La perversión de Ralph Bakshi en Cartoon Network

La generación millennial ha sido acusada de “blandita”, de una (in)tolerancia paradójica y, sobre todo, de un rechazo infantil hacia todos los sentimientos y vivencias que no encaminan a una visión simplista de la felicidad. Con estos argumentos se ha analizado, de manera general, al grupo de jóvenes nacidos en la década de los 90, quienes, a pesar de todo, disfrutaron de una ola de caricaturas que se volvieron íconos de la cultura popular tales como La vaca y el pollito, Johnny Bravo, Coraje el Perro Cobarde, Hey! Arnold, La vida moderna de Rocko y Catdog, por mencionar algunos de la parrilla televisiva de esa época.

La mayor parte de estos programas seguían una comedia de enredos en la que los protagonistas terminaban resolviendo sus problemas a partir de soluciones extravagantes y poco usuales como una vaca transformándose en súper héroe con sólo utilizar una cobija o un perro que termina por tirar a su dueña en un huracán para que recupere su edad verdadera. Sí, historias como éstas fueron las encargadas de brindar entretenimiento a miles de niños durante la década. El hipérbaton, lo grotesco, el terror, lo paranormal, lo metafísico, la violencia y el absurdo se hacían presentes en cada show de 30 minutos, lo que realmente significó un parteaguas en la manera de percibir la realidad para las infantiles mentes que crecieron con ellas (luego preguntan por qué estamos dañados).

Sin embargo, muchas de las ideas primarias de estas caricaturas nacieron en Qué historia tan maravillosa, el show (1995-2002) un espacio donde los grandes shows de Cartoon Network tuvieron origen, además de ser la incubadora de proyectos de animadores reconocidos como Seth Macfarlene, creador de Family Guy y American Dad; además de uno de los animadores consentidos de John Kricfalusi (creador de Ren & Stimpy), el caricaturista estadounidense Bill Wray, quien fuera el responsable del trascendente estilo, trazos y texturas grotescas que le dieron tanta reputación al show de John K.

A pesar de que estos dos animadores causaron polémica por sus obras más reconocidas, probablemente no lleguen al grado de rebeldía, subversión e irreverencia con la que puede identificarse al caricaturista Ralph Bakshi, creador de obras de culto en la animación para adultos como lo son Fritz the cat (1972) y Coonskin (1975), producciones polémicas que causaron conflicto durante su estreno, ya que abordaban temas como la libertad sexual, el racismo, el fascismo, la violencia y la desigualdad de la sociedad estadounidense de los 60 y 70.

Probablemente estos antecedentes serían suficientes para alejar a Bakshi de los estudios de caricaturas, sin embargo, no fue así. En 1997, Cartoon Network transmitió dos segmentos animados escritos, dirigidos y dibujados por Bakshi: Malcom & Melvin y Malcom & Melvin: Babe! He… Calls Me, ambos cortos relatan la vida de Melvin, un adolescente tonto e infantil con apariencia de payaso y la cucaracha Malcom cuya habilidad jazzística hace que la ciudad en la que habitan se vuelva loca y frenética por sus notas.

El estilo de Bakshi, tanto en temática como en forma, se plasma en ambas historias; podemos encontrar algunos personajes antropomórficos y extraños, con facciones desmesuradas que tienden a lo grotesco, además de actitudes exageradas para crear conflictos emocionales en cada uno de ellos, ya sean incidentales o secundarios; por ejemplo, al comienzo del primer episodio el narrador menciona que dentro de la ciudad “todos pueden ser alguien o nadie”, para posteriormente ver a Melvin tratando de interactuar con los habitantes de la ciudad hasta encontrarse con un bebé punk en medio de una cita y una crisis de personalidad por su corta edad. Si bien no pareciera un tema trascendente para los espectadores de la época, no podemos dejar de lado que más adelante la caricatura presenta a Melvin con una crisis nerviosa, un intento de suicidio por ser un desadaptado y un deseo sexual apenas percibido.

Los temas matizados fueron una gran traba para Bakshi, ya que terminó odiando estas dos producciones por la censura impuesta por Cartoon Network, no obstante, las características de su trabajo se pueden rescatar en el diseño de sus personajes, su desarrollo y la construcción de un espacio urbano lúgubre, nocturno, peligroso, melancólico y cutre, únicamente rescatado por el ritmo del jazz de la cucaracha Malcom, recursos que el autor se encargó de hacer un emblema de su obra.

Vale la pena rescatar esta clase de joyas animadas, especialmente cuando fueron trabajos inesperados de autores polémicos. La generación que disfrutó de esta clase de producciones en su infancia probablemente no tuvo una lectura a fondo de la obra, pero sí fue testigo de una ola de creatividad diferente que, finalmente, pudo romper con los paradigmas de dibujo y narrativa para crear un estilo que salía de la convencionalidad de la animación infantil, además de tocar temas que, desde un punto de vista riguroso, podían ser considerados no aptos para infantes. ¿Recuerdas alguna otra caricatura de esta época? ¿Te gustaría que habláramos de alguna de ellas? Te invitamos a compartir tus comentarios con nosotros.

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