Rosario Castellanos: mujeres contrabandistas de la cultura

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El 8 de marzo se ha convertido en sinónimo de lucha, pues éste es el día en el que se nos voltea a ver, pese a que las mujeres luchamos diariamente. Sin importar nada, las mujeres de todo el mundo tenemos que convertirnos en contrabandistas porque, como bien lo señaló Rosario Castellanos, la cultura, y lo que eso significa, nos está negada.

Hoy, quisiera retomar algunos fragmentos de la tesis de maestría de Rosario Castellanos titulada Sobre cultura femenina, pues en estos tiempos donde se nos acusa de criminales por realizar pintas que exigen dignidad para las mujeres, a veces, hay que volver a las voces que entendían que sin contrabandistas de la cultura estaríamos más perdidos.

Sí, somos criminales que contrabandean los valores de justicia, que se atreven a resignificar la palabra mujer en un país que nos odia y, mejor aún, que luchan sin importar la constante amenaza de ser asesinadas.

¿Cultura negada para la mujer?

En la tesis mencionada, Rosario Castellanos hace un recorrido sobre las consideraciones que “grandes” filósofos han escrito entorno a la mujer y su relación con aquella masa de términos y conceptos que llamamos cultura. Éstas van desde los vituperios hasta los “alagos”, los cuales bien parecen una justificación de nuestra condición de mujer y no un verdadero enaltecimiento de cualidades dignas. En palabras de Castellanos, esas consideraciones se resumen a lo siguiente:

Me han informado, aunque con cierta ferocidad y quien sabe si también con mala intención, acerca del tema los autores cuyas opiniones están consignadas en las páginas anteriores. Sé, por ellos, que la esencia de la feminidad radica fundamentalmente en aspectos negativos: la debilidad del cuerpo, la torpeza de la mente, en suma la incapacidad para el trabajo. Las mujeres son mujeres porque no pueden hacer ni esto ni aquello, ni lo de más allá. Y esto, aquello y lo de más allá está envuelto en un término nebuloso y vago: el término de cultura. Aquí, precisamente, es donde me doy cuenta de que mi pie gravita en el vacío.[1]

Castellanos, con cierto tono irónico, comienza a desentrañar aquello que para esos filósofos son buenos argumentos, incluso tanto como para poder afirmar la inferioridad del sexo femenino. Sin embargo, el tema más importante es que esta calidad de “inferior” hace que, para las mujeres, esté restringido el acceso al mundo luminoso donde los hombres se desenvuelven sin mayor complejidad y se denomina cultura:

El mundo que para mí está cerrado tiene un nombre: se llama cultura. Sus habitantes son todos ellos del sexo masculino. Ellos se llaman a sí mismos hombres y humanidad a su facultad de residir en el mundo de la cultura y de aclimatarse en él. Si le pregunto a uno de esos hombres qué es lo que hacen él y todos sus demás compañeros en ese mundo me contestará que muchas cosas: libros, cuadros, estatuas, sinfonías, aparatos, fórmulas, dioses […] Ahora, si le pido permiso para entrar, me lo negará. Ni yo ni ninguna mujer tenemos nada que hacer allí. Nos aburriríamos mortalmente. Y eso sin contar con que redoblaríamos la diversión de los otros a costa de nuestro ridículo.[2]

Este constructo no ha cambiado, sino que es el mismo que nos tacha de criminales por exigir un derecho tan básico como lo es el derecho a la vida y a la dignidad de la misma. Son estos mismos “pensadores”, quienes en calidad de presidentes, gobernadores o lo que sea, se atreven a jugar con la semántica y el discurso para que las mujeres contestatarias seamos más peligrosas que los feminicidas, violadores o abusadores.

¿Mujeres contrabandistas?

Esta negativa de incluir en la cultura a la mujer y de otorgarle un papel importante en ella ha sido sorteada y burlada por grandes nombres. En su tiempo, Rosario Castellanos traía a colación a Virginia Woolf, Safo, Gabriela Mistral, entre otras; quienes habían logrado contrabandear sus obras dentro de esa frontera. Sin embargo, y muy a nuestro pesar, los hombres dotaban de rasgos viriloides a estas creadoras. En este mismo orden, en 2021, los rasgos femeninos atribuidos a hombres no sirven más allá que para la reiteración de la inferioridad del sexo.

A diferencia de lo que Rosario nos dejaba como sentencia sobre que existe una “falta de atracción que la cultura ejerce sobre lo femenino”, muchas mujeres se han convertido en contrabandistas de todo tipo, desde aquellas que contrabandean educación y respeto hasta esas “malvadas” criminales que tratan de contrabandear justicia en un país donde la frontera se vuelve real, con muros de policías o de aluminio frente a Palacio Nacional, y que sin miedo gritan: ¡Nos queremos vivas!

 

 

[1] Castellanos, Rosario.(1950). Sobre cultura femenina. Tesis de Maestría, tomado de: http://www.debatefeminista.pueg.unam.mx/wp-content/uploads/2016/03/articulos/006_19.pdf

[2] Ibíd.

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