El gran Gatsby: una mirada a las figuras del enamorado

La novela El gran Gatsby, escrita por Francis Scott Fitzgerald (1896-1940), es quizás una de las más importantes obras de la literatura universal. Razones para sustentar lo anterior hay muchas, las cuales van desde la estructura literaria, la universalidad de sus tópicos o la crítica social que hizo a la naciente sociedad moderna estadounidense, específicamente de la década de 1920.

Sin embargo, el amor y la parafernalia de las fiestas son los que vuelven extremadamente atractivo el texto dentro de la cotidianidad. El misterio que hay detrás de Jay Gatsby y su forma de conseguir la atención de Daisy Buchanan tienen un encanto que raya en el mito y cabe señalar que este aspecto fue muy explotado en el cine.

Espera

Jay Gatsby, como un sujeto amoroso, está constantemente esperando. La espera, según la obra Fragmentos de un discurso amoroso, es un “tumulto de angustia suscitado por la espera del ser amado, sometida a la posibilidad de pequeños retrasos (citas, llamadas telefónicas, cartas, atenciones recíprocas).”[1] Dicha angustia se ve reflejada en Jay desde que fragua un posible encuentro en esas estrafalarias fiestas y en la forma de construirse frente a Nick Carraway, a quien intenta convencer que es un hombre respetable.

Adicional a lo anterior, Barthes apunta que detrás de la espera hay una escenografía, la cual es manipulada y organizada por el sujeto amoroso. En la novela podemos apreciar la escenografía con las fiestas, pero es más evidente con el pasaje donde Gatsby espera en un muelle y, posteriormente, se hace la referencia a la luz verde que él mira en el otro lado.

Cabe destacar que el estado de espera no sólo se da por un encuentro con el objeto amado, es decir Daisy, sino que Jay quiere ser correspondido y, por ello, cuando confrontan a Tom, Gatsby se comporta como un loco, pues “la espera es un delirio” y aquí se ve reflejada, también, la angustia.

Encuentro 

Tanto el lector como el espectador de la obra de Fitzgerald se enteran que el móvil de las enormes fiestas realizadas en casa de Gatsby es un encuentro. Sí, Jay espera que, por azar o probabilidad, en alguna de ellas logre reunirse con su amada Daisy. No obstante, es más bien mediante una invitación discreta y planeada gracias a Nick Carraway y Jordan Baker, quienes representan de forma general a los alcahuetes, que logran reunirse.

Roland Barthes nos explica que el encuentro es parte las etapas de la jornada amorosa: “La figura remite al tiempo feliz que siguió inmediatamente al primer rapto, antes que nacieran las dificultades de la relación amorosa.”[2] En el caso de la obra de Scott Fitzgerald el rapto amoroso se da, pero los demás encuentros no se completan debido a que Jay debe ir a la guerra y es como si esos momentos felices se quedaran en espera. Leamos un poco cómo es este primer encuentro entre Jay y Daisy:

They were sitting at either end of the couch looking at each other as if some question had been asked or was in the air, and every vestige of embarrassment was gone. Daisys’s face was smeared with tears and when I came in she jumped up and began wiping at it with her handkerchief before a mirror. But there was a change in Gatsby that was a simply confounding. He literally glowed; without a word or a gesture of exultation a new well-being radiated from him and filled the little room.[3]

Éste es el primer encuentro en la novela entre Gatsby y Daisy, el cual da pie, según se sabe avanzada la trama, a una serie de visitas que ella hace a la casa de Jay. Es en éstas donde se planea el enfrentamiento entre Daisy y Tom cuando ella pretende abandonarlo.

Exuberancia

Líneas arriba mencioné que son las extravagantes fiestas las que nos dan un aire mítico. Asimismo, son la representación de otra figura presente en el discurso del enamorado o sujeto amoroso, como lo hemos llamado gracias a Barthes,  pues es mediante el gasto que “el sujeto amoroso titubea y busca a la vez situar al amor en una economía del puro gasto, de la pérdida “por nada”.[4]

Las fiestas de Gatsby son, en efecto, una representación del gasto amoroso. Como apunta Barthes, el enamorado, mediante este despilfarro, quiere representar la inmensidad o exuberancia del tesoro y lujo que envuelve su amor por el objeto amado y que, además, está dispuesto a dilapidar “por nada”.

Asimismo, dicho gasto funciona para que el sujeto amoroso tenga una satisfacción o para evitar una herida. Jay quiere la satisfacción del favor amoroso de Daisy y la aprobación de la alta sociedad ya que él es un self-made man y su contexto no lo ayudaba a entrar en esa esfera. Del otro lado, la herida que Gatsby quiere tapar es la del rechazo amoroso.

Finalmente, el mítico Jay Gatsby y su amor por la consentida Daisy Buchanan es la representación, a grandes dimensiones, de lo que un sujeto amoroso podría hacer por el objeto amado y, aunque la crítica social es evidente, siempre el amor en estos tiempos sigue siendo uno de los aspectos más interesantes y atractivos de la condición humana.

[1] Barthes, Roland. (2011). Fragmentos de un discurso amoroso. Siglo XXI editores: México, p136

[2] Ibíd p118

[3] Fitzgerald, F. Scott. The Great Gatsby. Palmyra: Saint- Peterburgs, 2017, p 95. Se decidió colocar en inglés para hacerle justicia al texto original.

[4] Op.Cit. Roland Barthes p148

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