Tlahtollitepetl: alteridades a partir de la palabra

 

Las jerarquías entre los pueblos de la lluvia, de la luna, de la tierra o del sol, y entre los pueblos de la razón empírica, de la libertad comercial, de la igualdad humana (en cuanto se es ciudadano) y de la fraternidad occidental, orientan el intelecto humano hacia un territorio gobernado por la ignorancia. La alteridad que propone Mijail Bajtín respecto al conocimiento que alcanzamos de nosotros mismos mediante el otro, se ve rebasada en el instante en que un par de individuos, pertenecientes a visiones del mundo distintas, se encuentran bajo un ambiente de confusión y de intolerancia. Una lengua no permite el contacto con la Verdad, sin embargo, refleja entre otras cosas la cultura, los valores, las costumbres, las tradiciones, la postura ante los elementos conocidos y desconocidos, el punto donde el hablante de dicha lengua se ubica en el universo y, por supuesto, su pensamiento cosmogónico reflejado en la sociedad. En el territorio americano siguen vivas la mayoría de las lenguas pronunciadas por los diferentes grupos prehispánicos, cuyas culturas fueron “asaltadas” hace poco menos de quinientos años.

En las ciudades de México la occidentalización vive su plenitud. La lengua madre es el español, aunque nosotros seamos mexicanos. (En algunas zonas nahuas, los náhuatl parlantes consideran su lengua como el verdadero mexicano, es decir, hablar mexicano es hablar náhuatl). Existe un apego mayúsculo referente al extranjero, con la idea errada de ser mejor que nuestra cultura. Tener mayor conciencia sobre aspectos que incumben a culturas más alejadas de nuestro origen como latinoamericanos que de nuestros propios pueblos, es un producto del triunfo de la conquista. Con todo, actualmente perduran los verdaderos herederos de esta tierra nominada América, quienes han sido capaces de resistirse al adjetivo “vencido”. La ineptitud de ciertos individuos para reconocer que existen mundos paralelos fuera del entendimiento en que se hallan involucrados, da origen a los serios problemas de racismo, desigualdad y deslealtad hacia nuestros propios hermanos.

Es de relevancia mencionar la búsqueda de identidad por parte de los hablantes de lenguas latinas en América al saberse inmersos entre un par de interpretaciones de la realidad, que en su totalidad se contraponen. Algunos optan por la perspectiva europea y otros intentan nunca olvidar sus raíces primigenias, sin embargo, las comunidades que no fueron tocadas por la mano española conservan su propia identidad y es tarea de todos respetarlas, más que admirarlas. Una tarea, quizá más importante, es quitarnos el prejuicio de indio e indígena, pues aunque la intención no sea despectiva, no hay mejor alternativa que llamarlos como lo que son: tzotziles, ñuu savis, raramuris, nahuas o mayas, por mencionar sólo algunos.

Es cierto que los humanos somos muy diferentes de cultura en cultura, puesto que creamos nuestro propio mundo a partir de la palabra. Si nuestras palabras son distintas, nuestras realidades también lo son. En este sentido, la comunicación entre dos o más culturas también es una transmisión de conocimiento. Nuestra lengua nos permite apartarnos de las demás alteridades pero también acercarnos a ellas. Es cuestión de perspectivas esclarecer si las lenguas son la unión del hombre con el hombre o la clave para aceptar que descendemos de distintas razas, pero ello no justifica ninguna jerarquía imparcial que alimente la diferencia.

El método comparativo permite conocer las manifestaciones culturales de cada etnia sin caer en adjetivaciones y conclusiones poco objetivas. El orden de los factores en forma de pirámide no permite contrastar los símbolos esenciales entre diferentes culturas: es una visión limitada. El sol no es el mismo si se le observa desde la tierra que desde el espacio, claro que es más complicado llegar a él. 

Autor: Diego R. Hernández

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