Sobre el arte de la edición

 

Aunque son pocos los editores que se han ganado un sitio en las altas esferas del mundo cultural, lo cierto es que la edición tiene un rol central en el curso de la literatura. Los editores no sólo son el puente entre lo material e inmaterial de las letras, son también una especie de filtro que determina, en gran medida, qué libros pueden pasar a formar parte del canon.

Es decir, son las casas editoriales quienes eligen, con base en criterios más o menos formales, qué llega a las manos de los lectores y ese es ya un primer umbral hacia la trascendencia, de ahí la complejidad de abordar el tema: ¿qué hace al buen editor? ¿Hasta dónde debería llegar su intervención? ¿Qué pasa con las nuevas formas de publicación independiente, artesanal o autopublicación?

Algunos profesionales del sector editorial en México consideran que hace falta regulación y que, en general, las condiciones y leyes al respecto podrían mejorarse. No obstante, también hay un gran número de personas interesadas y ocupadas en hacer de este arte algo que realmente incida en el pensamiento crítico y artístico de las personas. Esto último hace contrapunto a la casi imposibilidad de forjar un nombre en la literatura sin las influencias que por debajo del agua hacen al río sonar.  

Debe haber otro camino y los encargados de construirlo son los autores, sí, pero de la mano de los editores, pues así como es necesaria la preparación en cualquier arte, lo es también para el aspirante a escritor, pero además para el editor. El conflicto surge en el desconocimiento de esa figura idealizada del editor como descubridor de talentos o mero comerciante de libros.

Por una parte, es importante que se visibilice la necesidad de la edición y la corrección como una tarea imprescindible en la producción literaria (pues aún son muchos los escritores que se niegan a pasar por este proceso tachándolo de innecesario). Por otra, es preciso pensar en la edición como una labor compleja e integradora, cuyo propósito sea tanto social, como artístico y comercial.

Dice Gabriel Zaid en Los demasiados libros que el ritmo y estilo de vida de nuestra época nos ha llevado a limitar la generación de ideas mediante la conversación y propiciarla con la lectura que, no obstante ser letra en apariencia muerta, puede animar la cultura con el surgimiento de nuevas expresiones, iniciativas y conversaciones, base del conocimiento.

Por ello, ni un editor ni un escritor deben perder de vista ese ideal socrático de desarrollo de la propia capacidad de saber, en suma, de la inteligencia y el pensamiento crítico.

Ese, afirma Zaid, debería ser el eje de toda labor editorial:

La promoción del libro que nos importa no puede limitarse a aumentar las ventas, los tirajes, los títulos, las noticias, los actos culturales, los empleos, el gasto y todas las cantidades que conviene medir. Lo importante es la animación creadora que se puede observar, aunque no medir; que nos puede orientar para saber si vamos bien, aunque no hay recetas para desarrollarla.

En este sentido, el editor tiene la responsabilidad de propiciar o encaminar conversaciones de valor, por lo cual debe hacer una doble labor de identificar y segmentar al público lector, y además crear colecciones que respondan a las necesidades de dichos segmentos para que el libro encuentre tierra fértil donde crecer.

Por su parte, Roberto Calasso asegura que la edición además de ser un negocio y una ocupación de prestigio es un arte y, más aún, un género literario. La atribución corresponde al reconocimiento de la autoridad que tienen los editores en el desarrollo de la literatura y la responsabilidad de construir una editorial regida por los principios propios de ésta.

En otras palabras, una editorial debe considerar cada título como un capítulo de un mismo libro, es decir, debe guardar una coherencia que permita ver las publicaciones como partes de un todo multimediático:

En primer lugar, la forma es decisiva en la elección y en la secuencia de los títulos que hay que publicar. Pero la forma tiene que ver también con los textos que acompañan a los libros, además de la manera en que el libro se presenta como objeto. Por eso incluye la portada, el diseño, la compaginación, la tipografía, el papel.

Muchas personas desconocen los lineamientos de las casas editoriales y al momento de buscar dónde publicar su libro, tocan puertas aquí y allá sin tomar en cuenta que de nada servirá ser parte de un catálogo que solo figure en almacenes.

Lo mismo sucede con las editoriales que no se preocupan por construirse una identidad, indagar en el medio cultural ni arropar títulos estratégicamente para incorporarlos a las conversaciones actuales o motivar nuevas.

Y es que además de lo anterior, hoy en día la literatura y la edición se enfrentan a cambios paradigmáticos que pueden dotarlas de una profundidad cada vez mayor o, por el contrario, llevarlas hacia una trivialidad sin sentido.

Basten como ejemplo las plataformas de escritura como Wattpad, la autopublicación que ofrece Amazon o el gran número de editoriales independientes surgidas recientemente. No son buenas ni malas per se, pero así como tienen sus virtudes, también encierran ciertos peligros.

¿Estamos yendo por el camino correcto? Considero necesario abrirse hacia las nuevas posibilidades que nos brinda la tecnología, pero además acercarnos a estos autores como Zaid y Calasso, cuyas ideas vale la pena tener en cuenta.

Sin duda, es importante que todo aquel con interés en el mundo literario, ya sea desde la escritura o desde la crítica, reconozcan la edición como la caracterizó Calasso: como un arte, con sus técnicas propias, sus medios, alcances, limitaciones y aspiraciones. Porque no basta con escribir por escribir si queremos incidir de algún modo en la cultura, debemos también preocuparnos por conocer el funcionamiento de ese mundo complejo que es la literatura con todas sus orillas.

Referencias

Zaíd, G. (2010). Los libros y la conversación. En Los demasiados libros. Random-House Mondadori.

Calasso, R. (2014). La edición como género literario. En La marca del editor. Anagrama.

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