Herman Melville: del dolor de lo cotidiano y la literatura

 

Herman Melville fue un hombre que nació para la aventura, pero vivió para escribir.  Nacido en Nueva York en el año de 1819 fue educado con una base académica sólida y gran ahínco por las demandas religiosas.[1] Realmente de su vida se cuentan algunas peripecias, como la pérdida de su padre a temprana edad, la muerte de un hijo y una carrera como escritor que le valió sólo tres líneas en el New York Times el día de su muerte, pero fue más que eso.

Moby Dick es, probablemente, su obra más elogiada donde el capitán Ahab persigue a la ballena albina que le arrebató la pierna. Ante ello, se menciona que esa fue una historia real, la cual Melville pudo recuperar de su viaje a Las Galápagos. En el artículo Las Galápagos, infierno de Melville, paraíso de Darwin[2]  Antonio Lazcano mencionaba lo siguiente:

Es notable el contraste entre la visión de Melville y Darwin sobre el archipiélago. Pese a la efervescencia intelectual y científica que suscitó en su época la obra de Darwin, que desarrolló su imaginación científica en las islas, el estadounidense se distanció de todo eso. Su visión es pesimista y sombría.[3]

Ese pesimismo del cual habla Lazcano es el que quizás convirtió a Melville en genio, puesto que Albert Camus llega a la conclusión que el autor neoyorkino elevó su obra al nivel de los mitos:

La historia del capitán Ahab, por ejemplo, arrojado desde el mar austral al septentrión persiguiendo a Moby Dick, la ballena blanca que le arrancó la pierna, puede ser leída sin lugar a dudas como la pasión funesta de un personaje loco de dolor y de soledad. Pero también puede ser contemplada como uno de los mitos más perturbadores que se hayan imaginado sobre la lucha del hombre contra el mal y sobre la irresistible lógica que termina por elevar al hombre justo contra la creación y el creador, en primer lugar, y luego contra sus semejantes y contra sí mismo.[4]

El Homero del Pacífico, como le llama Camus a Melville, tiene una obra aún más desconcertante, llena de dolor y oscuridad cotidiana, me refiero a Bartleby, el escribiente. La historia de un copista quien consigue un trabajo en un despacho jurídico, donde se instala y comienza a desarrollarse una historia “anormal”. Menciono este adjetivo porque no hay nada más desafiante y al mismo tiempo sin acción que la frase “preferiría no hacerlo” acuñada por el mismo Bartleby.

En este cuento, la actitud quietista de Bartleby resulta más agresiva que cualquier acción física ejecutada. Él simplemente decide no escribir, no mudarse, no permanecer. El síndrome de Bartleby o el síndrome del silencio acuñado por Enrique Vila-Matas[5] se puede retomar para diversas lecturas del texto. En un caso particular, Ángel García decide enfocarlo en la producción literaria:

La figura de Bartleby y su actitud quietista adquieren un valor arquetípico y premonitorio del mundo artístico actual, especialmente del literario. Frente a la frenética y disparatada actividad hoy dominante, se postula el “no-hacer” como la mejor, o quizá la única respuesta que le queda al creador contemporáneo.[6]

En este sentido, García, con base en el texto Bartleby y compañía de Vila-Matas, menciona que la actitud del copista es una sentencia para aquellos quienes tienen una negación ante el mundo, pero poseen una conciencia artística, una gran exigencia literaria, pero que, al mismo tiempo, sucumben a la leyes del mercado editorial  y a un lector “convencional”, que prefiere un espectáculo banal, comercial y frugal de la literatura:

Pienso en Melville, precisamente, y en cómo las malas críticas a Moby Dick en su momento, le echaron de la literatura. Ese sí que ha sido un pinchazo histórico […] Pienso en nuestro país y en algunos autores de la generación del 50 que dejaron de escribir por cansancio al no encontrar el eco necesario (Rodríguez 2000: 49).[7]

Con esta brevísima reflexión, entonces, podríamos decir que Bartleby, el escribiente fue la propia premonición no sólo de la carrera literaria de Melville, sino de generaciones posteriores, quizás, específicamente en nuestra generación de escritores de siglo XXI, quienes parecieran hacer una parafernalia de aquello que alguna vez llamamos literatura, pero que hoy nos conformamos con sagas juveniles con poca o nula estructura y que, en efecto, no representan un reto intelectual para quienes leen.

Melville: nosotros seremos ese Ahab detrás de la ballena blanca de nuestros tiempos, esa ballena en forma de libros, que fueron escritos y escondidos por los Bartleby contemporáneos.

[1] Patán, Federico. (S.F.). Nota Introductoria. Recuperado de http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/cuento-contemporaneo/13-cuento-contemporaneo-cat/50-019-herman-melville?start=1

[2] COLNAL. (13 de febrero de 2020). Las Galápagos, infierno de Melville, paraíso de Darwin. Tomado de https://colnal.mx/noticias/las-galapagos-infierno-de-melville-paraiso-de-darwin/

[3] Ibídem

[4] Camus, Albert. (noviembre, 1952). Melville. http://revistascientiahelmantica.usal.es/wp-content/uploads/2012/11/04.-Herman-Melville.pdf

[5] García, A. (2007). La frontera del silencio. Casos y causas del síndrome de Bartleby en la literatura. Tomado http://www.cervantesvirtual.com/obra/la-frontera-del-silencio-casos-y-causas-del-sndrome-de-bartleby-en-la-literatura-0/de

[6] Ibíd p270

[7] Ibíd p 272

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