El yerno incómodo de Porfirio, los 41 y los otros trotes de Zapata

Si a muchos les parece aburrida la historia, es que quizá no se han acercado al lado correcto. Porque no todo son fechas, lugares o nombres… Sino acontecimientos. Y es que hay innumerables anécdotas, que involucran a nuestros héroes y figuras emblemáticas, guardadas en los archivos sin ser descubiertas, mientras que otras pasan de generación en generación como parte de la cultura popular. Chismerío o no, mera anécdota o hecho insólito, lo cierto es que siempre son divertidas e interesantes de escuchar.

Una de estas historias involucra nada más y nada menos que a uno de nuestros héroes nacionales (como bien reza el título), pero antes de llegar ahí, hablemos de Porfirio Díaz. Muchos sabemos de la figura política y los actos que cometió. Sin embargo, ¿qué sabemos del ex dictador como persona? Resulta que el hombre tenía su corazoncito, ocupado en gran parte por su hija predilecta, la señorita Amada Díaz, a quien no dejaba que la tocara ni el aire.

Un buen día llegó a la vida de esta mujercita un hombre llamado Ignacio de la Torre y Mier, rico hacendado de Morelos con muy buena fama. El encanto y su amor por los deportes bastaron para conquistarla; su fortuna y buena reputación terminaron por conquistar también a don Porfirio. Lamentablemente, esto no duraría mucho tiempo.

Es sabido que en aquellos años la consumación del matrimonio era un tema delicado, pero muy relevante en la sociedad: si no se llevaba a cabo, había problemas. Y este fue el caso de nuestra pobre Amadita, quien no veía la hora de dejar de ser el hazmerreír de sus amistades. Pero con mucha dignidad y entereza tuvo que afrontar los pretextos de su marido y lo que pronto se convertiría en la cereza del pastel de sus desgracias.

Todo tuvo lugar un 18 de noviembre de 1901, cuando la policía acudió al llamado de unos vecinos que se quejaban de un escándalo en una casa próxima. Los gendarmes llegaron al lugar y quedaron sorprendidos al ver que los recibía ¡un hombre vestido de mujer! (¡Qué escándala!).

Ya con refuerzos, los policías detienen a estos individuos, 42 en total, 19 de ellos vestidos y maquillados como mujeres. Según las notas periodísticas ilustradas con los grabados de José Guadalupe Posada, a la policía se le escaparía uno, y ese uno sería nada más y nada menos que… ¡Nachito!

Ignacio de la Torre y Mier

Se imaginarán la ira de Díaz, quien trató de evitar que el chisme se regara. Obviamente, Nachito se defendió diciendo que esas eran puras mentiras y que esa noche él no andaba allí, que seguro (Porfirio) debía estar confundido y que había un tipo igualito a él… Y claro, que todo eran cuentos de los enemigos políticos del dictador.

Amada terminó enterándose pese a los esfuerzos de su padre, y creyó la historia, pero el dictador no. Debido a que el chistecito le salió bastante caro, le negó todas las bondades como papito suegro. Con las puertas cerradas a la gubernatura de Morelos, nuestro yerno incómodo, apachurrado y triste, se fue a refugiar a su modesta Hacienda en Morelos.

Y ya se imaginan, por la época y el lugar, quién entrará a escena para esta historia: Emiliano Zapata. Como bello, guapo, bigotón y atractivo caballerango que era, Nachito lo contrató para encargarse del cuidado de sus hermosos corceles, y quizá hasta de otras cosas más (pero de eso, no hay más fuente que el diario de la pobre y despechada Amada). Sin embargo, el Caudillo del Sur no duraría mucho tiempo ahí al darse cuenta que los caballos vivían mejor que muchos campesinos. Así dejó su empleo que le impedía estar en la revolución y se enlistó en ella.

Y todo fue de mal en peor para el pobre Nachito, los carrancistas llegaron a él y lo tomaron preso, acusándolo de haber servido a Victoriano Huerta, monopolizar alimentos y obstruir a Madero. Ya en Lecumberri, Amada lo visitaba todos los días, pero su presencia no era suficiente. Ignacio tenía fe en que pronto Zapata lo liberaría.

En 1915, Amada recibió noticias del Caudillo: efectivamente, había mandado liberar a de la Torre, pero poco le duró la alegría: su marido estaba como prisionero de Emiliano, en venganza de la situación de los corceles. Los esfuerzos de Amada fueron insuficientes para hablar con Zapata y así liberar a su marido. En 1918, recibió un telegrama de Ignacio diciéndole que tenía un padecimiento que le impedía caminar. Como siempre, las habladurías no esperaron, y le atribuyeron el problema de hemorroides a sus extrañas costumbres.

Rumor o no, verdad o mentira, haiga sido como haiga sido, la historia tiene sus datos interesantes y hasta hilarantes. Sólo es cuestión de hincarle el diente. Puedes descubrir más sobre la historia de la homosexualidad, palabras y frases al respecto en México en el ensayo Los 41 y la gran redada de Carlos Monsiváis.

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