5 cuentos de escritoras mexicanas

 

En la literatura mexicana existen, por lo menos, decenas de cuentos memorables, de esos que tanto para lectores como estudiosos representan un ir y venir de imágenes, comentarios y, por supuesto, relecturas. Si bien nombres como Juan Rulfo, Juan José Arreola e, incluso, Alfonso Reyes se encargaron de consolidar y difundir un estilo propio a la literatura latinoamericana, lo cierto es que las escritoras mexicanas no se quedaron atrás a la hora de explorar este género y contribuyeron, en gran medida, con temáticas poco vistas dentro de la narrativa mexicana.

Algo que ya no debe sorprendernos hoy en día es la poca difusión que han tenido los cuentos de escritoras mexicanas durante el siglo XX. Actualmente es más común encontrarnos con revaloraciones de diferentes textos y nombres que casi rayan en el rescate, pero no por esto deja de ser interesante conocer autoras que en su momento no recibieron la atención que merecían. 

Por ello, hoy quiero compartir 5 cuentos de escritoras mexicanas, los cuales, desde mi trinchera, son mis favoritos, por lo que cualquier valoración que se pueda desprender de este texto es meramente subjetivo y por gusto, como considero que siempre debe ser una buena primera lectura.

  1. No moriré del todo” de Guadalupe Dueñas

Colaboradora en diversos suplementos y revistas literarias, además de guionista para la televisión. Guadalupe Dueñas siempre estuvo en constante desenvolvimiento literario al punto de llegar a desarrollar un estilo literario particular en el que lo fantástico se hace presente para que el lector se cuestione sobre los propios límites de su pensamiento.

Sobre esa línea, “No moriré del todo” presenta la historia de Beatriz, una mujer cincuentona que decide morir en una línea aérea para que sus sobrinos tuvieran una vida mejor al cobrar el monto del seguro. Con el riesgo controlado de saber cuál avión tendrá el accidente, Beatriz asume su fatídico destino pensando que es por un bien mayor. Es entonces cuando en el camino, Beatriz comienza a dudar sobre su decisión y, después de desear aferrarse a la vida, el vuelo termina sin accidentes, pero la culpa se exterioriza del cuerpo de Beatriz, quien termina por enfrentarse a la “vergüenza de existir”.

En el relato, lo fantástico funge como balanza entre el cumplimiento del objetivo de Beatriz y su deseo de vivir, lo que deviene en la culpa final por salir sana y salva. Para el lector, no quedará muy claro qué fue lo que salvó a Beatriz, en cambio, tendrán un argumento claro sobre cómo el remordimiento y la angustia se materializa en el relato y en su protagonista. Algo que bien podemos relacionar con la propia voz de la autora quien nos convoca a experimentar la misma angustia que Beatriz para dar paso a esa especie de muerte en vida. 

  1. La Sunamita” – Inés Arredondo

Probablemente, el relato más recordado de la autora originaria de Sinaloa, por lo que tiene que estar en este conteo de cuentos de escritoras mexicanas. Perteneciente a su primer libro de cuentos La señal (1965), donde la autora deja en claro su intención e influencia de los tópicos religiosos. En este caso, la Sunamita, una mujer que en el Libro de los Reyes debe cuidar y calentar al Rey David durante su vejez. 

A primera vista, el cuento parece guiar al lector a un punto de construcción de Luisa, nuestra protagonista y narradora, quien regresa a la casa de su infancia, la de su tío Apolonio. Sin embargo, conforme se desarrolla la historia y el accionar de Luisa, nos percatamos que la joven y altiva mujer ha llegado por una encomienda que poco a poco se torna más incómoda y espectral. 

Su tío Apolonio está muriendo y, como última voluntad, pide que Luisa se case con él para que herede su fortuna y pertenencias. Alentada por el consejo de sus familiares y conocidos, Luisa acepta guiada más por el carácter moral de cumplir la última voluntad de su tío, que por el bienestar económico. 

No obstante, después de su matrimonio, el viejo parece recobrar poco a poco las fuerzas a base del deseo provocado por la lujuria. El pecado como motor y accionar del tío se hace presente para cambiar la imagen que tenemos de este personaje, mientras que esto también afecta a Luisa, pues a medida que avanza el mejoramiento físico de su tío, a ella la aqueja una caída moral, pues comienza a desear la muerte del viejo. 

Es a partir del pecado que estos dos personajes sufren sus transformaciones, ambas selladas bajo el guiño del incesto. Cuando finalmente el tío muere y Luisa termina su transformación de mujer joven y soltera  a viuda, la culpa y el asco terminan por sellar “Aquél verano abrasador, el último de su juventud”.

  1. Moisés y Gaspar” – Amparo Dávila

Es difícil escoger sólo un cuento favorito de Amparo Dávila para hablar de cuentos de escritoras mexicanas. Su técnica narrativa, el manejo de lo fantástico y la creación de un imaginario que parece complementarse en cada relato, complican la tarea de una selección que está lejos de ser objetiva.

Probablemente, Amparo Dávila sea la autora que menos se haya reeditado en México, a excepción de sus obras reunidas en el Fondo de Cultura Económica. Lo que nos lleva a hablar de lo difícil que es encontrar este cuento, “Moisés y Gaspar” en internet o en alguna antología. Es desde este carácter de misterio que parto para adentrarnos al relato. 

“Moisés y Gaspar” es el cuento que cierra su primer libro Tiempo destrozado (1959). En él conocemos la historia de José Kraus, quien comienza el relato acudiendo a recibir la herencia de su recién fallecido hermano Leónidas. Más allá de una fortuna o pertenencias, su hermano le encomienda el cuidado de Moisés y Gaspar, dos criaturas que, a pesar de inocentes, encierran una total incógnita sobre su apariencia, la cual el narrador jamás se molesta en revelarnos. 

Conforme transcurre la historia, José ve su vida reducida a estar al servicio de sus nuevos inquilinos. Poco a poco se despide de su vida habitual, de su trabajo y de sus relaciones para atender completamente a Moisés y Gaspar. Esta condición es asumida por nuestro protagonista al punto de aceptarla como parte de su destino, como una maldición heredada. 

Desde que conocemos a Moisés y Gaspar reconocemos el extraordinario manejo de lo fantástico por parte de la autora. El no reconocer abiertamente de qué clase de criaturas se tratan, sólo acrecienta el sentimiento de angustia en el lector. Eso aunado al hecho de que secuencia con secuencia seremos testigos de cómo el narrador perderá su condición humana para pasar a ser esclavo de una encomienda, lo que nos permite reflexionar sobre cómo, en esas condiciones, la muerte puede enlazarnos con quienes nos recuerdan. 

  1. Domingo” de Rosario Castellanos

Más conocida por su labor como poeta y ensayista, la obra cuentística de Rosario Castellanos se encarga de complementar la visión en torno a la mujer que tanto difundió la autora originaria de la Ciudad de México. 

En su narrativa, Castellanos trató también el tema indígena, pero no visto desde el plano frágil, sino desde diferentes perspectivas: desde la experiencia del amor, las relaciones y el día a día, hasta el accionar frente a los patrones. Es precisamente sobre esa línea que Rosario Castellanos también nos presenta a otro grupo relegado en la sociedad mexicana: el feminismo. Como se puede observar desde su poesía, el papel de la mujer juega un rol principal en el desarrollo de ideas de la autora, hecho que permea también en su manera de entender el mundo que la rodea.

“Domingo” es un relato de su último libro de cuentos Álbum de familia (1971), donde Castellanos, ya con un estilo definido, opta por crear historias que no sólo son más mordaces en su desarrollo, sino también en la manera en que están construidos los diálogos. Por medio de la ironía, el sarcasmo y la levedad, las protagonistas de Castellanos muestran subterfugios de entereza y orgullo para congeniar con los demás personajes, pero cada una de sus acciones sólo hace más evidente el peso de la soledad en sus pensamientos internos.

En este relato conocemos la historia de Edith, una esposa trofeo, intelectual y artista, quien pasa la tarde de domingo fungiendo como piedra de toque para todos los hombres que la rodean. Desde su esposo, el recuerdo de su amante y hasta sus amigos homosexuales con problemas en su relación encuentran en Edith esa voz de mesura y elocuencia que necesitan para comenzar el día siguiente, cuando todo vuelve a su andar natural. Sin embargo, lo que Edith muestra a los otros de sí es sólo la superficie de su verdadera libertad: los momentos en que se encierra en su estudio de pintura a disfrutar la falta de rigor en los momentos libres del fin de semana.

Nos acercamos al final de esta selección de cuentos de escritoras mexicanas.

  1. El anillo” y “La culpa es de los tlaxcaltecas” de Elena Garro

Seré tramposo para cerrar esta breve recopilación de cuentos de escritoras mexicanas, sobre todo por lo complicado que es elegir un solo relato de Elena Garro. Si pensamos en el aura de misticismo que envuelve la figura de la escritora poblana: autoexiliada, señalada y condenada por varios escritores de su generación, sólo entraremos a la punta del iceberg que significa la polémica de su vida.

Por ello, quiero traer a colación un relato extra, más a modo de “mención honorífica”, el cual aún me sigue produciendo bastante angustia como lector. “El anillo” se encuentra en el primer libro de cuentos de Elena Garro, La semana de colores (1964) y en él Camila, la protagonista, se encuentra en la comisaría de su pueblo relatando la historia que involucra un anillo encontrado en la calle, a su hija menor y a Adrián Cadena, un habitante nuevo del pueblo. 

A través de su voz inocente y desesperada, Camila trata de hacer entender al jefe de policía que Adrián Cadena fue el responsable de un embrujo a su hija, quien poco a poco va perdiendo fuerzas al punto de casi morir en casa. La voz popular se entrelaza con sucesos maravillosos, lo que dota de un ambiente propicio al relato para tratar de entender el imaginario que Camila plantea a nosotros como lectores y al comisario. No ahondaré más en este cuento para que el lector compruebe por sí mismo su atractivo, el cual, con el final terminará por revelar la importancia del pensamiento mágico y su relación con el imaginario popular.

Para finalizar, creo que no es una sorpresa que escoja “La culpa es de los tlaxcaltecas”, pues para muchos lectores y críticos es el cuento que define el estilo de Elena Garro. Desde el inicio, la historia nos presenta a Laura, la protagonista, quien es recibida por Nacha, su ama de llaves. Ambas mujeres se encuentran sobresaltadas por la situación de Laura, ya que había desaparecido por varios días. Conforme avanza el relato y el testimonio de Laura, comenzamos a dudar de la cordura de Laura, pues comenta, en repetidas ocasiones, que está en espera de su primo-marido, un guerrero azteca presente en la caída de Tenochtitlán. 

Es mediante el tiempo de la narración de la protagonista, que nosotros como lectores comenzamos a descifrar qué hay detrás de las palabras de Laura. La realidad va perdiendo su autonomía en el accionar de la historia, al punto en que lo maravilloso se hace presente y se mantiene hasta el final de la misma, volviéndose clave para el desarrollo del conocido realismo mágico que años después se encargó de popularizar Gabriel García Márquez. 

Es así como la realidad se desbalancea y los viajes en el tiempo se presentan como algo posible en el universo que Elena Garro nos plantea. Si bien todo esto se deja entredicho debido a las reacciones de los personajes secundarios, es hasta el final del cuento cuando nos percatamos que Nacha comparte la misma condición de Laura para ir y venir en diferentes épocas. La realidad toma una nueva forma por medio de lo maravilloso y es a estas nuevas reglas a las que nos adentra la autora. 

Esta selección de cuentos de escritoras mexicanas debería funcionar sólo como una antesala a descubrir la gran variedad de voces femeninas que conforman las letras mexicanas. Esto, claro, sin dejar de lado la aportación que hoy en día tienen las escritoras mexicanas contemporáneas, una invitación a seguir descubriendo la identidad por medio de las letras. 

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