Juan Gelman: poesía, amor y revolución

Adentrarse en la obra de Juan Gelman (1930 – 2014) es una invitación a un mundo en que la poesía vuela, evoluciona, perdona, exalta, consuela y sueña. Porque para él, un primer acercamiento a su poesía es también una iniciación para nosotros, sus lectores herederos:

Poemas con el hijo

Dice la palabra poesía por primera vez

¿Sabes el tiempo, todo el tiempo,
entre esa palabra y tu tiempo?

¿Sabes el aire, todo el aire,
entre esa palabra y tu aire?

¿El mar, acaso, sabes, el dolor
el amor, la tierra, la muerte,
sabes,
entre esa palabra y tus finísimos hilos?

¿Llegó hasta ti como una magia,
como una vejez de pronto?

¿Mojó con agua delicada
tu agua, la purísima, la quieta?

¿Te coronó de viva luz?
¿Puso en tu voz harinas dulces?

Quién dirá alguna vez lo que sucede
cuando dos niños se besan.

Pero cuando Juan Gelman se reconoce como poeta, admite un poco de los sinsabores del oficio como la tiranía del quehacer poético que lo obliga a trabajar en cualquier condición y bajo la orden de “dolores ajenos”, lo que hace que él se encuentre, cara a cara, con su arte poética, es decir, su razón para escribir poesía.

Arte poética

Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,

como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.

Sobre esta misma línea, Juan Gelman se refiere al poema como a una fuerza a la que es inútil resistirse, como el amor o la propia muerte:

Poema

Como el amor, como el amor insistes,
nada puede alejarte,
ni la piedra más dura que tiro contra mí.

Vienes, golpeas, pie ligero,
como el amor asciendes,
dicha pura,
oleaje de la oscura desconocida maravilla.

Bajo un día de verano clausura de la sombra
entre un ruido de rostros probables moriré,

solo de ti, solo de ti, pasión del mundo, poema.

Entre los grandes tópicos de su poesía se encuentran el amor y la revolución. El primero no es la clásica exaltación de un sentimiento, sino el llamado a reconocerse también en la ausencia amorosa, en el lento olvido de quien promete y se encuentra en el abandono, pero que a partir de ello reimagina la realidad.

Ausencia de amor

Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.

Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobrecristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.

Será ya como sea.
Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he
esperado.
Me comerás entonces dulcemente
pedazo por pedazo.

Seré lo que debiera.
Tu pie. Tu mano.

El tema amoroso en Juan Gelman también deambula en una suerte de experiencia casi divina, en las posibilidades de crear imágenes y presagios que establecen, paso a paso, el mundo como lo conocemos.

Fábricas del amor (Fragmento)

I

Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos jardines de la infancia.
Albañil con vergüenza,
yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
para darte la voz,
para poner dulzura en tu saliva.
Cuántas veces temblé
apenas si cubierto por la luz del verano
mientras te describía por mi sangre.
Pura mía
estás hecha de cuántas estaciones
y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
Qué infinitos de besos contra la soledad
hunde tus pasos en el polvo.
Yo te oficié, te recité por los caminos,
escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra
te hice un sitio en mi lecho,
te amé, estela invisible, noche a noche.
Así fue que cantaron los silencios.
Años y años trabajé para hacerte
antes de oír un solo sonido de tu alma.

II

Alza tus brazos, ellos encierran a la noche, desátala sobre mi sed,

tambor, tambor, mi fuego.
Que la noche nos cubra como una campana

que suene suavemente a cada golpe del amor.
Entiérrame la sombra, lávame con ceniza, cávame del dolor,

límpiame el aire:
yo quiero amarte libre.

Tú destruyes el mundo para que esto suceda,
tú comienzas el mundo para que esto suceda.

El segundo gran tema de su poesía fue la revolución. Juan Gelman no se encarga de exaltar el heroísmo de la lucha armada o de dignificar la figura del guerrillero, sino que muestra el lado de la derrota, el exilio y la patria perdida, todo esto, como una especie de consuelo para aquellos que la utopía no es el fin último de la transformación social.

Otras partes

¿oíste / corazón? / nos vamos
con la derrota a otra parte /
con este animal a otra parte /
los muertos a otra parte /

que no hagan ruido / callados como están / ni
se oiga el silencio de sus huesos /
sus huesos son animalitos de ojos azules /
se sientan mansos a la mesa /

rozan dolores sin querer /
no dicen una sola palabra de sus balazos /
tienen una estrella de oro y una luna en la boca /
aparecen en la boca de los que amaron /

pasan noticias de sus sueños /
arrastran sus lágrimas con un pañuelito detrás como
barriendo el padecer /
como no queriendo mojarlo /
para que el padecer estalle y arda y haga asiento donde
sentarse a pensar otra vez /

nos vamos / corazón / a otra parte /
hace mal que no podrás sacar los pies de la tristeza /
aunque es tristeza que besa la mano que empuñó el fusil y
triunfó /
y tiene corazón y guarda en su corazón una mujer y un
hombre pasando como tigres por el cielo del sur /

una mujer y un hombre como tigres enjaulados
en la memoria del sur /
besando hijitos que nunca más van a crecer /
compañeros que nunca más van a crecer y ahora cosen
la tierra al aire / cosen

tu corazón / corazón / sus animales /
una mujer y un hombre
caminando por el cielo del tigre
como tigre que canta /

vámonos con esta perra a otra parte /
no tenemos derecho a molestar /
nuestro solo derecho es empezar otra vez
bajo la luz del sol sereno /

los límites del cielo cambiaron /
ahora están llenos de cuerpos que se abrazan
y dan abrigo y consolación y tristeza
con una estrella de oro y una luna en la boca /

con un animal en la boca mirando el centellear
de los compañeritos que sembraron corazón
y levantan su corazón ardiente
como un pueblo de besos /

Juan Gelman deja entre sus letras un vestigio de aquellos compañeros que “nunca más van a crecer y ahora cosen la tierra al aire”, las voces de los guerreros que la historia oficial termina por olvidar, pero que la poesía y el arte vuelven un recordatorio amargo de las injusticias sociales. Sin embargo, el poeta argentino logra reconciliar ambas visiones a partir de la poesía, lugar donde compara y eleva los mismos ideales de vida para la poesía y la revolución.

Ruiseñores de nuevo

a la payita

en el gran cielo de la poesía/ mejor dicho/
en la tierra o mundo de la poesía que incluye cielos/astros/dioses/

mortales/
está cantando el ruiseñor de Keats/ siempre/
pasa Rimbaud empuñando sus 17 años como la llama de amor viva
de San Juan/
a la Teresa se le dobla el dolor y su caballo triza
el polvo enamorado Francisco de Quevedo y Villegas/
el dulce Garcilaso arde en los infiernos de John Donne/
de César Vallejo caen caminos para que los pies de la poesía caminen/

pies que pisan callados como un burrito andino/
Baudelaire baja un albatros de su reino celeste/
con el frac del albatros Mallarmé va a la fiesta de la nada posible/
suena el violín de Verlaine en la fiesta de la nada posible/ recuerda

que la sangre es posible en medio de la nada/
que Girondo liublimará perrinunca lamora/ y
girarán los barquitos de tuñón
contra el metal de espanto que abusó a Apollinaire/

oh lou que desamaste la eternidad de viaje/
el palacio del exceso donde entró la sabiduría de Blake/
el Paco Urondo que forraba en lamé la felicidad
para evitarle fríos de la época/

Roque Dalton que trepaba por el palo mayor de su alma y gritaba
“Revolución”
y veía la Revolución y la Revolución era la sola tierra firme que veía
y Javier Heraud que fue a parar tiernísimo a la selva/
y abrió la selva de la boca con su torrente claro/

y el padre Darío que a los yanquis dijo no/
como Sandino dijo no/
y el frente amplio de la poesía y de la guerra les volvió a decir no/
y Nicaragua brilla en su ejercicio de amar/

Martí yendo y viniendo por el aire con los muertos queridos
que vio volar como una rosa blanca/

¿no ves a mis compañeros volar/
¿estás despierto par que sigamos diciendo no?/

¿los muertos se ponen pálidos como magdalena cuando amasaba
sus panes con más lágrimas que harina?/ ¿hasta que venga el día?/
¿día en que toda América Latina subirá lentamente?/
¿amorosamente?/ ¿navegando como hacen mis planetas del sur?/

ahora canta el ruiseñor del griego al fondo de los siglos/
pasa Walt Whitman con el ruiseñor al hombro cantando en paumanok/
pasa el comandante Guevara a hombros del ruiseñor/
pasa el ruiseñor que se alejó de la vida callado como burrito andino

en representación de los que caen por la vida/
pasa la luna de rosados dedos/
pasa Safo abrigando al ruiseñor
que canta/canta/canta/

Él canta por los revolucionarios sociales y literarios, aquellas personas que se encargaron de revindicar el pensamiento y la lengua, a quienes identifica en una misma imagen: la del ruiseñor, ave de migraciones, de cambios y despedidas.

Si hubiera una celebración que hacer en la poesía de Juan Gelman, definitivamente sería la de la vida llena de consuelos, derrotas, errores e imperfecciones inherentes a lo humano, porque, al final, sólo quedará la infelicidad de no haber elegido.

El juego en que andamos

 Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.

Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.

 

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