Los huesos hablan – Alberto Becerril Iturriaga (México)

Andaba pretendiendo a mi sobrina la Chofis, es la chamaca que está afuera de pantalón verde. Ya le dije que si sigue de cabrona se la van a llevar, pero ni caso me hace, salió igualita que su madre, buena para los hombres, pero pendeja para la escuela. ¿Pues qué les queda, verdá? Con ese cuerpo yo también hubiera sido así, pa’ que le miento, señorita, pero a veces uno se tiene que conformar con lo que Dios le dio, ¿verdá?

Sí, el muy cínico la venía a ver en su taxi todo viejo, pero ahí la Chofis andaba bien entrada, le paraba el culito, pues sabe lo que tiene, le digo que no es pendeja… Pues mire, no era guapo, pero era de buen ver, siempre andaba de camisa y zapatos, era buena persona, creo yo o creímos todos… No, es que él no era de acá. Llegó hace como unos dos años, creo que se vino de Guerrero, la verdad no lo sé, pa´que le miento, quien sabe es el tortillas, con él se juntaba.

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Nos conocimos en el frontón, el Raúl sí pelaba, una vez se la jugó con los de San Juan, esos cabrones son la mera verga… No, o no sé, sí le entraba a la mariguana, de vez en cuando a la coca, pero no era agresivo. Yo siempre creí que era medio depresivo o bipolar, sepa la chingada. ¿Por qué? A veces le daban bajones muy culeros, como el güey vivía sólo con su mamá inválida, o no sé… ¡Ah!, los bajones le daban así de la nada, se ponía a llorar de repente o ya se quería ir de la fiesta… Vivía en el siguiente pueblo, más para arriba, no sé bien donde, nunca fui, sólo nos hablábamos acá en el fron o cuando nos íbamos de pedos. Sé que rentaba un cuarto, nomás… ¡Ah, de eso! Una vez estando pedos me dijo que era de Chilapa y se vino acá, no me dijo por qué y yo tampoco le pregunté.

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Pues mire, sé que vivía acá adelante, cerca de la curva… No, no le hablaba, pero mi esposa sí, es que antes teníamos una tienda y él venía a comprar. Pues se veía una persona decente… Sí, traía un taxi, de eso se ganaba la vida, a veces mi esposa le pagaba para que la llevara al doctor o al mandado y pues nunca le hizo nada ni le faltó al respeto, por eso le digo que se veía una persona decente… ¿Mi esposa? Ahorita está en el doctor, no debe tardar… Sí, pues imagínese, todo fue un escándalo. Eso de verlo en los periódicos nos dejó impactados. La verdad yo no me lo podía creer, lo que pasa cerca de tu casa y uno ni por enterado, gracias a Dios a mi esposa nunca le hizo nada, pero fíjese, yo como que no lo quería creer; mi cabeza como que no hallaba explicaciones… No, es que todos creíamos que vivía con su mamá. Yo a veces cuando pasaba en su taxi la veía. Sí, eso fue lo fuerte, eso fue lo que me desconcertó.

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Salimos un par de veces, era muy atento, a mí no me daba pena andar en su taxi, es que hay mucha gente aquí del pueblo que es muy fijada, que se fijen primero en su casa y luego critican. Sí, pues a mí eso no me importaba, a mí siempre me trató muy bien, por eso cuando me enteré, pues casi lloro, chica, la verdad sentí como una cubetada de agua en el cuerpo. Me puse pálida, pálida, y pensé, -este desalmado me pudo haber matado, o qué sé yo…- Sí, yo entré a su casa, de hecho vivía acá adelante, rentaba un cuarto, vivía con su mamá, o bueno… ya no sé ni qué pensar, chica. Eso me da miedo, he tenido varias pesadillas con eso… Pues a mí me dijo que su mamá estaba muy enferma y estaba en silla de ruedas, cuando íbamos a su casa sólo íbamos a tomar, nunca cogimos ahí porque estaba su mamá. No, no nos decía nada, ¡ay! Es que te digo que nomás hablar de esto mira cómo se me pone la piel. Cuando me la presentó ahí estaba, sentada en la silla, en el cuarto donde dormía, pues creo dormía con él. Cuando llegamos estaba de espaldas, siempre la tenía de espaldas, la saludé por educación y estoy segurísima que me respondió. Un día antes de que pasara todo el desmadre, Raúl salió a comprar más chelas y yo me quedé sentada en el sillón, y clarito oí cómo la señora empezó a llorar, en ese momento me saqué de onda, dudé en preguntarle o no, pues no eran mis asuntos, pero pues al final sí lo hice, pero creo que se enojó porque se quedó callada. Después llegó Raúl y al verme parada cerca de la puerta del cuarto se enojó y me echó a patadas.

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Mi hija y yo siempre lo veíamos sacar a su mamá, la traía en una silla de ruedas y la paseaba por el patio. La señora traía un reboso siempre, hasta mi hija decía que si con este calor la señora no se achicharraba.

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Luego la subía a su taxi, pues yo veía que era un hijo atento… Es que es difícil de explicar, de contarle esto me da miedo, es espantoso, pues… no se lo he querido decir a nadie, señorita, ni a mi marido porque me dirá que estoy loca, pero a veces Raúl se salía muy temprano y llegaba muy noche, a veces venía acompañado de Lupita, una chamaca con la que andaba, pero casi siempre llegaba solo. Pues bueno, todos sabíamos que su mamá estaba en silla de ruedas y pues sí sentía feo de que la dejara tanto tiempo sola. Pues en una de esas fui a tocarle porque la escuché llorar, primero sentí horrible, pues pobre mujer. Toqué a la puerta y le dije que si estaba bien, si quería algo, pero se calló. Me quedé un momento en la puerta y cuando me volví a mi casa volví a escuchar que lloraba.

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Ya había llegado con su madre, o bueno con eso que trajo, pues nadie dudó, muchacha, nadie. Cuando a mí me rentó el cuarto lo vi como un joven normal y además bueno, que se hacía cargo de su supuesta madre. Nadie, le aseguro, sabía lo que estaba pasando. Cuando se descubrió todo fue un escándalo. Fue horroroso. Yo me quedé pasmada, como si hubiera visto un muerto. Los vecinos de abajo, uno de ellos, Carlos, fue el que lo descubrió, le metieron sus catorrazos, pues cómo no, todo lo que estaba haciendo frente a nuestras narices y nadie lo supo hasta ese día.

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Haga de cuenta, chula, que me estaba echando unas cervezas porque andaba mal, usted sabe, ¿no? Cuando un hombre anda mal, con una chelita se arregla todo, pero bueno, andaba echándome una chela cuando escuché que el Raúl había llegado, el motor de su mugre taxi era reconocible, esa chingadera ya ni servía, lo dejaba acá afuera. Pues haga de cuenta que llegó y lo vi desde aquí, mire, vea como se ve reclarito para donde él rentaba. Pues desde aquí lo vi que venía arrastrando algo y pues, carajo, dije, algo no anda bien. ¿Sabe? Soy muy perceptivo, cuando algo no anda bien como que me doy cuenta en chinga, y nunca he fallado. Ese día no fue la excepción. Dije, ah, chinga, pues este güey qué se trae. Pensé en lo peor, chula. Esperé que se metiera ahí donde vivía, eran como las doce de la noche, al ver que no salió, me fui en chinga a su coche y ah su puta madre, olía de la mierda, y dije, no mames, este cabrón acaba de matar a alguien. Busqué si había rastros de sangre y no encontré nada, pero el olor estaba muy cabrón, entonces, en chinga le llamé a mi compadre que vive acá arriba, le dije que bajara, el güey casi me putea porque ya andaba jetón, le dije lo que estaba pasando, lo llevé al taxi, casi se vomita, es que se lo juro, chula, olía muy culero, a muerto.

Mi esposa se despertó y le dije que no se alarmara, pero que en cuanto le dijera llamara a la policía. Agarré un cuchillo y mi compadre un palo, nos acercamos a la puerta del Raúl, se escuchaban murmullos, después oímos clarito el quejido de alguien y pensamos que el cabrón tenía a alguien raptado. Esperamos un poco y escuchamos una voz que decía dónde estoy, creí primero que era su mamá, pero mi compadre dijo que sonaba a una voz de hombre. Después no se oyó nada, hasta que el olor a muerto salió por la puerta. Todo nos pareció muy extraño, entonces decidimos tocar, a ver qué estaba pasando. Raúl no respondió, volvimos a tocar, se escucharon ruidos. Mi compadre le gritó que abriera, pero Raúl no respondió, mi compadre encabritado abrió la puerta de una patada y al entrar el olor a muerto nos recibió con un golpazo en la nariz. Todo estaba oscuro. Mi compadre casi vomita, era un olor insoportable. Busqué el interruptor y al encender la luz, nos quedamos helados ante lo que vimos, el muy cabrón tenía partes de huesos en todo el suelo, eso era lo que olía horrible, cuando Raúl salió de su cuarto, nos miró con cara de idiota. Lo sacamos al patio a punta de madrazos, le dije a mi mujer que llamara a la policía.

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Todos nos despertamos con el alboroto, yo solo vi cuando ya lo tenían encuerado en el patio, estaba muy golpeado. Carlos, el vecino de abajo, estaba gritando que era un loco, un asesino. Mi esposo y yo bajamos, dejamos a nuestros hijos en el cuarto. Todos estaban golpeándolo a más no poder. La policía llegó y como pudo lo sacó del lugar. Los vecinos estaban embravecidos, la policía después de muchos intentos puso orden. Carlos y Juan dijeron lo que habían visto, la policía entró a inspeccionar y fue ahí cuando Rosa, la dueña de los cuartos dijo que ahí estaba su madre, que tuvieran cuidado porque estaba en silla de ruedas.En ese momento todos nos acordamos de que era cierto, que ahí estaba su mamá.

Estábamos en suspenso total, la madrugada se hizo larga. Los policías entraban y salían del cuarto, hacían llamadas, llegaron más patrullas, no nos decían nada, luego nos volteaban a ver con mala cara. Después de dos horas, ya eran como las tres de la mañana, llegó yo creo un comandante y preguntó qué había pasado, Carlos y Juan volvieron a relatar lo sucedido, el comandante escuchaba con atención, hasta que preguntó que quien había dicho que ahí estaba la madre, la señora Rosa dijo que ella, el comandante molesto le dijo que era un delito decir mentiras a la autoridad, nadie entendió sus palabras, hasta que volvió a preguntar sobre la madre, pues todos dijimos que vivía ahí, que casi siempre la sacaba a pasear al patio o se la llevaba en su taxi, incluso otras vecinas dijeron que la habían escuchado llorar. El comandante tenía una cara de mal humor, pensaba que todo era una broma. Bien que recuerdo lo que dijo, señorita, -“Aquí no hay ninguna madre, son puros huesos.”-

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No hice nada. Ya han venido varias como tú a preguntarme lo mismo, ¿qué quieres que te diga? Yo nunca dije que era mi mamá… Yo no hice nada malo, no maté a nadie, pero quién va a creerme, ¿verdad? Si todo apunta a que soy un loco, un pervertido de esos que salen en las noticias… Ya les dije que no he hecho nada, pero no me creen. Cada hora son putazos, ya me pegaron muchas veces y no me creen, la verdad ya me resigné, ya que hagan conmigo lo que quieran.

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Por algo estás aquí, lo presiento. Tu cara es muy diferente a la última vez que viniste. ¿Ya me creíste? ¿Comprobaste lo que te dije? Sí, ¿verdad? Te digo que yo no miento. Lo único que quise fue ayudarlas, no sé por qué me pasó esto a mí. Ya le dije a los doctores todo esto pero piensan que estoy loco que, como me drogo, por eso hice lo que hice, pero no es así. Tú sabes que digo la verdad, lo veo en tu cara, esa misma cara tenía yo cuando me pasó, esa mera, esa misma. ¿Pudiste hablar con ellas? ¿Te dejaron verlas? Pobres, ellas no tenían la culpa, yo intenté ayudarlas, que tuvieran un descanso, un último goce, rescatarlas del olvido. No sabes cuánto tiempo me tardé en encontrar por completo a Jazmín, no lo sabes, fue mucho… Te toca hacer eso por mí, debes decirle a su familia que está aquí con nosotros, que fue gracias a mí, me deberían hacer un monumento, no tenerme aquí refundido… Has hablado con ella, ¿verdad? ¡A huevo! Lo sabía, no estoy loco, no estoy loco…

 

Sobre Alberto Becerril Iturriaga (México)

Es sociólogo y especialista en género en educación. Ha colaborado en diversas revistas tanto nacionales como internacionales. En 2019 su cuento Confesión integró la antología Encuentros en otros mundos, Perú; en 2013 publica su primea novela El secreto del tío Edgar en España y en 2015 es publicada en México; en 2010 es finalista en el Primer Concurso Internacional de nano literatura convocado por Proyecto Expresiones, A.C., Venezuela.

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