“Es sólo un viaje”; Antonio Machado, Juan José Arreola y Bill Hicks sobre la vida como un viaje

 

La vida como un viaje es una analogía que cobra mayor sentido al detenerse y analizarla. Basta con un vistazo hacia atrás para darnos cuenta de los ciclos, experiencias, pruebas y sucesos que conforman, de una manera u otra, nuestro viaje hasta el punto actual.

Todos los viajes parecen distintos, algunos se descubren como rutas repletas de baches, puentes, desviaciones o, incluso, la idea incierta de no tener un destino en específico. Sin embargo, es la misma cualidad del avance la que hace posible que el viaje se realice. Es así como el tiempo y la acción se vuelven el avance que esclarece nuevos caminos, tal y como lo sentenció el poeta Antonio Machado en uno de sus textos más conocidos.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Fragmento de Proverbios y Cantares (XXIX)

Otro literato que representa la existencia como un viaje es el mexicano Juan José Arreola en su cuento “El Guardagujas”. En el cuento, Arreola relata la anécdota de un forastero que espera un tren en una estación desconocida, cuando se encuentra con un viejo guardagujas que lo interroga sobre su destino y le advierte sobre la dificultad inverosímil de poder abordar un tren.

El forastero, extrañado por los relatos exagerados del guardagujas, se da cuenta de que quizá su viaje dependa de muchas circunstancias que no es capaz de controlar como los trenes sin rumbo, los caminos inconclusos o que un simple boleto no garantiza la llegada a su destino. Al final, el tren esperado llega a la estación, lo que sorprende al guardagujas, quien señala la suerte del forastero para alcanzar su destino, mientras se desvanece entre la neblina de la estación.

Arreola representa la realidad como un sistema ferroviario deficiente, donde abordar el tren de la vida es toda una hazaña que debe apreciarse por sí misma. Por si fuera poco, abordar el tren no es suficiente, ya que no todos los pasajeros están seguros de su destino, de su decisión o de su camino; incluso, encontramos pasajeros que no se preocupan por el destino, pues han llegado a él sin siquiera notarlo.

Asimismo, el autor resalta la capacidad del humano para adaptarse y resolver cualquier adversidad una vez a bordo del tren, tal y como lo describe el guardagujas cuando narra un momento en el que los pasajeros tuvieron que cargar el tren, pieza por pieza, alrededor de un enorme precipicio donde debía estar un puente. Nadie puede asegurar un viaje sin complicaciones, sin importar lo absurdas o imposibles que parezcan.

Sin embargo, la visión pesimista de Arreola se acrecienta al señalar la manera en que muchas personas se entregan al viaje por imposición, guiados a ciegas y con falsas ideas de avance.

Si mira usted por las ventanillas, está expuesto a caer en la trampa de un espejismo. Las ventanillas están provistas de ingeniosos dispositivos que crean toda clase de ilusiones en el ánimo de los pasajeros. […] Ciertos aparatos, operados desde la locomotora, hacen creer, por el ruido y los movimientos, que el tren está en marcha. Sin embargo, el tren permanece detenido semanas enteras, mientras los viajeros ven pasar cautivadores paisajes a través de los cristales.

-¿Y eso qué objeto tiene?

-Todo esto lo hace la empresa con el sano propósito de disminuir la ansiedad de los viajeros y de anular en todo lo posible las sensaciones de traslado. Se aspira a que un día se entreguen plenamente al azar, en manos de una empresa omnipotente, y que ya no les importe saber adónde van ni de dónde vienen.

El materialismo y existencialismo parecen las rutas más transitadas por el relato de Arreola: por un lado el pasajero puede entregarse al viaje o a la ilusión de él a partir de los mecanismos que el gran orden les ofrece (o impone) a lo largo de su azaroso, pero limitado, viaje; y por el otro, los pasajeros abordan el tren con una idea determinada sólo para darse cuenta que su destino podría ser cualquiera o ninguno.

Sin embargo, Arreola invita al lector a tomar el viaje con decisión y sobrellevar lo que el camino puede ofrecer.

Finalmente, y al igual que el guardagujas, Bill Hicks, comediante estadounidense, señala en un monólogo al mundo como un parque de diversiones en el que el viaje puede ser de diferentes maneras. Hicks nos invita a reflexionar sobre la posibilidad de escoger la manera de hacer más ameno nuestro recorrido y el de todos los que nos rodean, porque todo se reduce a eso: un simple viaje.

Estas reflexiones son una invitación para moldear nuestro propio viaje, complementar o explorar nuevos caminos hacia destinos inciertos, tomarlo en serio o entregarse a la incertidumbre y comprender que, sea cual sea la dirección que tome nuestro viaje, siempre podemos estar a una decisión de cambiarlo.

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