Alejandra Pizarnik: entre la noche y el nombre

Escribir es darle sentido al sufrimiento.
He sufrido tanto que ya me expulsaron del otro mundo.
Escribir es querer darle algún sentido a nuestro sufrimiento.

Alejandra Pizarnik. Diarios.

Alejandra Pizarnik[1] es uno de los nombres más importantes dentro de la poesía latinoamericana. Ella nació en Argentina el 29 de abril de 1936 y murió en la ciudad de Buenos Aires el 25 de septiembre de 1972. Más allá de las fechas, se puede hablar de los múltiples temas abordados en sus textos y, quizás, uno de los más sobresalientes es el de la melancolía. Se sabe bien que la melancolía ha tenido múltiples significados a lo largo de la historia de la humanidad, sin embargo, pareciera que Pizarnik tenía, entre sus líneas, una melancolía desbordada y con significado único.

La poeta argentina de triste figura tenía el poder de la palabra y en ella construyó imágenes que acompañan a la melancolía tales como la soledad, la ausencia y, por supuesto, el suicidio. Demos una brevísima revisión a esos tópicos en la poesía y saltemos un poco dentro de su intimidad al leer en su diario.

La noche y la muerte

En el poema “Noche”[2] lo primero que nos acompaña es un epígrafe de Gérard de Nerval “Quol, taujours? Entre mol sans cesse et le bonheur!” el cual nos indica una barrera entre una persona y la felicidad. Con esto como antecedente, entramos a la primera estrofa en la que nos menciona lo siguiente:

Tal vez esta noche no es noche,
debe ser un sol horrendo, o
lo otro, o cualquier cosa…
¡Qué sé yo! ¡Faltan palabras,
falta candor, falta poesía
cuando la sangre llora y llora!

El silencio es el que está disfrazado detrás de la falta de palabra y la falta de poesía, el cual vuelve más insoportable la noche y, además, nos encontramos con sangre que “llora y llora”. ¿Estamos frente a la descripción de un suicidio nocturno? Para esta primera parte es muy pronto, pero ahí está el indicio.

¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Si sólo me fuera dado palpar
las sombras, oír pasos,
decir «buenas noches» a cualquiera
que pasease a su perro,
miraría la luna, dijera su
extraña lactescencia, tropezaría
con piedras al azar, como se hace.

Aunado al silencio, se encuentra la ausencia que es la causa por la cual no es feliz, es decir, esa imposibilidad de palpar las sombras o de oir no se debe a una condición de su cuerpo, sino a la ausencia de quien pueda provocar sombras y pisadas. Esto se refuerza con la añoranza de decirle “buenas noches” a un desconocido en la calle.

Pero hay algo que rompe la piel,
una ciega furia
que corre por mis venas.
¡Quiero salir! Cancerbero del alma:
¡Deja, déjame traspasar tu sonrisa!

En esta tercera estrofa nos hallamos con el hecho de que algo cortó su piel y hay una furia ciega que corre por sus venas. Sin más preámbulo, volvemos a la sangre que llora y llora, es decir, la sangre que brota. Asimismo, la voz poética grita que quiere salir y pide al guardián del alma que la deje hacerlo, es decir, está pidiéndole que la deje morir.

¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Aún quedan ensueños rezagados.
¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces!
¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?
La muerte está lejana. No me mira.
¡Tanta vida Señor!
¿Para qué tanta vida?

Finalmente, en la última estrofa nos hace saber que aún tiene vida y entonces nos preguntaremos qué pasó con lo mencionado para simplemente responderemos con “Aún quedan ensueños rezagados”; es decir, todo es parte de la ensoñación que permite la noche y, al despertar, sucede el lamento de no seguir soñando o muriendo para dar paso, de nuevo, a la cotidianidad.

Alejandra Pizarnik 2

Claramente podríamos mantener este diálogo en el poema “El Despertar” de Alejandra Pizarnik y “Le point noir”[3], éste de Gérard de Nerval, donde se nos hace saber que la mancha negra es la noche que permanece en la mirada de quien la mira como señal de un duelo constante.

Alejandra Pizarnik ha sido la figura melancólica dentro de las letras latinoamericanas, quien dio voz a sus ideas y emociones mediante la poesía y la narrativa. Sin embargo, la forma de pensar suele reflejarse en nuestro actuar. Ella eligió dejar no sólo su obra literaria, sino algo más íntimo dentro de la escritura y lo encontramos en sus diarios:

Llena con tu muerte el vacío de tu vida. Arráncate de ti. Y el calor, el verano comiéndote, pudriéndote. Llena con tu sol el vacío de tus noches. Y esta piedad sin motivo, este amor sin objeto llevado como un objeto precioso cuando en verdad no hay qué respirar. Llena con tu silencio el vacío de tus palabras. Hubiera querido llorar innumerablemente. La ausencia de quien y osé pesa en esta imposibilidad de desear.[4]

Alejandra fue más que cenizas y, pese a que muchas veces se habla de ella como un espíritu un tanto atormentado, hoy quisiera recordarla como una mujer pasional, de esa pasión que hizo a los héroes realizar proezas y que en ella la hizo ser enamorada, lectora del romanticismo y sobre todo ser la poeta.

 

[1] CVV. Alejandra Pizarnik: biografía. Tomado de: https://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/pizarnik/cronologia/cronologia_01.htm

[2] Pizarnik, Alejandra. “Noche”. Material de Lectura UNAM. Tomado de: http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/194-093-alejandra-pizarnik?start=6

[3] Gérard de Nerval. “Le point noir”.Tomado de https://www.poetica.fr/poeme-1227/gerard-de-nerval-le-point-noir/

[4] Pizarnik, Alejandra. (2013). Diarios. Nueva edición de Ana Becciu. Lumen.

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