De la música de banda a Sensemayá

 

Empiezo con esto: siento aversión por la música de banda. Pese a ello, lo confieso, hace dos o tres años no me parecía terrible, hasta hubo un tiempo en que me divertía y sin culpas cantaba al paso de unos tragos las más conocidas, “lo mejor de lo mejor”. Hoy ocurre algo distinto. La banda nos ha atosigado y como algo omnipresente se ha vuelto un ruido más.

Hoy me disgusta ese ruido más que otros. Me agobia el cacareo de los cantantes y el bullicio de los metales. En otras palabras, me disgusta prácticamente todo lo que hacen los instrumentos en este género, pero particularmente (hasta en los tiempos cuando me divertía la banda) siempre me ha resultado bastante desagradable el sonido de la tuba. Incluso había llegado a pensar que la tuba era en sí misma un instrumento desagradable desde su sonido hasta sus proporciones. Por la banda y mi ignorancia (binomio perfecto), creía que la tuba se limitaba a esos graves gases musicales que sostienen el trompeteo y las voces chillonas. Estaba equivocado, aunque para entonces mi creciente odio por la banda era equivalente a mi creciente odio por la tuba. Ello cambiaría gracias a la música que, como suele sucedernos, acude a nuestro auxilio.

Un día cuando escuchaba a John Williams (compositor de música para cine y virtuoso guitarrista) inesperadamente me flechó el sonido de algún instrumento grave acompañado de un más inesperado déjà vu. Me pareció genial la introducción del tema de la película Tiburón (1975), pero de igual forma me pareció haberla escuchado en algún otro lado. Así pues, comencé a indagar. Ya tenía fijo el objetivo establecido por mi pregunta de investigación: ¿dónde escuché eso antes? Faltaba, entre otras, cosas la metodología. Empecé por ver un vídeo en youtube. Eran los contra fagots los que transmitían ese interesantísimo preludio, pero ¿dónde escuché eso antes?

Proseguí la aventura. Yahoo Respuestas, nada. Google, nada. Preguntas a melómanos, nada. Resignado me quedé con esa idea escondida, es decir, se me olvidó. Tiempo después, en una feria del libro, me encontré accidentalmente con varios poemas de Nicolás Guillén (poeta cubano). Hojeando Motivos del son y otros poemas llegué a «West Indies, Ltd». (1934).

Madrigal:

«Sencilla y vertical
como caña de cañaveral
Oh retadora del furor
genital:
tu andar fabrica para el espasmo gritador
espuma esquina entre tus muslos de metal.»

Me llevé el libro, barato y poco grato como todos los Tomo. Por algo se empieza. Fue una maravillosa sorpresa para mí averiguar algo que muchos saben y yo ignoraba: Sensemayá de Nicolás Guillén como la obra de Silvestre Revueltas (compositor mexicano). En el poema estaba la clave:

«¡Mayombe—bombe—mayombé!»

Escuché a Revueltas, nunca le había puesto tanta atención. Un ritmo místico, como ancestral, primitivo. La melodía al inicio, grave, misteriosa, trágica, ¡era la melodía de una tuba! distinta a la tuba que yo conocía por supuesto y muy similar a los contra fagots del “tiburón”, incluso en la intención.

 

Fue ahí donde lo entendí todo. Descubrí la tuba, antiguo serpentón, enrollada como la culebra, bailando como culebra. Escuché al tiburón de Williams acechando con el ritmo del fagot. Algo trágico ocurriría, los vientos lo advertían: primero la tuba, luego los cornos, después las trompetas, trombones, clarinetes, flautas. Era la muerte de sensemayá o la mordida inminente del tiburón. Me duró el gusto siete minutos, quise otros siete de Revueltas, el primer movimiento de la Noche de los mayas o como yo lo interpreto “La noche boca arriba”. No fue así, la reproducción automática me envió a Los Recoditos.

Autor: Missael Contreras

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