El proceso de improvisación en el jazz

¿Qué pasa en el cerebro de un músico cuando está improvisando?

Aunque siempre se ha relacionado el concepto de improvisación con el jazz, este recurso musical no comenzó con él. La improvisación es propia, también, de la música clásica; en especial de la barroca, pues músicos tan importantes como Bach o Vivaldi ya incluían este proceso en sus composiciones musicales aunque no de la misma manera que lo hace el género del que hoy hablamos. Lo que sí es verdad es que para el jazz la improvisación es parte esencial de sus elementos porque mucho más que uno de ellos es la forma de hacer jazz. Joachim E. Berendt apunta que dicha relación entre la música clásica y el jazz resulta interesante ya que bien puede considerarse una concepción musical dentro de nuestro imaginario colectivo.

Una de las cosas más maravillosas que tiene la improvisación es el proceso por el cual pasa el cerebro con el fin de hacerla posible. Primeramente, para que exista improvisación, será necesario que la mente del sujeto vaya de consciente a inconsciente, pues en el primero se encuentran todos los esquemas de interpretación que conoce el músico de manera cultural y práctica y que le permiten juntarse con otros de su clase con el fin de crear jazz, y es en el inconsciente donde ocurre verdaderamente la creación por el simple hecho de ser algo nuevo e inusitado.

Ahora bien, la verdadera creación llega a través de los sentidos del performador, en específico del auditivo: primero reproduce algún esquema musical partícipe de su consciencia colectiva para después escucharse y escuchar al otro y, una vez que entiende o no el entorno sonoro, actúa de acuerdo con él. La relación que tienen la percepción y la acción son inherentes a la improvisación.

Es decir que el músico actúa a través del conocido estímulo-respuesta; el primero es lo que escucha que sale de su propio instrumento, del de los músicos con quienes está creando e, incluso, la recepción que tiene en el espectador y, por su parte, la respuesta son aquellos cambios musicales que hace. En un experimento sobre la improvisación en el jazz en la Universidad Nacional de La Plata, se le modificó a un saxofonista con 10 años de experiencia el estímulo que era un generador de autopistas, cambiando éstas y sus movimientos musicales en ciertos momentos. El saxofonista tuvo tres reacciones diferentes de acuerdo con el estímulo: reinterpretación del ritmo, dejar de tocar milésimas de segundo para evaluar su percepción y acelerar su ritmo en un intento por ajustar.

La improvisación en el jazz ha sido tan importante porque, además de lo anterior, tiene como característica crear intensidad y ésta, a su vez, es propia del género musical no sólo como manifestación sonora sino también emocional y artística ya que posiciona al músico como improvisador, compositor e intérprete al mismo tiempo, pues al momento de la creación que se establece una melodía como composición y su interpretación toma lugar junto con ella.

El acto de improvisar permite al músico estar en un nivel mucho más cercano a su instrumento, pues lo conoce y no al mismo tiempo y, por tal, a la música que está tocando ya que en el acto imprime toda su esencia y originalidad y de ahí que le permita permear su arte de una intensidad espiritual y emocional propia.

Así pues, el músico que está componiendo e interpretando al tiempo que improvisa es templo de manifestación artística y procesos no solamente mentales sino sensoriales y emocionales.

Texto: Adriana González

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