Henry Miller y el género epistolar

 

Enviar una carta es una excelente manera de trasladarse a otra parte sin mover nada, salvo el corazón.   

Petronio[1]

El género epistolar es quizás uno de los más antiguos en la historia de las letras universales. Se caracteriza por retratar la autobiografía de los sujetos que aparecen en él, es decir, que con el filtro del arte se reflejan los secretos, los pensamientos y, en algunas ocasiones, las contradicciones que salen a flote en ese afán de comunicarse con ese otro que escucha a través de la lectura. Los lectores de las cartas, que suelen ser garabateadas o mecanografiadas en trozos de papel, se vuelven confidentes. En ese sentido las cartas participan del juego recíproco entre personas y sucesos, entre descubrimientos y estímulos que dan estrategias para la vida. En los campos confidenciales y familiares este género, al igual que los periódicos se ha convertido en una pieza literaria.

Al mismo tiempo, las cartas se han establecido como una herramienta individual o universal que comparte las experiencias y los pensamientos de escritores, pintores, y músicos, que han hecho historia. Este argumento correspondería muy bien a lo que son las Cartas a Theo, del pintor holandés Vicent van Gogh, dirigidas a su hermano. Estas epístolas singulares fueron escritas sin la menor idea que serían publicadas y conservadas para la historia. Éstas reflejan la más íntima contradicción de uno de los más importantes pintores del siglo XIX, siempre bajo presiones económicas, y perseguido por la sombra de la locura, lo cual quedó retratado en cartas.

En ese sentido Bolívar (1997), define que:

El texto escrito puede ser objeto de análisis interaccional porque el texto es el resultado de una interacción verbal, que tiene lugar entre dos participantes, el que escribe y el que lee, en un contexto particular, con propósitos identificables por convección social p.79.  En ese sentido, las cartas son el reflejo de los sucesos que viven los sujetos en determinados contextos.

Desde esa perspectiva el escritor norteamericano, Henry Miller, acude a su amiga la escritora francesa Anais Nin a quien le cuenta algunos hechos de su vida de forma epistolar así:  

      (Paris, 27 de febrero de 1932)

      2: 00 A.M., sábado

 ¡Nada que no sea papel blanco normal y corriente!

He recorrido los humildes y oscuros restaurantes de la madrugada. He encontrado uno bueno: comida pésima y tíos chuscos. Está junto a la entrada del escenario del Folies Bergères, donde a menudo he hecho entregas de insecticida con mi amigo ruso, Príncipe, cuyo padre fue almirante del acorazado Potemkin. Cité a Saulnier, es una de mis calles favoritas al caer la noche. La respuesta a su carta que comencé a escribir la he roto. Estoy contestándole durante el momento de paz de la comida. Pienso en tantas cosas ahora mismo que me encuentro un poco chiflado. Ya lo ve usted, he empezado a pensar de nuevo, a pensar en términos de escritura. Regreso a mí mismo. El lunes me llega una máquina y pronto la correspondencia de June, según una breve nota añadida a la carta de un amigo que me ha visitado hoy, en su nombre. Grandes cosas en marcha, me dice. June ha vuelto a expresarse con optimismo. Hay algo flotando en el aire. En cuanto a mí, las cosas van para arriba. Estoy excitado. Me despierto después de cinco seis horas de sueño y en ese mismo instante ya estoy pensando en la próxima línea de mi libro.  Al mismo tiempo, pienso en términos de color. Necesito ratos libres para pintar algunas acuarelas, al menos dos una o dos cada día. Quiero leer todos los libros franceses que pueda tener a mano. Quiero hacerlo todo. Estoy vivo otra vez y mis dedos vuelan sobre el papel Bon! Sí, y Rilke es bueno aquí y allá. Parecido a Duhamel en Salavin, por momentos. Más adelante les explicaré que significan estas palabras. Estoy subrayando varios pasajes. Estoy con ellos con Salavin y Malte Laurids Brigge. Soy también una especie de quelconque quinconque. Un santo. Estoy pensando en todos los sentidos posibles… el nuevo explosivismo.

El artículo me ha resultado un poco enigmático. A veces mi francés decae… en especial cuando me encuentro fatigado. Volveré a arremeter contra él una de estas mañanas, mientras silbo al afeitarme. Sí, he empezado a silbar y cantar por las mañanas. Primero naranjas y, después, copos de avena en la Coupole. Cena en el cuarto de Fred (Alfred Perlès), donde freímos costillas de cerdo y patatas sobre un infiernillo de alcohol, y miramos, hipnotizados, nuestras viejas acuarelas. Sí, he mencionado el libro de Stefan Zweig -antes; también se lo ha mencionado a June, que estaba muy impresionada con él.  Estoy hondamente desilusionado, sobre todo a partir del momento en que la crítica francesa le ha puesto por las nubes. Una noche libramos una gran batalla sobre el tema en la Rotonde y vencí a todos mis adversarios juntos.  Zweig es un tipo anticuado. Pertenece a la escuela de escritores de Los Buddenbrooks… demasiado antimacasar (Necesito con toda urgencia palabras nuevas; mi vocabulario está herrumbrado de antigüedades.) Pero lea usted aquel relato de las veinticuatro horas en la vida de una mujer. Le diré lo que es erróneo psicológicamente allí. Hay otro cuento que es mejor. (Henry.  P. 214).

Lo que quiere decir que las epístolas son los reflejos de los sentimientos y pensamientos que acompañan a los seres humanos en su búsqueda por la vida en armonía en conectores sociales, culturales, políticos y económicos, los cuales determinan su accionar. Finalmente, las cartas son nuevas formas de ver el mundo y la invitación es a leerlas a través de grandes voces como la de Henry Miller.

Referencias bibliográficas

Bolaños, C. S.; Cadavid, M. J. H; Martínez, L. J. y Sánchez, L.C. F. (1996). Lengua Castellana 11. Bogotá: Grupo Editorial Norma Educativa S.A.

Bolívar, A. (1997). La toma de turnos en el texto escrito: implicaciones para la lectura. En M. C. Martínez, Los procesos de la lectura y la escritura. Propuestas de intervención pedagógica. Cali: Universidad del Valle.

Miller, H. (1981). Cartas a Anais Nin. Barcelona: Editorial Bruguera.

[1] Escritor de la Antigua Roma.

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