasta nuestros días gracias a lo cual podemos convivir diariamente con ellas.  

Manuel Vicente Agustín Tolsá y Sarrión nació en la provincia de Enguera, Valencia, el 4 de mayo de 1757. Su formación profesional comenzó a temprana edad bajo la tutela del escultor José Puchol, quien influyó considerablemente en la formación artística de Tolsá, pues con él comenzó, no sólo su interés por la escultura, sino su incursión por la arquitectura.

En este punto resulta importante mencionar que, aunque Manuel Tolsá era principalmente escultor, se le ha asociado más como arquitecto debido a que estuvo involucrado en la edificación de varios inmuebles, tanto en España con el Palacio de la Aduana, la Iglesia de las Escuelas Pías, la Capilla de San Vicente en el convento de Santo Domingo, como en México con el Palacio de Minería, el proyecto de la Iglesia de Loreto y la Capilla de Santo Domingo. Esto se debió a que toda la obra de Tolsá estuvo influenciada por la el arquitecto Gilbert, un ícono de su época.

La formación artística de Tolsá constó de dos puntos importantes, su formación profesional imbuida en las ideas de la ilustración en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia y su participación práctica en el Gremio de Carpinteros de Valencia ya que era común que los jóvenes artistas entraran a los talles gremiales para aprender el oficio de los maestros de manera directa[1].  

En 1789, Manuel Tolsá recibió el reconocimiento de ser nombrado académico de mérito por parte de la Real Academia de San Fernando, nombramiento que meses después también recibiría por parte de su alma mater, la Academia de San Carlos de Valencia. Dicho premio lo postuló para ser considerado no sólo como académico en 1790, sino como director de Escultura para la recién fundada Real Academia de San Carlos de la Nueva España.

Manuel Tolsá se estableció en la Ciudad de México de manera permanente y desarrolló gran parte de su trabajo en la capital, aunque también hizo algunas obras en la ciudad de Puebla, Guadalajara y Morelia. Para 1794 contrajo nupcias con la señorita María Luisa de Sainz Téllez Girón y Espinosa[2], miembro de una familia acaudalada e importante de la provincia de Veracruz, lo cual facilitó que se relacionara con la aristocracia del momento y el alto clero, situación que propició que Tolsá realizara trabajos tanto para la sociedad civil como religiosa.

El 24 de diciembre de 1816, en medio de la lucha de independencia de México, el profesor retirado de las cátedras de arquitectura y escultura, Manuel Tolsá, falleció debido a complicaciones derivadas de una úlcera gástrica.

La Academia de San Carlos a la llegada de Tolsá

En el marco de las Reformas Borbónicas y de las ideas ilustradas donde predominaba la premisa de la modernización e instauración de los nuevos gustos, en 1783, por orden de Carlos III, rey de España, se fundó la Real Academia de San Carlos de las Nobles Artes de la Nueva España. Ante tal situación, fue necesario reorganizar la institución, pues con la aparición de la academia se daba fin al orden anterior de los gremios y cofradías de artesanos que predominaba en el virreinato y se daría paso a la profesionalización de las artes con una escuela especializada. Por tal motivo, era necesario contar con profesores que encabezaran los diferentes ramos artísticos que se impartirían en la academia.     

En 1791, llegó a la Nueva España, el arquitecto, ingeniero y escultor español, Manuel Tolsá, con la misión de ser el Director de Escultura en la Real Academia de San Carlos. Su arribo a la Ciudad de México auguraba no sólo la profesionalización de la escultura, sino la introducción de las nuevas tendencias estilísticas que predominaban en Europa: el neoclásico.  

Tolsá, llegó a la Ciudad de México con 76 cajas llenas de copias de yeso entre las cuales destacaban 176 bustos, 14 manos y 16 pies, los cuales se utilizaron para las clases de pintura y escultura, especialmente para los estudios específicos y perspectiva corporal, además de dar a conocer los cánones clásicos establecidos por academias europeas que se pretendían enseñar en la Nueva España.  

Resulta importante señalar que en la Academia de San Carlos se impartían clases de arquitectura, escultura, pintura y grabado y que, hasta ese momento, los académicos titulares de dichas cátedras también eran españoles, específicamente valencianos: Joaquín Fabregat, Director de Grabado, y Rafael Ximeno y Planes, director de Pintura, quienes, además de compartir responsabilidades como encargados de diferentes departamentos, también compartían ser paisanos y con ello haber estudiado en la academia de Valencia, por lo que, prevalecía la influencia académica de dicha institución.

Obras más allá de la Academia

Como se había mencionado anteriormente, Manuel Tolsá, además de ser académico, también fue un artista independiente al cual se le hicieron varios encargos a lo largo de su estancia en México.

A continuación, sólo se mencionarán 3 de las múltiples obras que realizó Tolsá. El critero de selección de éstas se debe a que son las piezas más icónicas y que podemos apreciar con mayor facilidad, en un día común y corriente.

Catedral Metropolitana

El primer gran encargo que tuvo al poco tiempo de haber llegado a Ciudad de México fue la designación como director de conclusión de las obras de la Catedral Metropolitana debido a que su antiguo director, José Damián Ortiz de Castro, falleció imprevistamente.

En este punto, resulta necesario recordar que, durante el virreinato, el estilo artístico que predominó y proliferó ampliamente hasta encontrar nuevas propuestas fue el estilo barroco, por lo que la Catedral Metropolitana, la cual tenía casi tres siglos de construcciones permanentes predominaba en dicho estilo. Sin embargo, cuando Manuel Tolsá tomó la dirección de la obra, logró introducir el estilo neoclásico en la construcción general de la Catedral, especialmente en la fachada principal y la cúpula, con lo que no sólo cambió el plan original de la construcción, sino que llevó a cabo los ideales plasmados por las reformas borbónicas que impulsaron la creación de la Real Academia de San Carlos. Además, Tolsá colocó las esculturas de Las tres victorias o Fe, esperanza y caridad, las cuales son un remate en el reloj e hizo más evidente la ruptura con el estilo barroco[3].

Imagen tomada de: mexicodesconocido.com.mx

Palacio de Minería

En 1797, Manuel Tolsá fue nombrado y reconocido como académico mérito y con también comenzó otro periodo de nuevos encargos ahora en el ramo arquitectónico.

Como se mencionó con anterioridad, las reformas borbónicas pretendían institucionalizar los estudios no sólo en España, sino en sus extensiones, por lo que la creación de una escuela especializada para instruir a los futuros arquitectos  en la Nueva España eran necesarios, de tal manera que con la colaboración de Manuel Tolsá se dio inicio a la edificación del Real Seminario de la Escuela de Minería, el cual tenía como propósito contar con todos los elementos que permitieran el desempeño académico de los próximos arquitectos, pues el edificio recordaba a los grandes palacios por salones y grandes patios, además de que dicho edificio fue construido en su totalidad en estilo neoclásico. Por tal motivo, se considera que el actual Palacio de Minería es el mejor ejemplo del neoclásico novohispano[4]

Escultura ecuestre de Carlos IV o El caballito

Con la muerte del rey Carlos III y la destitución del segundo conde de Revillagigedo como virrey, ascendió al trono Carlos IV y con él, el virrey marqués de Branciforte, quien solicitó a Tolsá la realización de una escultura de gran formato del nuevo rey, la cual tenía que colocarse en el centro de la plaza mayor (Zócalo). Dicha empresa dio inicio en 1796 y finalizó para 1803. Es importante señalar que, para el momento, fue la escultura más grande que se había elaborado en América, por lo que, para su develación se realizó un gran evento con un gran público curioso el 28 de diciembre de 1803, pues no se había visto nada igual con anterioridad[5].

La representación ecuestre de Carlos IV es una escultura de bulto, es decir, una pieza completa que se puede apreciar desde cualquier ángulo. La escultura muestra al monarca montando a caballo con vestimenta militar romana, lo cual recuerda a las representaciones que se tiene de los emperadores romanos como Augusto. Asimismo, se observa cómo Carlos IV guía a un hermoso caballo el cual indica avance debido a que su pata delantera izquierda se encuentra levantada, mientras que el rey porta en su mano derecha una especie de batuta indicando que él será el guía.

Debido a la monumentalidad de la escultura, se crearon muchos rumores respecto a elaboración, pues Manuel Tolsá fue el encargado y supervisor de dicha obra, por lo que se dijo que gracias a las altas temperaturas que se necesitaban para lograr la fundición de los materiales, Tolsá perdió la mayoría de sus dientes

Otro aspecto curioso que rodea a la escultura de El Caballito, como comúnmente se le conoce, son sus constantes traslados, ya que, tras su inauguración en 1803, sólo permaneció en el Zócalo hasta 1852 cuando se le traslado a la Plaza de la Reforma, entre Paseo de la Reforma, Avenida de la República y Bucareli, lo que actualmente se conoce como la Glorieta del Caballito que alberga la escultura contemporánea de Sebastián. Su estadía fue más duradera, pues fue en 1979, después de varias modificaciones en el paisaje urbano de la época, que se decidió trasladar a la escultura a la Plaza Tolsá ubicada en la calle de Tacuba en el Centro Histórico[6].

Sin embargo, su tormento no terminó ahí. Si bien, obtuvo una residencia permanente en la Plaza Tolsá, en septiembre de 2013 sufrió una de las peores situaciones que una obra de arte puede tener, pues al intentar hacer una restauración de rutina en la cual se limpiaría la escultura, se realizaron procedimientos muy agresivos que dañaron irreversiblemente el 50% de la obra. La situación la informó el INAH y se admitió que el daño se debía no sólo a la agresividad del procedimiento en el que se utilizaron sustancias poco aptas, ácido nítrico, también a irregularidades administrativas en el área de Restauración de Monumentos y autoridades del Centro Histórico. Afortunadamente y tras varios años de arduas reparaciones por parte de personal certificado por el INAH en 2017 se reinauguró la escultura. 

De méritos

Sin lugar a dudas, Manuel Tolsá es, fue y será unos de los personajes más importantes de la historia del arte y del ramo artístico nacional, pues sin él, México no hubiera conocido ni tenido el gran impacto que el nuevo gusto, el neoclásico, generó en el cambio de siglo del XVIII al XIX.   

De esa manera, Tolsá recibió varios reconocimientos por su arduo trabajo como escultor y arquitecto, pero el mayor mérito que podría tener algún artista es la trascendencia temporal, la inmortalidad y, sobre todo, dejar una huella honda que sirva como parteaguas o puntero para las siguientes generaciones, mérito que Manuel también logró, pues a más de 200 años de su nacimiento y muerte, sus obras continúan intactas, en su mayoría.  

 

Referencias

[1] Recuperado en https://www.palaciomineria.unam.mx/arquitectura/biografia_tolsa.html

[2] Tomado de http://dbe.rah.es/biografias/8756/manuel-tolsa-sarrion

[3] Visto en http://www.catedralmetropolitanademexico.mx/apps/publications/info/?a=115&z=7

[4] Recuperado en https://www.palaciomineria.unam.mx/historia/rt_1.php

[5] Ibíd

[6] Recuperado en https://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/colaboracion/mochilazo-en-el-tiempo/nacion/sociedad/2016/12/26/y-que-es-de-el

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