5 fragmentos del Libro del desasosiego de Fernando Pessoa

 

Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares, Ricardo Reis… Estos son sólo algunos de los nombres con los que el portugués Fernando Pessoa consagró una obra tan heterodoxa e inacabable. Son muchos los críticos literarios y autores que han logrado identificar las diferentes voces dentro de la obra pessoana (como Octavio Paz en el prólogo de la compilación que realizó sobre la obra del portugués) y aunque cada texto cuenta con un estilo tan propio y particular, es quizá el Libro del desasosiego la obra que mejor nos ayuda a imaginar la profundidad literaria y humana de Pessoa como autor.

El Libro del desasosiego o “una autobiografía sin acontecimientos”, como el propio Fernando Pessoa lo definió, es un libro fragmentario e inclasificable, pues abarca la representación de todo un mundo de reflexiones, ensoñaciones y prosa que logra desdibujar las fronteras con la poesía. Aunque el autor utilizó al escritor ficticio Bernardo Soares (un oficinista en un despacho de contabilidad) para presentar esta obra que abarcó prácticamente toda su vida literaria, no cabe duda que a través de sus páginas corre la mejor representación de su estilo y visión del mundo.

Por ello, en esta ocasión quisiera compartir únicamente 5 fragmentos de tan vasto y heterodoxo libro, pues no me gustaría arruinar la sorpresa de un lector que está a punto de sumergirse en las aguas pessoanas. Más bien, quisiera que este pequeño texto recopilatorio fuera una antesala a la embriagante obra de Fernando Pessoa motivada, claro, por la promesa de encontrar algunos fragmentos de textos que difícilmente saldrán de nuestra cabeza.

1.

Pedí tan poco a la vida y ese mismo poco la vida me lo negó. Un haz de parte del sol, un campo próximo, un poco de sosiego con un poco de pan, [el] no pesarme mucho el saber que existo, el no exigir nada de los otros ni ellos nada de mí… Esto mismo me fue negado, como quien niega limosna no por falta de buena alma, sino por no tener que desabrochar la chaqueta.

Escribo, triste, en mi cuarto tranquilo, solo como siempre yo he estado, solo como siempre estaré. Y pienso si mi voz, aparentemente tan poca cosa, no encarna la sustancia de millares de voces, el hambre de decirse de millares de vidas, la paciencia de millones de almas, sometidas como la mía al destino cotidiano, al sueño inútil, a la esperanza sin vestigios.

2.

Saber que será mala la obra que no se ha de hacer nunca. Peor, no obstante, siempre será la que nunca se haga. La que se haga, al menos, queda hecha. Será pobre, pero existe, como la planta raquítica en el único jarrón de mi vecina tullida. Esa planta es su alegría, y a veces también la mía. Lo que escribo y reconozco que es malo, puede también ofrecer unos momentos de distracción peor a algún otro espíritu afligido o triste. Eso me basta, o no me basta, pero de algún modo es útil, y así es toda la vida.

3.

Lo que creo que produce en mí el sentimiento profundo, en el que vivo, de incongruencia con los otros, es que la mayoría piensa con la sensibilidad, y yo siento con el pensamiento. Para el hombre vulgar, sentir es vivir y pensar es saber vivir. Para mí, pensar es vivir y sentir no es más que el alimento del pensar. 

[…]

Cuanto más diferente de mí es alguien, más real me parece, porque depende menos de mi subjetividad. Y es por eso por lo que mi estudio atento y constante se dirige a esa misma humanidad vulgar que me repugna y de la que me siento distante. La amo porque la odio. Me gusta verla porque detesto sentirla. El paisaje, tan admirable como cuadro, suele ser incómodo como lecho.

4.

Cuando nació la generación a la que pertenezco encontró el mundo desprovisto de apoyos para quien tuviera cerebro y al mismo tiempo corazón. El trabajo destructivo de las generaciones anteriores hizo que el mundo al que nacimos no tuviera seguridad que darnos en el orden religioso, ni apoyo que darnos en el orden moral, ni tranquilidad que darnos en el orden político. Nacimos ya en plena angustia metafísica, en plena angustia moral, en pleno desasosiego político.

5.

Cuando el Sr. Pickwick es ridículo, no es ridículo, porque lo es en una novela. ¿Quién sabe si la novela no será una realidad más perfecta y una vida que Dios crea a través de nosotros, y si nosotros-quién sabe- sólo existimos para crear? Parece que las civilizaciones no existen sino para crear arte y literatura; lo que de ellas nos habla y lo que de ellas queda son eso, palabras. ¿Por qué no serán esas figuras extra-humanas verdaderamente reales? Me duele de mala manera en mi existencia mental pensar que esto pueda ser así… 

Aunque pocos y breves, estos fragmentos del Libro del desasosiego de Fernando Pessoa enmarcan algunos de los temas más recurrentes en su obra: la desaparición del individuo para presentar una voz colectiva, la reivindicación de la vida cotidiana y el hombre común, el autoconocimiento a través del arte y la literatura y el tedio ante la sociedad contemporánea. Quien decida adentrarse en la lectura de esta enigmática obra debe estar dispuesto a reflexionar sobre las fronteras del sueño, la conciencia y la vida común. 

Déjanos tu comentario
Tags:

Tal vez pueda interesarte...